Guerra plateada (Parte 1)

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Pudiste escuchar el ligero zumbido pasar por tu oreja cuando una repentina luz blanca te cegó aunque tus ojos estuvieran cerrados

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Pudiste escuchar el ligero zumbido pasar por tu oreja cuando una repentina luz blanca te cegó aunque tus ojos estuvieran cerrados. No podías dormir a menos de que la habitación estuviera completamente teñida de negro. Solo había una persona lo suficientemente estúpida para hacer algo como eso. Ten sentaste recta en tu cama.

—¡PIETRO! —Gritaste y pudiste escuchar una grave risa que venía desde el pasillo. Tiraste tus sabanas y abriste la puerta mientras corrías en la dirección de la risa.

Finalmente, lo encontraste sorbiendo café en la cocina mientras el resto de los Vengadores pretendían comer su comida. Pero con toda honestidad, ellos los estaban mirando a ustedes dos.

—¿Cuál es tu maldito problema? —Dijiste entre dientes.

Esta no era la primera vez que te jodía. Primero habría un odioso silencio. Él no te hablaría y cuando estuvieras en tu habitación te hablaría en sokoviano. Pero últimamente se había vuelto más atrevido. Había esparcido tu ropa por toda Manhattan y escondido todos tus electrónicos. Tú eras una chica grande, podías manejar este juego de niños. Pero cuando empezó a joder con tu sueño, ahí fue cuando cruzó la línea.

Te sonrió al borde de la taza de su café, mirándote de arriba abajo.

—Linda pijama —tu cara se calentó, tratando de recordar con que te habías ido a la cama. Vacilante, te miraste y sentiste la sangre irse de tu cara. Te habías puesto la franelilla negra más cómoda que abrazaba tus curvas en todos los lugares correctos. Pero era algo transparente y había frío en la Torre esa mañana. Trataste de cruzar tus brazos sutilmente, Tony estaba tratando de tapar su risa tosiendo pero aún era obvio. Tus ojos captaron la ropa interior familiar azul con plateado y, si era posible, tu cara se puso aún más roja. Con la poca dignidad que te quedaba intacta, lentamente retrocediste y saliste de la habitación. Tony no pudo contener más su risa cuando vio la escritura en tu ropa interior. En letras negras estaba la palabra: "muérdeme".

Caminaste de regreso hacia tu habitación. Tu corazón seguía latiendo como un martillo en tu pecho, con lágrimas de vergüenza cayendo por tus mejillas. Una vez que llegaste a tu habitación cerraste la puerta cuidadosamente y te deslizaste hasta el piso. Te recostaste contra la puerta y fuertemente abrazaste tus rodillas tratando de ahogar los dolorosos sollozos que sacudían tu cuerpo. No eras súper como el resto de los Vengadores, solo eras una agente de S.H.I.E.L.D. y habías trabajado mucho para ganarte su respeto, solo para que lo arruinara un idiota de platino.

Natasha se quedó en el pasillo escuchando como llorabas. Ella había entrado en la cocina justamente cuando Pietro había comentado sobre tu pijama y había venido a ver como estabas. Natasha había sido la única en reclutarte. Se habían vuelto cercanas a través de los años y le dolía el verte dolida. Maximoff lo iba a pagar.

Luego de haberte encerrado en tu habitación durante casi el día entero decidiste que era hora de enfrentar al mundo. Pudo haber sido peor; pudiste haber dormido desnuda como algunas veces lo hacías. Tomando tu libro favorito y tu iPod, caminaste hacia la sala. Te sorprendió que nadie estuviera ahí. Normalmente, los chicos estaban pegados a los excéntricos sistemas de juegos que Tony había creado. Sacudiendo todo, te sentaste en el rincón del sillón color crema y comenzaste a leer.

Sin haber pasado una sola página sentiste el familiar zumbido en el aire que hizo levantar el cabello de tu cuello. Tu corazón empezó a correr. No querías lidiar con Pietro en este momento. Rápidamente te moviste de tu puesto del sofá hacia la puerta que daba hacia la terraza solo para encontrar que tenía seguro. Moviste otra vez la manija sorprendida. Estas puertas nunca estaban cerradas.

—No sirve de nada, princesa; parece que el resto del grupo está cansado de nuestros juegos —tu sangre hirvió al escuchar la voz de Pietro.

Te volteaste para enfrentar a tu demonio personal. Se sentó en el lugar en que habías estado sentada no hacía ni dos minutos. Ignorándolo, fuiste hacia la puerta que daba a la cocina para encontrarte de nuevo con que estaba cerrada, justo como cada puerta que había en la sala. Resoplaste mientras Pietro te miraba como si fueras un insecto en un microscopio. Enfrentando el hecho de que no podrías irte hasta que alguien decidiera dejarte salir, te sentaste en el lado opuesto del sofá, encendiste tu música y empezaste a leer de nuevo.

Otro zumbido y una mancha borrosa plateada y tu libro ya no estaba. Miraste alrededor encontrando a Pietro frente a uno de los ventanales ojeando tu libro. Apretaste tu mandíbula antes de llevarte al sofá. Mientras él se quedó ahí mirando una página de tu ejemplar de El Conde de Montecristo. Con una rápida patada lo forzaste a quedar de rodillas, sorprendiéndolo. Quitándole el libro, le sonreíste a su expresión conmocionada.

—¿No viste eso venir? —Preguntaste con falsa inocencia. Buscabas otra forma de salida cuando el fuerte acento de Pietro llamó tu atención.

—''Siempre he tenido más miedo de una pluma, un tintero y una hoja de papel, que de una espada o una pistola''. —te congelaste al él citar una de tus frases favoritas del libro que sostenías en tus manos. Te diste la vuelta lentamente para encontrarte frente a frente con Pietro. Pero este era un Pietro diferente, no con el que te habías estado peleando los últimos seis meses. Este Pietro lucía abatido y vulnerable, no el engreído hijo de ustedes saben, que pensaba que el sol salía porque estaba enamorado de él.

Miraste sus suaves ojos azules y antes de que pudieras detenerte sentiste tus labios estrellarte contra los de él. Este definitivamente era un Pietro diferente. Sentiste sus labios moverse contra los tuyos, lo que te sorprendió lo suficiente haciéndote jadear cuando su lengua se abrió paso a tu boca. Estabas besándote con Pietro. Este beso no era solo un beso, era ira, tristeza y entendimiento. Lo que exactamente entendían ustedes dos del uno sobre el otro aún era incierto, pero no importaba.

—Humm, ¿chicos? Veo que resolvieron sus problemas, no exactamente de la forma que esperaba pero, ¿podemos pasar a jugar con el sistema de juegos? —La voz de Tony los sorprendió, haciéndolos separarse.

Al alejarse los labios de Pietro sentiste la necesidad de gruñir, lo querías de vuelta.

Cuando la puerta se abrió Pietro salió corriendo dejándote ruborizada y tan confundida como al resto de los Vengadores.

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora