Cosas que dijiste cuando estábamos asustados

8.8K 525 46
                                    

—¿Pietro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Pietro...? —Preguntaste, torciendo el cuello para tener una mejor visión de él.

—¿Hmm? —Masculló sin separar sus ojos de las estrellas. Él podía escuchar el temor en tu voz y supo en el momento en que te miro de vuelta que podías ver el mismo temor reflejado en sus ojos. Y él no podía sentir eso. Él tenía que ser fuerte por ti; por los dos.

—¿Qué...? —Pausaste, retrocediendo tu pregunta y diciendo otra cosa—. Deberíamos ir a bailar.

Pietro volteó a contemplarte antes de pausarse—no importaba, porque ya no lo estabas mirando de todas maneras.

—¿Deberíamos? —Pregunto, inconscientemente dibujando la figura de un ocho en la pequeña porción de piel en la que su mano descansaba.

—Deberíamos —confirmaste con un asentimiento determinante—. En este momento. Deberíamos ir a bailar ahora mismo.

 —Muy bien —accedió Pietro fácilmente, a pesar de no ser un bailarín. Sin embargo, por alguna razón, en ese momento él sintió que necesitaba esto; ustedes necesitaban esto.

—¿De verdad? —Preguntaste, abriendo tus ojos mientras volteabas a mirarlo, sus ojos se atrajeron instantáneamente.

 —Por supuesto —asintió, inclinándose hacia abajo y posando un casto beso en tus labios antes de que pudieras responder. Era desordenado y al revés pero fuiste instantáneamente calmada por ello de todos modos; siempre lo hacía—. Ya vengo —añadió al venirle una idea.

Te empujó hacia arriba suavemente, haciendo que te sentaras ya que habías estado descansando sobre su estómago y salió corriendo.

Volvió un momento después con un viejo iPod y sus cornetas de los que te habías rehusado a deshacerte, poniéndolos a un lado de ustedes en el techo.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntaste, aunque ya te estabas haciendo una idea.

—Estamos bailando —explicó Pietro, antes de que el silencio se transformara y una canción de Coldplay empezara a sonar—. Solo nosotros dos —Pietro caminó rápidamente hacia a ti, levantándote y envolviendo sus manos en tu cadera—. Es mejor así, ¿no? —Sonrió.

Reíste suavemente, llevando tus brazos alrededor de su cuello y acercándote a su calor. No podías creer que nunca podrías tener suficiente del sokoviano.

—Pietro —suspiraste, dejando caer tu frente en su hombro.

Sentiste sus brazos apretarse más a tu alrededor y de repente sentiste la urgencia de llorar. Estabas nerviosa, preocupada y ansiosa al mismo tiempo —en pocas palabras, estabas asustada; aterrada en realidad— al igual que él.

—Calla —murmuró Pietro en tu cabello—. Lo sé.

Trataste de volverte para mirarlo pero no pudiste. En cambio, optaste por respirar, apretando tus ojos tratando de pretender que no tendrían que enfrentar la muerte pronto.

—Todo estará bien —dijo Pietro con firmeza, a pesar de su propio miedo.

—¿Lo estará? —Preguntaste, tu voz vaciló cuando el terror se filtró a través de ti.

—Sí —dijo, sin su voz dejar espacio a una discusión.

Dejaste salir un pesado suspiro. —Pero...

—No —Pietro soltó—. Sin 'peros'.

—¿Y si ninguno de nosotros vuelve? —Continuaste, ignorando su petición—. Necesito que vuelvas.

—¿Cuándo no lo he hecho? —Suspiró Pietro, y te sentiste ligeramente más confortada.

Después de otro leve silencio y otra serie de pensamientos aterradores filtrándose en tu cerebro, hablaste.

—Tengo miedo —confesaste y por la rigidez de sus músculos pudiste notar que él también. Antes de que él lo admitiera.

—Yo también —exhaló—. Pero eso no significa que no voy a pelear —advirtió.

—Lo sé —murmuraste—, nunca te pediría que no lo hicieras. Pero, Pietro —luchaste contra él, moviéndote para mirarlo a los ojos. Eran como imanes, siempre atrayéndote—, solo en caso...

—No —Pietro sacudió su cabeza ferozmente—. No lo hagas.

Tomaste suavemente su mejilla con una triste sonrisa temerosa en tu rostro.

—Solo en caso de —reiteraste—, necesito que sepas que te amo.

Fuiste recompensada con una mirada aturdida en su cara  y la casi imperceptible ampliación de sus ojos, antes de que se acercara a ti y te besara.

—Yo también te amo —pronuncio contra tus labios, sus palabras no eran más que un susurro en el viento y aun así no pudieron haberte sonado más claras.

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora