Libros y pesadillas

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Era tarde en la noche y estabas en tu cama tratando de dormirte, pero no podías. Así que levantaste tus sabanas, te pusiste tus Converse, tomaste tu libro favorito y saliste de tu habitación hacia la cocina; trataste de ir lo más silenciosa que pudiste ya que todos en la Torre estaban durmiendo.

Entraste a la cocina y encendiste las luces. Te moviste hacia los gabinetes para hacer algo de té, tomaste tu taza favorita y sacaste la leche del refrigerador.

Hiciste tu té y te acomodaste en el sofá con tu libro y la suave manta que siempre estaba en el espaldar del sofá.

Habías estado leyendo desde hacía al menos dos horas, habiendo hecho otras tres tazas de té. Estabas a punto de llegar a la etapa cumbre de la historia cuando escuchaste un fuerte grito y un gruñido en el pasillo. Titubeante, pusiste tu libro en la mesita y levantaste la manta.

Cautelosamente te abriste camino hacia el pasillo. Acercándote a los gruñidos y gritos te diste cuenta de que venían de la habitación de Pietro y que estaba teniendo una pesadilla.

Te preocupaste por los sonidos que venían de la habitación, sabiendo que Wanda no estaba en la Torre esa noche—ella estaba en una misión y no podía venir a ayudar a Pietro cuando tenía sus pesadillas.

Entraste a la habitación, cerrando la puerta detrás de ti. Notaste mucho movimiento y gruñidos en el rincón de la habitación en donde se encontraba la cama del chico. Él estaba rodando de un lado a otro, murmurando. Su frente estaba bañada en sudor y su franela completamente mojada. Lentamente las levantaste, le quitaste las sabanas y apartaste el cabello de su rostro, diciendo su nombre para que despertase.

—Hey, amigo, despierta. Es solo un sueño —dijiste lo suficientemente alto para que él escuchara.

Pietro se levantó moviéndose al rincón de su cama absolutamente aterrado.

—¿Q-que estás haciendo aquí? —Pregunto, tensando ligeramente su cuerpo.

—Te escuché teniendo una pesadilla así que vine a asegurarme de que estuvieras bien —dijiste silenciosamente, mirando hacia al piso con tus mejillas ligeramente ruborizadas al ver su pecho marcado.

Él se relajó y suavizó su mirada.

—Disculpa si te desperté —dijo avergonzado.

—No, no lo hagas, no estaba durmiendo de todas maneras. ¿Estás seguro de que estas bien? —Preguntaste con preocupación.

—S-si estoy bien, solo era un sueño desagradable —dijo mirando hacia un lado y bajando su cabeza, exhausto.

—¿Quieres acompañarme en la cocina? Te haré compañía y algo de té —le sonreíste, esperando que accediera. Secretamente amabas su compañía. Todos pensaban que él era egocéntrico y orgulloso en el exterior. Pero tu sabias que solo era un suave peluche en el interior que siempre necesitaba un abrazo.

—Sí, seguro. Tal vez me haga sentir mejor —dijo, levantándose de la cama.

Tomó una franela seca en su camino a la puerta y se la puso.

Los dos caminaron a la cocina, inmediatamente fuiste y le hiciste un té herbal para calmar sus nervios. Una vez que estuvo listo caminaste hacia él y le ofreciste la tibia taza. Te sentaste junto a él.

—¿Me leerías algo? —Preguntó, señalando tu libro con una cálida media sonrisa en su rostro.

Miraste tu libro y frunciste el ceño.

—Bien, creo que podría —suspiraste.

Tomaste tu libro y te acercaste al amplio sofá. Pietro levantó su brazo señalando que te sentaras junto a él. Te acercaste a él, con el calor subiendo a tus mejillas.

Empezaste a leer tu libro. Luego de un rato sentiste a Pietro dejarse llevar por un sueño tranquilo y sonreíste.

Levantaste la manta y lo cubriste antes de seguir leyendo para ti durante unos minutos más.

Eventualmente te sentiste cansada y te quedaste dormida con el libro aún en tu mano. Posaste tu cabeza en su pecho, con el sube y baja de su pecho arrullándote.

Afortunadamente no te habías dado cuenta de que Pietro, de hecho, había estado despierto todo ese tiempo, y cuando te quedaste dormida sobre él, levanto sus parpados para mirarte durante un minuto antes de apretarte un poco más a él, haciéndolo sentir segura antes de quedarse dormido.




Natasha y Bruce caminaron hacia la cocina en la mañana para hacer su desayuno y te encontraron con Pietro dormidos en el sofá, los dos se sonrieron para sí mismos antes de llamar al resto de los Vengadores a echarle un vistazo a la escena.

—Finalmente, Dios mío, cuanto les toma a esos dos darse cuenta de que se babean el uno por el otro constantemente —se quejó Tony antes de ir prepararse algo de café.

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora