Revolcón de una noche (Parte 3)

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Antes de llamar el taxi, recordaste que estabas en pijama. Te dirigiste de vuelta a tu apartamento paras ponerte ropa decente. James había estado esperando al final de las escaleras, jugando con el cierre de su chaqueta.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —Le preguntaste a James. Él asintió lentamente con su cabeza y levantaste tu mano y silbaste con fuerza.

—Impresionante —él murmuro cuando dos taxis se detuvieron para llevarlos. Moviste tu cabeza hacia el que iba en la dirección de la Torre de los Vengadores y le abriste la puerta a James. Él se metió en el auto silenciosamente y diste la dirección de la Torre.

Los dos se sentaron en silencio mientras que iban camino a la Torre. El conductor puso la canción de Indiana Jones todo el camino para llenar el silencio. Al llegar a la Torre de los Vengadores, los dos prácticamente saltaron fuera del taxi. Llegaron al lobby en donde había una cabina telefónica con un solo botón para oprimir.

Le hiciste una seña a James para que presionara el botón pero el negó con su cabeza.

—Eres una bebé gigante —dijiste entre dientes y posaste tu dedo sobre el botón.

—Hola, les habla F.R.I.D.A.Y. ¿En qué puedo ayudarlos?

—Necesito contactar a Capitán América —ordenaste.

—Muy bien. Un momento —esperaron hasta que escuchaste a Capitán América hablar por la línea.

—¿Hola?

—¿Capitán América?

—Sí. ¿Con quién hablo?

—La chica que durmió con Pietro y que le pediste que buscara a James.

—Ah, sí. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Lo encontré. Traje a James conmigo. Por favor, déjanos subir.

—¿Bucky está contigo? —Pregunto el Capitán sin poder creerlo.

—No la escuches. Ella miente —escuchaste la voz de Pietro gritar en el fondo.

—Hola, viejo amigo —hablo James.

—Bucky, ¿eres tú?

—Sí —repentinamente escuchaste un fuerte zumbido y las puertas se abrieron, James entro y tú te quedaste parada afuera—. ¿No vienes? —Pregunto James.

Negaste con la cabeza. —No, te traje aquí pero el resto depende de ti.

—¿Vas a irte?

—Estaré en casa —James asintió y entro en el ascensor, te diste la vuelta y saliste a llamar un taxi. Te sentaste en silencio una vez más mientras el conductor conducía sobre el puente de Brooklyn. Le pagaste cuando se detuvieron frente a tu edificio. Frotando tus ojos subiste hacia tu apartamento y viste a Pietro parado frente a la puerta de tu apartamento, esperándote.

—¿Qué quieres, Pietro? Entiendo que estés molesto porque me fui pero, de verdad, he terminado de explicártelo.

—Lo siento —dijo. Pestañeaste con sorpresa.

—¿Qué?

—Lo siento, no lo había entendido hasta ahora. Natasha me lo explico. Me dijo que era cosa de una sola vez. Que las personas lo hacen todo el tiempo.

—No quería herir tus sentimientos. Solo pensé que lo sabias —caminaste hacia él.

—No lo sabía.

—Se eso ahora. Lo siento, Pietro. De verdad.

—No quiero ser algo de una sola noche —lo miraste con confusión—. No quiero dormir contigo una sola vez. Quiero más veces, quiero llevarte a comer y verte en la mañana.

—¿Estás diciendo que quieres salir conmigo? —Preguntaste, acercándote un poco más a él—. Pietro, casi no te conozco.

—Puedes conocerme una vez que tengamos algunas citas.

—Estás loco —dijiste caminando hacia tu puerta y metiendo la llave en la cerradura.

—Puede ser que este loco, pero se loca conmigo —susurro Pietro en tu oído. Te volviste para verlo sonriendo. Rodaste tus ojos y presionaste tus labios contra los de él y él te empujó contra la puerta—. ¿Es eso un sí, krásny¹?

—Sí —él movió la llave y los dos entraron al apartamento. Él pateo la puerta para cerrarla detrás de ustedes y se apresuraron a tu habitación. Reíste cuando aterrizaron en la cama.


Te despertaste más tarde con el brazo de Pietro alrededor de cintura sosteniéndote con seguridad contra él. Como si estuviera aterrorizado de que te fueras de nuevo. Temblaste gracias al frío del apartamento y viste que las sabanas estaban en el piso. Sentándote, comenzaste a librarte del agarre de Pietro para agarrar las sabanas cuando su agarre se apretó y sus ojos se abrieron rápidamente. Pietro te nombro.

—Solo estoy agarrando las sabanas, Pietro.

—¿Por qué? —Posaste tus fríos dedos contra sus piernas y él se exaltó por el frío. Sonreíste y él te dejo agarrar las sabanas y se cubrieron con ellas.

—¿Porque estas tan fría, krásny?

—No lo sé. ¿Me calientas? —Preguntaste

Él te sonrió. —Sera un placer —Posicionándote sobre ti él comenzó a besarte y tu sonreíste con felicidad. No ibas a dejar a este chico tan fácilmente. Pasaste la sabana por sus cabezas y los dos dejaron salir un gemido.




¹Hermosa.¿

Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora