Pesadillas

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Las pesadillas no eran nada nuevo en la base de los Vengadores. Ninguna noche pasaba sin que no hubiera una pesadilla. Por eso es que usualmente pasabas las noches despierta, pasando el rato viendo la televisión que estaba en tu habitación hasta que, bueno, todos fueran a dormir. Esperabas hasta que escucharas un disturbio en la habitación de alguien, o hasta que vagaran por el pasillo y les ofrecieras alguna forma alivio o consuelo. Usualmente eso solo era hacer café o té, pero estabas feliz de ayudarles en todo lo que podías.

Hoy era la primera noche en que Pietro estaba fuera de la enfermería y en una habitación real. No habría forma de saber cómo reaccionaría así que te quedaste despierta un poco más tarde de lo normal. Resguardada en el sofá con una copia de tu libro favorito; el reloj que descansaba en el mueble que estaba bajo el televisor marcaba las 2:27 a.m. en azul vibrante. Con un bostezo, finalizaste el párrafo y te levantaste, leyendo para ti misma mientras ibas a tu cama cuando comenzaste a escuchar sonidos sordos provenientes de la habitación de Pietro. Abriste la puerta con cautela, sin molestarte en tocar, y asomaste tu cabeza. Pietro estaba tumbado en la cama, la mitad de las sabanas sobre él y la otra mitad en el piso. El sudor empapaba su rostro y tenía su cara contraída con una mueca de dolor mientras se retorcía de un lado a otro.

—¿Pietro? —Lo llamaste, apresurándote al borde de su cama, tomando su mano y sacudiendo su hombro—. ¡Pietro, despierta. Es solo un sueño! —Lo llamaste un poco más fuerte, sacudiéndolo para que despertase. En un parpadeo él se encontraba en el otro lado de la habitación, contra su cómoda, haciendo que los objetos cayeran.

Él te nombro, pestañeando rápidamente y temblando visiblemente por los restos de cuales fueran los terrores que habían plagado su sueño. Asintiendo lentamente levantaste las manos en señal de redención, dando lentos pasos hacia él hasta que estuvieron a centímetros de distancia.

—Está bien. Fue solo un sueño, estás bien —lo calmaste, dejándolo tomar tus hombros y darte un abrazo rompe-huesos. Pietro enterró su rostro en la curvatura de tu cuello, sus puños se cerraron en tu camisa mientras se aferraba a ti como si fueras la única cosa manteniéndolo junto.

—Todo lo que podía escuchar era gritos. Eran tan fuertes. Luego los disparos y el dolor y... —se calló; su cuerpo empezó a temblar violentamente una vez más cuando el pánico lo supero de nuevo. Envolviste tus brazos alrededor de su cuello.

—Ya paso. Estas a salvo, lo prometo —lo arrullaste, empezando a sobar su espalda gentilmente con tu mano. Los dos se quedaron ahí durante lo que parecieron horas, solo aferrados el uno al otro hasta que los temblores de Pietro se volvieron prácticamente inexistentes.

—Vamos a llevarte a la cama, ¿sí? —Dijiste silenciosamente, saliendo de su agarre lo suficiente para dirigirlo de nuevo a la cama. Te recostaste, tiraste de su mano hasta que se recostó junto a ti y sin decir una sola palabra él se metió bajo las sabanas. Sin nunca dejar salir tu mano de su fuerte agarre, necesitando un poco de contacto con la realidad para mantenerlo conectado a la tierra.

—Gracias —murmuro con voz rasposa debido a las lágrimas y el cansancio—. ¿Puedes quedarte? —Pegunto luego de unos momentos. El quebrantamiento y la vulnerabilidad en su voz te rompieron el corazón, y gentilmente apretaste su mano y te metiste bajo las sabanas. La batalla de Ultron lo había roto y te sentías obligada a estar ahí con él hasta que encontrara la fuerza para componerse y se sintiera mejor.

—Por supuesto. Estaré aquí siempre que me necesites —murmuraste, acercándote a Pietro y envolviendo tus brazos a su alrededor de manera protectora. Él descansó su cabeza contra tu pecho, dejando que tus latidos constantes fueran su canción de cuna hasta que su respiración se normalizo y se quedó dormido. Sobaste su brazo y su mano durante un poco más, permaneciendo despierta para combatir cualquier pesadilla que él tuviera. Él merecía más que una noche de terrores atacándolo y estabas determinada a estar ahí para él en cada paso del camino.


Imaginas | Pietro Maximoff/QuicksilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora