Obscenidades

17.3K 804 292
                                    

Ese maldito sokoviano siempre se andaba metiendo en problemas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ese maldito sokoviano siempre se andaba metiendo en problemas.

Habías sido parte de S.H.I.E.L.D. durante algún tiempo ya, pero había sido recientemente que te habías mudado de su segunda base de los Estados Unidos en Sacramento a tu ubicación actual: la Torre de los Vengadores en la ciudad de Nueva York. Una vez que Fury notifico a la cabeza del sector de California que se necesitaban más entrenadores debido a la nueva abundancia de héroes, fuiste escogida sin pensarlo dos veces debido a tu experiencia física e intensa tenacidad. Cuando fuiste reubicada, esperaste algo de ensayo y error. Esperaste misiones más fuertes. Lo que no esperaste, sin embargo, era que se robaran tu corazón —arrancado directamente de tu alcance— por uno de tus nuevos reclutas.

Estabas concluyendo tu sesión de entrenamiento con Wanda Maximoff. Su problema era que su enfoque era fuerte pero luchaba con la confianza de llevar a cabo la acción. De repente, una pequeña ráfaga de viento voló hacia a ti y te encontraste riendo. Wanda te miro socarronamente y un poco ofendida. Rápidamente dejaste la sonrisa que estaba en tu cara y espetaste—: Lo siento. No tengo idea de porque hice eso.

Wanda se encogió de hombros antes de que la misma ráfaga de viento reapareciera y estuvieras riendo de nuevo. Habiendo presenciado la interacción, Wanda rodó sus ojos y se quejó.

—Nechat¹, Pietro. Estoy tratando de terminar mi entrenamiento —a la mención de su nombre, Pietro se paró junto a la puerta y se volvió hacia a ti y a Wanda con una sonrisa estúpida en su rostro.

—En realidad, creo que estas bien por hoy. Ve a descansar —declaraste. El rostro de Wanda se ilumino a la idea de haber terminado y rápidamente salió del complejo de entrenamientos, dejándote con tu último aprendiz del día: Pietro.

—¿Qué tienes hoy para mí, milenka²? —Su acento aterciopelado del este de Europa hizo que tus rodillas flaquearan mientras te contemplaba. Pero nunca le darías la satisfacción de hacerle saber eso.

—¿Qué significa eso? ¿Milenka? —Rio y sacudió su cabeza antes de correr hacia a ti, haciéndote cosquillas de nuevo y regresando a su posición original como si nada hubiera pasado. Retorciéndote con una sonrisa en tu rostro, lo señalaste con tu dedo—. ¡Y para con las cosquillas! Yo soy la figura autoritaria en este entorno. No puedes solo...

Antes de que pudieras siquiera finalizar tu oración, Pietro estaba junto a ti de nuevo. Solo que esta vez se quedó a tu lado y empezó a hacerte cosquillas continuamente. No pudiste evitar empezar a reír mientras intentabas alejar sus dedos de ti. Eventualmente, perdiste tu posición y caíste al piso acolchado. Por un breve momento pensaste que te habías librado de Pietro y trataste de recuperar el aliento. Desafortunadamente para ti, Pietro ni siquiera vacilo en posicionarse sobre ti con una gigante sonrisa en su cara y continuando con las cosquillas.

Luego de un minuto, él paro y tomaste la oportunidad para recuperar el aliento. Una vez que estuviste respirado con normalidad, te hiciste consiente de que el cuerpo de Pietro estaba sobre ti y de sus deslumbrantes ojos azules contemplándote. Meros momentos después de que sus ojos se encontraron, los brazos de Pietro cedieron y su cuerpo —más importante— cayeron sobre ti.

Por un segundo o dos, estuviste tan conmocionada de que esto estuviera pasando que olvidaste besarlo de vuelta. Con miedo de que te hubiera asustado, Pietro empezó a alejarse. Sin embargo, te diste cuenta de tus propias intenciones y envolviste un brazo alrededor de su cuello y lo atrajiste hacia ti. Cuestionaste su motivación hasta que sus manos bajaron hasta tu trasero y lo apretó con fuerza. Sonreíste para ti misma; siempre supiste que era un hombre de traseros.

Dejaste sus labios y lentamente arrastraste tu boca hacia su mandíbula y hasta su cuello, hasta que alcanzaste ese lugar que lo hizo jadear. Sonriendo un poco en victoria, inmediatamente empezaste a atacar el espacio sensitivo con tu boca. Un torrente de maldiciones —en español y sokoviano— arrojo la boca de Pietro mientras continuabas con tu asalto; succionando, besando, e incluso mordiendo gentilmente su cuello hasta que estuviste segura de que dejaría marca.

Tus labios regresaron a los de él como un imán y fue ahí cuando notaste la erección de Pietro apretada contra tu muslo. Acercando tu mano hacia abajo, empezaste a palmar su entrepierna, lo que causo que dejara salir un ruidoso gemido. Mientras seguías palpándolo, tus labios se alejaron de los de él una vez más mientras sacabas su camisa por su cabeza. Entonces, lentamente empezaste a besar su torso, sintiendo su miembro palpitar bajo tu mano por el contacto.

Cuando finalmente llegaste a sus pantalones, decidiste atormentarlo al desabrochar su cinturón con lentitud y llegar hacia la tela de su pantalón con aún más lentitud y delicadeza. Pietro, nunca de tomar las cosas con calma, le gruño a tu táctica y se arrancó sus pantalones tan rápido que no pudiste reaccionar. Haciéndote la idea, no perdiste tiempo en remover su bóxer para revelar su miembro. Tu mandíbula cayo un poco causando que Pietro sonriera con orgullo. No obstante, te acercaste a este y lamiste una larga franja a un lado de su miembro, curvando tu lengua en la punta antes de sumirlo dentro de tu boca.

—Oh, maldición... Eres tan buena... mierda, cmúľať péro milenka³ —emergiste para sonreírle y luego de un momento lo tuviste de vuelta en tus labios. Sus manos fueron hasta tu cuello y te acerco a él, volviéndose a un lado cambiando de posiciones así que ahora él estaba sobre ti—. Estas usando demasiada ropa, princeznà⁴ —murmuro sobre tus labios y en un abrir y cerrar de ojos te redujo a tu ropa interior, y en ese momento silenciosamente agradeciste el no llevar brasier deportivo al entrenamiento. Las manos de Pietro vagaron por tu cuerpo mientras te besaba, eventualmente encontrando el broche de tu brasier y desabrochándolo. Una vez que tus pechos estuvieron libres, él inmediatamente empezó a masajearlos profusamente, haciéndote gemir por el inesperado contacto.

Después de que él decidió que tus senos habían recibido suficiente contacto, una mano bajo por tu estómago y descansó en la orilla de tus pantis húmedas. Pietro rompió el beso para gruñir en tu oído.

—Mhm princeznà, estas tan mojada para mí —sin advertencia alguna, su mano paso por debajo de la tela y empezó a acariciarte.

—Oh, Pietro... Maldición, ahí —gemiste en voz alta, mientras la boca de Pietro había encontrado un nuevo hogar en tu cuello. Sus dedos índice y medio pronto te penetraron y gemiste su nombre aún más alto—. Pietro... te quiero dentro, maldición. 

Con una sonrisa en su rostro, Pietro abandono tu cuello y acerco sus labios a los tuyos juguetonamente y respondió—: ¿Bueno, y porque no lo dijiste? —Antes de meter su miembro dentro de ti de momento sin aviso alguno.

Gritaste y gemiste su nombre, arañando su espalda y tirando de su cabello mientras él te embestía. Él gemía contra ti, maldiciendo en todo tipo de idiomas y acariciando tus pechos una vez más para darte aún más placer. Rápidamente encontraste un ritmo que te hizo notar que no durarían mucho.

—Maldición Pietro, estoy cerca... —te las arreglaste para forzar las palabras entre gemidos y tu respiración pesada.

Pietro asintió y te miro directamente a los ojos.

—Vente para mí, princeznà —no estuviste segura de sí fue el repentino contacto visual, el sokoviano, o simplemente todo el placer que estabas recibiendo al mismo tiempo, pero de pronto te viniste más fuerte de lo que lo habías hecho antes. Gritaste el nombre de Pietro al llegar al clímax y Pietro alcanzando el de él también. Una vez que él acabo, rodó posicionándose a tu lado en el piso. El único sonido que podía escucharse en la habitación eran sus respiraciones pesadas. Sonreíste y suspiraste.

—Wow, eso fue...

—Increíble —espeto Pietro, completando tu declaración. Asentiste en concordancia. Él te acerco él y descansaste tu cabeza en su caliente y sudoroso pecho.

—Bueno, supongo que esa es una buena forma para entrenar.




¹Vamos.

²Amante.

³Chúpame la polla, amante.

⁴Princesa.

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora