Infiltración (I)

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Se movieron en silencio, esquivando a los perdidos con la ayuda de los Murciélagos de Gjaki. La azor les indicaba el camino más despejado, y, sobre el terreno, era la vampiresa quien los guiaba.

Goldmi, con Detectar Vida, se aseguraba de que no hubiera nada escondido entre los árboles o bajo la superficie, al menos a poca profundidad.

–Cada vez es más difícil– se quejó Maldoa.

–Sí, su densidad va aumentando– corroboró Eldi, que llevaba a Menxilya en su espalda.

La condición de la niña era peculiar. A pesar de su nivel no ser bajo, la mayor parte de su crecimiento iba a mejorar su profesión de profetisa. Además, no estaba acostumbrada a largas excursiones.

–Mi hermana dice que hay algo extraño. Voy a ver– avisó Goldmi.

Se subió a la lince, para que ésta mantuviera el paso con sus compañeros. Cabalgándola, conectó mediante Vínculo Visual con la azor. Dado que ahora carecían de su Detección, aprovecharon para buscar un lugar en el que descansar. Se refugiaron tras una pequeña colina, hasta donde la elfa fue llevada por su hermana felina.

–Sí que es raro. Hay dos perdidos bastante grandes peleándose. Hay otros en el suelo, que parecen estar heridos. Quizás se están recuperando– fue informando la elfa.

–¿Habrá un general?– sugirió la vampiresa.

–Eso creo, lo estamos buscando– respondió su amiga, sin dejar de mirar a través de los ojos de su hermana alada.

Los seres corrompidos no actuaban sin órdenes, a no ser que hubiera vivos cerca a los que atacar. Era inconcebible que se pelearan entre ellos, a no ser que alguien se lo ordenara.

No les costó mucho encontrarlos. Había dos, y no estaban en absoluto escondidos. Habían elegido cada uno a un perdido, y animaban al suyo. Llevaban haciéndolo durante días para pasar el rato.

Los perdidos se regeneraban poco a poco con la ayuda del miasma, aunque alguno había muerto. Ocasionalmente, irritada por la derrota, alguna de las sombras había hecho que mataran al que había elegido, y que no había cumplido con las expectativas.

–¡Esta vez la victoria es mía!– exclamó una de las sombras.

–Maldita sea. Ese lobo estaba tarado– se quejó la otra. Su elegido tenía ahora una pierna rota.

En ningún momento, se dieron cuenta de que estaban siendo vigiladas.



La elfa abrió los ojos, desconectando de su hermana. Le costó unos segundos y unos cuantos parpadeos volverse a situar.

–Son dos. Están usando a los perdidos para que peleen, como un espectáculo, supongo. Deberíamos poder llegar lo suficientemente cerca para tenerlos a tiro. ¿Qué os parece?– sugirió Goldmi.

–¿No nos desviaríamos?– se preocupó la drelfa.

–Un poco, pero acabaríamos con dos de esos seres. Así, será más difícil que nos descubran. Sin ellos, aunque nos vean los perdidos, no tendrá importancia– valoró Eldi.

–¿No se darán cuenta de que faltan?– dudó de nuevo Maldoa.

–¡Mejor! En cuanto cojamos el túnel, nos iremos por otro lado. Que se queden buscando fantasmas– le pareció divertido a Gjaki.

–Casi lo dices como si fuera mejor ir buscándolos para eliminarlos– la miró la drelfa, sin saber muy bien qué pensar.

–Pues no sería mala idea– se apuntó Goldmi.

–Sí, matar malos– se sumó el hada.

–¿Decidido? ¿Puede Pikgra ir mirando si hay más cerca?– sugirió el alto humano

–¡Pikshbxgra los encontrará para tío Edi!– aseguró el hada, pronunciando su impronunciable nombre.

–¿Te parece bien, Menxilya?– quiso asegurarse la vampiresa.

Si la niña decía que no, renunciarían. Habían prometido tomar sus predicciones muy seriamente.

–Como queráis– se mostró ella indiferente.

La idea de eliminar aquellos seres le parecía bien, aunque no sentía que fuera especialmente bueno o malo para su propósito. De hecho, sus visiones no venían cuando ella quería, sino que llegaban de improviso, siempre en forma de sueños. A veces, incluso soñaba despierta.



Avanzaron en la dirección indicada por el ave albina. No iban directos a las sombras, sino que daban un rodeo para moverse por las zonas menos densas.

A menudo, tenían que volver atrás para evitar enemigos escondidos. Como una zona de árboles habitada por unos insectos negros que en el pasado quizás habían sido abejas. Era difícil de decir.

–Tenemos que pasar por ahí– indicó Goldmi.

–No hay un camino fácil. Tendremos que crearlo otra vez– suspiró la vampiresa.

–No te quejes tanto. Te paso maná– activó Eldi Préstamo de Maná.

Tras recibirlo, Gjaki sonrió traviesa y avanzó con Oscuridad, mientras iba creando Muros Tenebrosos. La magia de oscuridad era quizás la única que no alertaba a los perdidos, y no eran capaces de percibir a los vivos a través de aquellos muros.

El único problema era el elevado gasto de maná, pero, por ahora, podían manejarlo. De esa forma, superaron el terreno plano por el que hubieran sido vistos por los perdidos cercanos.

Siguieron avanzando, ocultándose tras los desniveles cuando los había. Tras los muros, cuando no quedaba otra opción. De hecho, esta última estaba siendo la situación más habitual a medida que se aproximaban.

–¡Se acerca una patrulla! ¡Venid aquí, deprisa!– los apremió Gjaki.

Se escondieron bajo Protección de las Sombras, justo a tiempo para ver pasar a un grupo de centauros corrompidos trotando. Eran bastante peligrosos, pues, aunque corrompidos, conservaban algo parecido a su antigua inteligencia. Al menos, podían recibir órdenes un poco más complejas, y valorar situaciones con cierta autonomía.

Aunque estaban tras un árbol, uno de ellos se aproximó lo suficiente como para chocar contra el hechizo. Se detuvo y se lo quedó mirando, mientras los habitantes en el interior contenían la respiración. No es que se les pudiera escuchar desde fuera, pero esa había sido la reacción inconsciente.

El perdido miró a un lado y a otro, hasta que se volvió para de irse, para alivio de los que estaban escondidos en el hechizo. Aunque contaba con cierta inteligencia, la magia de oscuridad era algo demasiado familiar allí como para darle mayor importancia.

Tras darse media vuelta, siguió su camino hacia sus compañeros. Inesperadamente, volvió a detenerse, mirando al suelo atentamente. Se giró, y siguió las huellas hasta el refugio de maná.

–¿Nos ha descubierto?– temió la niña.

–Preparaos– advirtió muy serio Eldi.

En otra situación, podrían simplemente irse hacia otro Portal que hubieran puesto un poco más lejos. Sin embargo, el miasma imposibilitaba su uso.

Del centauro corrompido surgió un alarido, haciendo que sus compañeros dieran media vuelta y corrieran a su posición. Mientras llegaban, invocó una lanza de miasma y atacó la Protección de las Sombras. Sin duda, habían sido descubiertos.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora