La decisión de Pietro

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Refregaste tus ojos mientras Pietro te observaba. Tenía sus brazos cruzados, luciendo determinado. Gemiste y hablaste de nuevo.

—Nosotros solo... ¡no podemos vivir juntos! Sería un desastre —sacudiste tu cabeza y te recostaste contra la pared.

No pensaste en lo que estabas diciendo pero estabas muy aterrada de que Pietro pudiera dejarte, solo no querías terminar decepcionada al final.

—¿Porque? Somos adultos... —podrías verlo formar una arruga en el entrecejo de su hermosa cara y pensaste que pelearían durante toda la noche.

Te reíste con nerviosismo, tratando de encontrarle lo divertido a la situación pero supiste que habías fallado cuando él suspiro.

—Pensé que íbamos en serio, tu y yo —él trago.

Su voz cambio, sonó triste. Mordiste tu labio inferior, dolida profundamente por sus palabras. Tus ojos se llenaron de lágrimas y la única cosa que lograste murmurar fue—: Lo es.

—¿Entonces qué? —Él pareció molesto y algo en tu garganta hizo que difícilmente no lloraras cuando respondiste.

—¿Qué haré cuando te vayas?

Él frunció su ceño, confundido.

—¿Qué?, ¿por qué me iría? —Pregunto.

—No lo sé, tal vez por alguna otra chica; porque así es la vida... Y hay muchas otras chicas hermosas a las que les gustaría... —murmuraste.

No pudiste terminar la oración, él ya se había ido y tú estabas parada sola en la habitación vacía. Tu corazón se rompió lentamente en pequeños pedazos.

Pero unos segundos después sus brazos estuvieron alrededor de tu cintura y tú suspiraste a través de tus lágrimas. Su cuerpo contra el tuyo era la mejor sensación que conocías. Él estaba tan cerca que podías sentir su aliento fresco en tu boca.

—¿Miedo de eso? —Susurro.

Lo miraste y asentiste, perdida ya en sus profundos ojos azules. Él se mantuvo en silencio y te beso con lentitud. Su lengua alrededor de la tuya era suave, podías sentir esa sensación agradable de hormigueo que solo él podía provocar de pies a cabeza. Él quedo sin aliento después de besarte apasionadamente pero finalmente retiro sus labios.

—Entonces cásate conmigo —él susurro en tus labios.

Sus ojos reflejaban ansiedad y miedo. Tu corazón se saltó un latido y dejaste de respirar. Levantaste tu cabeza para mirarlo, con los ojos bien abiertos.

—¿Qué? —Jadeaste, frunciendo un poco el ceño. Pensaste que tal vez no podías haber comprendido.

Él metió la mano en su bolsillo y te dio una pequeña caja. Esa era, con certeza, la razón por la cual se había ido hace unos minutos.

Lo abriste para descubrir un hermoso anillo con una línea de diamantes. La joya más asombrosa que habías visto en toda tu vida se hallaba en tu mano.

—Cásate conmigo —repitió, elevando un poco más su voz mientras tú observabas el anillo.

Pestañeaste sorprendida. No esperabas eso, ni en un millón de años. Habías perdido tus palabras y lo único que apenas pronunciaste fue—: Pero...

—Yo te pertenezco. Estaba molesto porque no podía encontrar una manera para mostrarte lo mucho que significas para mí, y aun creo que no es suficiente pero... Tu eres mi norte y mi sur, y nunca habrá una canción, palabra o algo más en el universo que exprese lo mucho que te amo... —pauso, aun observándote—. Y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado.

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora