Sopa de pollo con fideos para un superhéroe

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Estabas oficialmente en el infierno. Toda la Torre de los Vengadores estaba al borde. Pietro, mejor conocido como Quicksilver y uno de los héroes más fuertes de la tierra, era el más grande bebé que habías conocido. Un terrible resfriado había golpeado a los Vengadores y las únicas personas que no estaban enfermas: Steve, Visión y tú, habían sido puestos en el deber de enfermeros. Steve se encargó de Clint, Natasha y Bruce. Visión estaba a cargo de Wanda, la gemela Maximoff más fuerte, y Tony. Lo que te dejo con el peor dolor de cabeza de todos.

Cuando la gripe por primera vez golpeo la Torre todos pensaron que Steve y Pietro iban a estar en el deber de enfermeros por su rápido metabolismo. Aun así, fue Pietro una de las primeras personas en contagiarse y era por mucho el peor caso. La doctora Cho había mantenido a Pietro en su UCI¹ por la primera semana. Como los experimentos de Hydra aceleraron su metabolismo, él no podía generar los anticuerpos necesarios para combatir la gripe y casi lo había matado.

Eso paso hace dos semanas. La doctora Cho le había dado de alta después de su primera semana en la UCI, ahora, él solo estaba siendo un estúpido quejumbroso. Desde que todos los demás seguían tratando de recuperarse del resfriado, tú aun estabas a cargo del cuidado de él. El sonido estridente que habías oído sin parar durante las últimas dos semanas asalto tus tímpanos de nuevo. Levantaste tu pesada cabeza de la fría barra de la cocina. Dejando tu asiento, caminaste hacia la habitación de Pietro. Estebas exhausta. Pietro no podía manejar el estar enfermo y te llamaba cada cinco minutos por la cosa más estúpida; como cambiar de canal o esponjar sus almohadas.

Posaste tu mirada en tu reflejo en uno de los espejos del pasillo. Casi te quedaste sin aliento ante tu propia cara. Tus ojos estaban hundidos por la falta de sueño —que no era completamente la culpa de Pietro, todos tosían a través de la noche y tú eras de sueño ligero—.   Steve, con su suero de súper soldado podía durar días sin dormir y podía ser completamente funcional con solo dos horas de sueño.

Finalmente llegando a la habitación de Pietro abriste la puerta, alarmándolo. Sus ojos se abrieron cuando apareciste. Antes de que él pudiera hablar, decidiste advertirlo.

—Pietro Django Maximoff, juro que si esta es alguna estúpida solicitud te ahogare con una almohada mientras duermes, así que decide con cautela lo que vas a pedir —Pietro te miro confundido.

—¿Cómo sabes mi segundo nombre? —Su voz era aún más acentuada de lo usual porque estaba enfermo.

Si no estuvieras tan cansada, tus rodillas se habrían vuelto débiles. El sokoviano de cabello plateado tal vez había calentado tu corazón un poco, pero eso fue antes de enfermarse y volverse un quejumbroso.

—Leí tu expediente —dijiste, tratando de sonar casual. Él sonrió y se volvió a recostar en la cama mientras quitaba las sabanas de un lado de la cama.

—Ven aquí princeznà², necesitas dormir —miraste a la cama con nostalgia. Tenías una cama perfectamente buena en el piso de arriba. Pero la idea de acurrucarte con Pietro era demasiada como para resistirse. Antes de que pudieras detenerte a ti misma, estabas escondida y segura junto al tibio cuerpo de Pietro. Ya no estaba febril y con tu cabeza tan cerca de su pecho pudiste oír que sus pulmones estaban bien.

—¿Cómo te estas sintiendo? —Mascullaste contra su pecho, causando que riera. Sonreíste y mascullaste unas palabras al azar contra su pecho causando que siguiera riendo. Era un sonido hermoso.

—Me estoy sintiendo muy bien, princeznà. Gracias por tus increíbles habilidades de enfermera —tomaste un lado de él y clavaste tus dedos en sus costillas, haciéndole cosquillas.

La siguiente cosa que supiste fue que Pietro te clavo a la cama, posicionándote debajo de él con tus manos arriba de tu cabeza. Tu aliento quedo atrapado en tu garganta. No había espacio entre ustedes dos y podías sentir la curva de su cuerpo contra el tuyo. Él soltó tus manos para acariciar tu cara. Sus ásperas manos cálidas te hicieron temblar. Te sonrió mientras su pulgar trazaba tus labios. Chasqueaste la lengua y mojaste tus labios. Pietro gruño y fue por mucho la cosa más sexi que habías escuchado. El peso se fue y fuiste re-posicionada contra su cuerpo. Le agradeciste a Dios que le estabas dando la espalda porque no podías parar la sangre corriendo hacia tu cara; pero al mismo tiempo estuviste consciente de que tu trasero estaba cerca de su entrepierna.

Acostada ahí, tus ojos se volvieron pesados y pudiste quedarte despierta los suficiente para decirle a Pietro que eso no significaba nada. Pero sabias que eso sería una mentira, podías sentirlo. Esto era definitivamente algo, no podías decir si era bueno o malo, pero era algo.




¹Unidad de Cuidados Intensivos.

²Princesa.


Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora