Atrapados

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–¿¡Qué le has hecho!?– exigió Gjaki, entre dientes. Apenas podía hablar.

–¿No deberías preocuparte más de ti misma?– se burló Kan Golge –No te preocupes, no morirá por eso, como mucho, se desmayará. Solo he hecho que cada gota de su sangre le cause dolor, no es algo que nadie pueda resistir. ¡Ja, ja! Como tendré buen corazón, el tuyo, le libraré luego de su Agonía, para siempre. ¡Ja, ja ja!

–¡No te lo permitiré!– amenazó ella.

–¿Y qué piensas hacer? ¿Crees que mis hijos no quisieron liberarse? Tenían más experiencia que tú, cientos de años más, y ni siquiera tuvieron una oportunidad. Tardé sesenta años en desarrollar esta habilidad especial contra vampiros ancestrales. Tengo que quemar mi sangre, pero es infalible. Voy a disfrutar viéndote agonizar mientras te arranco el corazón y te extraigo la sangre. ¡Vais a pagar por lo que me habéis hecho!– amenazó él, acercando su mano al corazón de la guerrera de sangre.

Tétricas uñas de miasma se extendían para atravesar a la paralizada vampiresa. Por más que intentara controlar su poder, le era imposible liberarse. La sangre de Kan Golge ejercía de poderosos grilletes, impidiéndole canalizarlo.

Aunque éste frunció el ceño cuando se encontró con la armadura que ella llevaba. Era más resistente de lo que había imaginado. Canalizó más miasma para corroerla lo antes posible. Si bien estaba indefensa, mantener la habilidad tenía un alto coste.

A pesar de la alta calidad, la armadura empezó a perder consistencia, a ceder al avance del miasma. Sólo necesitaba unos segundos más para romper la defensa y llegar hasta su corazón, pero unas largas uñas se clavaron profundamente en su brazo.

Debido a Disrupción Sanguínea, el hechizo se canceló, además de perturbar lo que le quedaba de sangre. Gjaki había añadido también las maldiciones Desangrar, ¡Quieto!, Debilidad y Entumecimiento, aunque no sabía cuán efectivas serían.

Con Arañar y Garras de Acero, la vampiresa había aumentado la extensión y dureza de sus uñas. En la otra mano, apareció una daga que se clavó en uno de los ojos del incrédulo Kan Golge. Lo había cogido por sorpresa, y no había protección de miasma entre ellos. Tenía que ser así para poder extraerle el corazón.

Ella siguió con un Cabezazo, y una patada giratoria que le rompió la nariz

–¿¡Cómo!?– se negaba a aceptarlo el vampiro, mientras era lanzado hacia atrás.

Su brazo había desaparecido tras el ataque, y se estaba reformando. Con el otro, se sacaba la daga del ojo, que sí sangraba. No obstante, no parecía sentir dolor.

La vampiresa lo miró desafiante, empuñando ahora ambas dagas.

–¿De verdad creías que una habilidad tan patética podía retenerme? Eres sorprendentemente ingenuo– lo provocó ésta.

Lo cierto es que la había sorprendido hasta qué punto la había dejado indefensa, aunque no la existencia de la habilidad. Ljila, la hija de Kan Golge, la había avisado, aunque no era lo único que había hecho.

La única otra vampiresa ancestral que conocía le había dado su sangre, junto a un método para contrarrestar los Grilletes de Sangre. Había dedicado décadas a estudiarla, a diseñar una contramedida, en preparación para un presunto enfrentamiento.

No había tiempo para que Gjaki la aprendiera y la adaptara a su propia sangre, ya que Ljila la había creado pensando únicamente en ella. Así que había optado por la solución más práctica, le había dado su sangre a Gjaki para que pudiera ejecutarla a través de ésta, a pesar de que eso debilitaría a Ljila por un tiempo.

Sin duda, la vampiresa estaba ahora fanfarroneando, pues no las había tenido todas consigo. Por suerte, había funcionado.

Kan Golge la miró fijamente, incrédulo, cuando un potente ataque golpeó su espalda, destruyendo la capa de miasma e impactando en su cuerpo.

El ataque venía de Eldi, lo que desconcertó del todo al vampiro, incluso empezó a asustarse. Su enemiga no debía de poder moverse debido a los Grilletes de Sangre, y aquel humano debería estar Agonizando de dolor, si es que no se había desmayado. Sin embargo, allí estaba, de pie, atacando.

La verdad era que Agonía seguía activa, pero la habilidad de sangre no le impedía moverse, sólo le ocasionaba un insoportable dolor. Y eso era precisamente lo que contrarrestaba Esto no es nada, una habilidad que le permitía ignorar el dolor.

Él y Gjaki habían intercambiado miradas, así que había estado esperando en el suelo a que ella atacara. Llegado el momento, había reunido todo su maná en un Rayo Elemental, un hechizo que combinaba los cuatro elementos a los que era afín. Sin duda, su ataque más poderoso a rango, aunque había agotado todo su maná para ello.

Kan Golge exprimió su miasma para contrarrestar el ataque, que había destrozado la mitad inferior de su cuerpo y amenazaba con seguir con el resto. Al mismo tiempo, tenía que defenderse de la vampiresa, que se abalanzó sobre él.

El vampiro cruzó sus brazos al frente, a la vez que reunía parte de su miasma delante de ellos, y se preparaba para contratacar. Estaba tan furioso como confundido y asustado.

Para su sorpresa, Gjaki no atacó, sino que saltó hacia atrás en el último momento. Por un instante, no entendió por qué, hasta que cientos de flechas cayeron sobre él.



Goldmi, Sincronizada con la lince, había estado esquivando y debilitando la estructura, pero también se había acercado al perímetro del hechizo, y alejado de las plantas.

Era arriesgado, pues le dificultaba esquivar los ataques que venían desde esa dirección. No obstante, no se había acercado tanto como para que fuera imposible.

Finalmente, había invocado Agujero Negro. El hechizo había atraído todo lo que había alrededor, incluido el miasma que componía el hechizo. Al menos, la porción que estaba cerca de ella.

Había creado un boquete lo suficientemente grande para poder escapar, a lo que se había unido que Kan Golge estaba demasiado distraído como para ocuparse de ella.

Se había entonces dirigido a otra zona de plantas, y había pedido de nuevo un Préstamo de Maná. Lo había invertido casi todo en Retener una innumerable cantidad de flechas, esperando la señal del Murciélago de su amiga. También había invertido una gran cantidad de energía.

En cuanto la señal había sido dada, habían salido disparadas todo tipo de flechas. Algunas con Trampas de Luz, otras con Sobrecarga de Luz, con Flecha Penetrante, Afilar, Endurecer, algunas con Acelerar para que llegaran antes, incluso alguna Flecha Lenta. Entre medio, también había algunas Flechas Toscas para empujarlo y desequilibrarlo.

Por último, había disparado una Flecha Letal con toda su energía, después de un Préstamo de Energía. Esperaba que fuera suficiente.

Se quedó mirando, preparada para dirigirlas si era necesario con el maná que había reservado. Se había dejado caer al suelo, agotada, siendo recogida con suavidad por las plantas. Había invertido todo su poder en esos ataques.

Regreso a Jorgaldur Tomo V: Reencuentro (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora