Cuídate

7.8K 512 40
                                    

Nadie espera que alguien toque a su puerta a las tres de la mañana—de hecho, la mayoría de las personas no pensarían en responder el llamado de su puerta a una hora tan impía. Desafortunadamente para ti era un acontecimiento normal. No había una solo noche de viernes en que no esperaras escuchar el familiar sonido de nudillos golpeando la puerta de tu apartamento.

Te levantaste del sofá en el que habías estado sentada con una taza de café. Habías estado trabajando fervientemente en un tarea que necesitabas hacer lo más rápido posible. Tu trabajo te estaba tomando demasiado tiempo y necesitabas enfocarte en la universidad.

Con un pesado suspiro quitaste el seguro y abriste la puerta.

—¡¿Qué paso ahora?! —Preguntaste, horrorizada por la cantidad de sangre que salia por la nariz de Pietro.

—Puede que haya empezado una pelea —admitió—, así que pensé en pasar por aquí a preguntar por un pañuelo —había una sonrisa descarada en su rostro, una demasiada entusiasta para alguien que lucía como si le hubieran devuelto su trasero en un plato.

—¿Y ganaste? —Ladeaste la cabeza hacia un lado—. No pareces haberlo hecho muy bien.

Pietro se mofo. —Deberías ver al otro tipo.

Rodaste tus ojos. —Entra antes de que mis vecinos me acusen de acoger criminales.

Pietro se rio antes de entrar. Cerraste la puerta, mirando cómo se sentaba frente a tu laptop. Él tomo el dispositivo para analizar lo que habías escrito. Lo ignoraste y buscaste debajo del armario del fregadero el botiquín de primeros auxilios. Rebuscaste en el lugar antes de sacar unas toallitas con alcohol. Sabías que Pietro podía sanar rápido pero eso no significaba que querías verlo sentado en tu sofá con sangre goteando por su nariz.

Tomaste asiento junto a él.

—Esto es bueno —te alabó. Sonreíste y atrajiste su cara hacia a ti.

—Gracias —dijiste, mientras limpiabas con gentileza el puente de su nariz—. Tomare tu palabra.

—¿Aunque mi español no sea muy bueno? —Sonrió, inmutándose mientras la toallita raspo contra su carne cruda.

—Lo siento —te disculpaste por herirlo—. Y si, aunque tu español no sea muy bueno —tomaste sus manos, chequeando sus nudillos para ver si necesitaban atención.

—Ya están sanados —respondió a tu pregunta.

—Wow, Wanda —bromeaste—, gracias por leer mi mente.

Pietro frunció el ceño. —Tienes una nueva pintura —señalo la pared que una vez había estado desnuda.

—Sí —te encogiste de hombros—. Estaba demasiado simple.

—Pensé que habías dicho que querías pintar en ella —recordó la vez que le dijiste tus planes para el pequeño espacio.

Tomaste el control de la televisión y te hundiste más en el sofá, tomando tu manta del piso.

—No siempre podemos tener lo que queremos —dijiste mientras hojeabas los canales—. No tengo tiempo, estoy demasiado ocupada con el trabajo y la universidad —le tendiste una parte de la manta para que él la tomara. Él asintió con la cabeza comprensivamente antes de cubrirse con el material.

—Debería irme entonces para que puedas terminar.

Te volteaste a verlo con una mirada divertida. —Estoy demasiado distraída ahora, Speedy. Si te vas, probablemente me vaya a dormir.

—Yo desearía poder dormir —admitió. Él nunca podía pasar de una hora, su metabolismo era demasiado rápido—. Creo que me gustaría soñar.

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora