Operación Alboroto (III)

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Eldi estaba preparado, habiéndose puesto unas gafas de sol un tanto peculiares. Parecían de buceador, pero sus cristales eran tintados. De esa forma, al menos no era cegado.

La lince tenía que ser más precisa. Cerraba los ojos cuando el impacto se acercaba, para no ser cegada por el breve fulgor. Por suerte, lo había entrenado mientras se preparaban para el viaje. Concretamente, lo había hecho junto a la propia drelfa, mientras ésta practicaba el hechizo. Así que no le resultó demasiado difícil mantener su visión intacta.

Los perdidos cayeron pronto antes el ataque combinado de los tres. Su nivel no era tan alto, y estaban muy juntos, lo que los hacía vulnerables a los ataques en área.

Eldi se limitaba a inmovilizarlos con Abismos, además de lanzar alguna Bola de Fuego de vez en cuando. La felina, con Linaje de la Llama, era inmune al fuego.

La drelfa también se limitaba a las Bolas de Luz. Eran muy eficientes, y prefería no exponer sus raíces si no era imprescindible. Odiaba que se le corrompieran, por poco que fuera.

La lince campaba a sus anchas entre los seres corrompidos medio inmovilizados. Algunos se lograban liberar, como una extraña serpiente que tenía patas, concretamente ocho pares. Pero no eran suficientes como para amenazarla.

Lo más molesto eran los perdidos voladores, pero la azor llegó enseguida para encargarse de ellos. Su aura de viento y sus Filos de Viento mutilaron a la mayoría, provocando su caída. Aparte del insecto, sus niveles no llegaban a 70, y dicho insecto había sido el primero en caer. Tras el golpe de Choque, había sido inmovilizado por las garras del ave. El poderoso pico había entonces destrozado la mitad de sus alas, todas las del lado izquierdo. Ya no podía volar.

En cuanto a la vampiresa, tenía que enfrentarse a cuatro tríclopes y una tortuga. Contaba con la ayuda de la elfa desde la distancia, cuyo principal objetivo era cegarlos. "Tres flechas tres ojos" era el reto que le había lanzado la vampiresa, y que estaba superando la arquera con solvencia. Su puntería era infalible.

Goldmi también tenía que estar alerta de sus alrededores, pues junto a ella había una niña púrpura. Aunque en ese trabajo la kraken ayudaba, mirando hacia todos lados desde la cabeza de la niña. Menxilya, lejos de tener un problema con que hubiera un ser con múltiples tentáculos sobre ella, parecía más bien encantada de su guardaespaldas. O guardacabezas, como había bromeado Gjaki, mientras Eldi negaba con la cabeza.

Los tríclopes eran poderosos, pero no tanto como la vampiresa, y más bien lentos, aparte de no muy inteligentes. Era más problemática la tortuga, con su poderosa y venenosa mordedura, además de algunas habilidades peligrosas.

Podía girar sobre el caparazón para encarar siempre a su enemiga, pero tenía el problema de estar obstaculizada por los gigantes de tres ojos. No obstante, como todos los perdidos, no dudaba en atacar a la viva, daba igual si hería a sus aliados.

Gjaki tuvo que reaccionar con gran rapidez para bloquear el Alargacuello del reptil la primera vez que lo utilizó. Pasó por debajo de las piernas de los gigantes para llegar hasta ella, que estaba concentrado en estos.

Era una guerrera experimentada, por lo que sabía que enemigos desconocidos podían causar sorpresas desagradables. Por ello, tenía activada Premonición, que la avisó del ataque antes de que sucediera.

–Se supone que las tortugas son lentas– se quejó mientras esquivaba.

Aunque sus quejas no le impidieron implementar una contramedida tan sencilla como eficaz. Sólo necesitaba tener la gruesa pierna de un tríclope entre ella y la reptil para impedir que pudiera atacarla. Era simplemente cuestión de posicionarse adecuadamente.

Quizás, ello limitaba un poco sus movimientos, pero aumentaba su ofensiva. Aunque involuntariamente, la tortuga terminó ayudándola, atacando con Alargacuello a las piernas que estaban entre ella y su presa.

Los tríclopes, por su parte, atacaban con suma torpeza. Su raza se distinguía por una poderosa visión, que incluía rayos lanzados por los ojos. El problema de ser tan poderosa era que habían acabado desarrollando una fuerte dependencia en ella.

Eso no había cambiado al corromperse, pero sí al ser sus ojos agujereados por las flechas de la elfa. Su sentido principal, del que dependían, estaba inutilizado, así como sus más poderosos ataques a rango.

Podían sentir el aura de la viva, pero eran incapaces de determinar con precisión su localización. Así que golpeaban al aire, a sus propios compañeros, e incluso alguna vez a la tortuga.

La vampiresa se movía como pez en el agua en el caos. Se escondía tras las piernas para evitar los ataques de la tortuga, y a veces se subía sobre ésta para provocar los de los tríclopes. Sin duda hubiera sido más efectivo atacar directamente, pero no tan divertido.

Al darse cuenta, la elfa había negado con la cabeza y dejado de disparar. Se quedó vigilando ambos campos de batalla, por si sus aliados la necesitaban.

–¿Necesitas ayuda?– le preguntó a su hermana alada.

–No, puedo con ellos– respondió ésta.

–Nada que hacer...– suspiró.

–Hermana, uno por detrás– señaló la kraken con un tentáculo.

La arquera se giró. Quizás alertados por el ruido o las explosiones de maná, una manada de osolobos corrompidos se acercaba. La kraken sólo había visto el primero, pero Ojo de Azor permitía a la elfa ver más allá.

–Algo para entretenerme– se conformó.

El nivel de sus enemigos no era muy alto, así que los dejó acercarse. Su hermana podía lidiar con ellos si era necesario.



–Dispara– indicó la elfa.

Una flecha salió de un arco más pequeño. Era el tercero que disparaba Menxilya, y el primero que dio en el blanco.

–¡Le he dado!– exclamó ésta.

No sólo le había dado, sino que había atravesado las defensas del perdido. La niña no era una experta, ni tenía grandes habilidades, pero tanto el arma como la flecha eran de una gran calidad. Además, un Toque de Viento de nivel 100, sumado a un Toque Purificador, fueron demasiado para el ser nivel 63.

Sin dejar de vigilar a sus compañeros, había inmovilizado a los perdidos. Había utilizado unas flechas especiales del triple de longitud, que habían atravesado sus patas y clavado profundamente en el suelo. Eran el blanco perfecto para que la niña practicara y, quizás, leveara un poco.

Sus compañeros no tardaron mucho más en llegar hasta ella, y se quedaron un rato mirando. Eldi fue el único que intervino. Añadió algunas bendiciones a Menxilya, e incluso le Prestó Maná y Energía para que siguiera disparando.

Después, siguiendo las indicaciones de la azor, dieron buena cuenta de los seres corrompidos en las cercanías, antes de volver a la Fuente para descansar y esconderse. A excepción de la azor, que se quedó vigilando y explorando el terreno desde el cielo. Querían saber si volverían a aparecer enemigos.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora