Es tiempo para una campeona

4.6K 351 17
                                    

Te acostaste en la litera de abajo con el brazo estirado sobre tu cara, tosiendo mucho más fuerte de lo que alguien debería. Nadie sabía exactamente lo que te había pasado; tu solo te enfermaste repentinamente. Tan enferma... Tony dijo que estarías bien, al menos eso fue lo que le dijo a Pietro, queriendo que se calmara. Pero, como todos predijeron, eso no lo calmo; solo por unos cinco minutos.

Cuando empezaste a toser sangre y a tener convulsiones regularmente, ahí fue cuando perdió el control. Eras todo para él, incluso si no te dabas cuenta. Wanda podía saber lo mucho que te amaba sin fisgonear en sus pensamientos. Ella era ajena a decir menos. Él insinuó que te amaba y salió corriendo como la flecha de Clint.

Excepto que él estaba tan ajeno como tú. Antes de que la enfermedad se apoderara de ti, un torrente de amor vino. Tú honestamente no sabías lo que iba a pasar; él era tu mejor amigo, ¡al igual que Wanda! ¡No había ninguna manera de que él te amara también!

Él lo hacía. Lo hace, de hecho. Nadie sabía si lo lograrías y estaban muy preocupados. Realmente preocupados. Bruce dijo que la enfermedad que tenías era mortal; todos los que la habían tenido habían muerto luego de un mes, bueno, todo el que había estado documentado. Pero Pietro no podía perderte. Él ya había perdido a sus padres; ¡Wanda y tú eran las personas más importantes en su vida! Perderte no era una opción.

Habían pasado ya tres semanas y las personas estaban empezando rendirse. Steve dio su famosa línea cuando alguien en S.H.I.E.L.D. moría. "Ella era un buen soldado". Pero no estabas muerta. Claro, tus ojos siempre estaban cerrados; pero eso no te hacia muerta, ¿cierto?

«Niégalo», eso fue lo que él se dijo a sí mismo.

Pietro se sentaba en una fría silla de metal junto a tu cama todas las noches, hablando sobre su día y lo mucho que te extrañaban; lo mucho que él te extrañaba, aunque el sonido de su voz solo estaba rebotando contra las paredes. Tú no lo podías oír. Estabas "muerta".

Las constantes voces le decían: "déjala ir", corriendo por su cabeza al mismo tiempo que el corría. Una noche, mientras él te hablaba, él se quebró completamente. ¿A quién estaba engañando? Tú nunca sobrevivirías.

«¡Mira todos los hechos, Pietro!» pensó.

Las lágrimas bajaban por su cara como pequeñas cascadas claras  y golpearon contra el suelo. Él ya no podía soportarlo. El amor de su vida estaba muriendo y él no podía hacer nada más que mirar. Era una tortura.

—Por favor —te nombro—, vuelve a mí, mi rayo de sol. Necesito decirte lo mucho que te amo —sollozó contra sus manos—. Por favor...

Una tos salió de tu garganta hinchada y soltaste un jadeo un minuto más tarde. Sus ojos rojos e hinchados se abrieron y te contemplo.

—¿Me puedes dar agua? —Suspiraste con voz rasposa.

Él tomo un vaso de la cocina en un par de segundos y lo inclino sobre tu boca cuidadosamente. Tragaste y sonreíste.

—Yo también te amo.



Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora