Entrenando con Pietro

5.3K 339 4
                                    

—Te ves muy bien aquí abajo —te felicito. Lo miraste y soltaste un gruñido de desagrado—. No me mires así... —se quejó en broma, con sus manos en tus brazos haciéndote moverte antes de darte cuenta de que él se había movido.

—Pietro... —suspiraste, pasando una mano por tu cabello—. ¿Tienes que hablarme como si estuvieras diciendo una broma sucia?  —Tus ojos revolotearon tratando de encontrarse con los de él, atrapándolos por un momento. Él te sonrió antes de que su velocidad lo hiciera desaparecer de tu vista de nuevo, con un rayo azul dejando un rastro como de humo por un segundo.

Esperando un ataque, te volteaste rápidamente, tratando de atrapar el rastro de rayo azul que podría, si tenías suerte, bloquear uno de sus movimientos. No es que hubiera funcionado antes, de ninguna manera. Te paraste lista, pero no estabas preparada para el viento detrás de tu cuello, que se desvaneció antes de que pudieras voltearte.

—¡Pietro! —Respiraste con insatisfacción, creciendo esta aún más cada vez que se burló y bromeó.

—Te gusta, no finjas —rio en tu oído, desde atrás de nuevo. Te giraste una vez más, sin poder atraparlo.

—¡Maldición, Pietro! ¡Solo muéstrate! —Gruñiste, sintiendo el calor en tus mejillas que sin duda se colorearon de rosa.

Uno de los mayores problemas de entrenar con Pietro era que nunca se igualaban. Pero aparentemente, él necesitaba practicar. No debiste esperar nada. No obstante, pensaste que podías esperar sus acciones. Esperaste preparada a que viniera hacia a ti desde atrás con tu taser¹ listo para cuando viniera por detrás para darle en su estómago.

No es que funcionara cuando vino desde el frente. Uno de sus brazos rodeo un lado de tu cadera antes de deslizarse alrededor de tu cintura, su mano en tu columna mientras te levantaba del suelo, moviéndote a varios metros lejos del forestal en el que habían estado entrenando. No soltaste nada más que un gruñido cuando el taser cayó en la nieve. Finalmente, cuando se encontró en el área abierta, camino hacia adelante, dejándote en la nieve y se cernió sobre ti con sus cuatro extremidades en un movimiento rápido.

Sin necesidad de decir que quedaste sin aliento y con los ojos bien abiertos. Le diste un empujón a sus hombros.

—No seas así —bromeo, dándote esa mirada que prometía que no iba a dejar de jugar contigo. Y no es que realmente quisieras eso.




¹Arma de electrochoque.


Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora