Capítulo 85 (Dulce llegada)

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Lo primero que se le ocurrió tomar fue los papeles seguido de la maleta después de ver cómo su adoración escarlata sufría con los dolores de las contracciones

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Lo primero que se le ocurrió tomar fue los papeles seguido de la maleta después de ver cómo su adoración escarlata sufría con los dolores de las contracciones.
Jamás en su vida habia visto algo así y eso es lo que más lo preocupaba, necesitaba hacer las cosas bien y hoy no podía equivocarse, muy pronto llegaría su pequeño hijo al que tanto había esperado con anhelo.

- ¡Puedes apresurarte!

Exclamó Camus intentando controlar el dolor que sentia en todo su cuerpo, era una sensación como si por dentro comenzara a desmoronarse por completo.

- Soy nuevo en esto y hago lo mejor que puedo - Intentó defenderse Dégel por qué era lo que estaba sucediendo, no tenía la más mínima idea de saber que hacer.

Afuera de la casa el taxi que los llevaría al hospital los esperaba con las puertas abiertas para subir todas las pertenencias que llevarían consigo.
Dégel dejó nuevamente en el suelo los papeles y la maleta para poder llevar a Camus en sus brazos, con mucho esfuerzo logró acomodarlo en el asiento trasero de tal manera que su adoración escarlata fuera acostado. Nuevamente corrió a la casa para tomar sus documentos y la maleta, por fortuna se había preparado con anterioridad respecto al dinero, depositó parte del efectivo en una tarjeta para evitar imprevistos de último momento.

Subió al asiento del lado del copiloto, le dió indicaciones al taxista para que los llevara al mismo hospital donde llevó por primera vez a Dégel antes de que sucedieran aquellas tempestades que habían vivido.

Aunque la cabeza la tenía por las nubes, Dégel no se había percatado que había dejado la puerta de su casa abierta. De no ser que en ese momento pasaba Kardia en compañía de la señorita Calvera el lugar hubiera quedado al descubierto.

- Este hombre no pierde la cabeza porque la trae puesta - Negó Kardia mientras se acercaba a la puerta principal.

Si bien había optado este día por visitar a Dégel, solo logró mirar a lo lejos como el profesor subía de manera alocada a un taxi junto con su pareja.

- Oh Kardia - Se acercó Calvera lentamente - Algún día también perderás la cabeza como tú amigo lo está pasando.

- ¿Qué? - Cuestionó con asombro - Si no sé cuidarme ni yo mismo ¿Que te hace pensar que cuidare de un niño que está peor de inmaduro que yo?

- Eso dicen muchos al principio... Después hasta les gusta la idea - Le respondió la dama de cabellos azabache intentando molestar a su pareja. Si bien antes disfrutaba de molestarlo cuando estuvo en el hospital cuando era su paciente, ahora que ya habían formalizado su relación amaba aún más ver a ese hombre de cabellos alborotados azulados perder la razón.

- No sé por qué algo me dice que tú quieres ir haciendo la tarea - Susurró Kardia tomando a la dama de la cintura para acercarla a su cuerpo - Mejor vayamos haciéndolo de una vez que hay casa sola.

- ¿Estás loco? Está es la casa de tu amigo. Del hecho que ande ocupado por la llegada de su hijo no significa que vas hacer lo que quieras aquí en su hogar.

- No se va a dar cuenta, además... Ya me había dicho que si necesitaba salir corriendo al hospital con su amor escarlata que yo sería quien cuide este lugar. Así que no hay pretextos mujer.

Kardia no le dió tiempo a Calvera de responderle, simplemente dejó que ese hombre que la hacía delirar la llevara en sus fuertes brazos acompañado de su inigualable voz ronca.

Kardia no le dió tiempo a Calvera de responderle, simplemente dejó que ese hombre que la hacía delirar la llevara en sus fuertes brazos acompañado de su inigualable voz ronca

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Lo primero que hizo al llegar al hospital fue correr hasta la zona de urgencias aún con Camus en sus brazos.
De no ser por la honradez del taxista quien al finalizar el viaje y después avanzó algunas calles adelante, miró hacía atrás y se dió cuenta que los papeles junto con la billetera del joven de cabellos verdes se había quedado en su auto.

Nuevamente tomó el camino de regreso al hospital para poder entregarle sus pertenencias al padre novato que no sabía ni que hacer ante la llegada de su tan esperando hijo.

- ¿Camus?

Cuestionó el joven que ya conocía con anterioridad, aunque el mencionado no quería entablar una plática, las contracciones cada vez eran más fuertes.

- ¡Sigmund! - Gritó Camus desesperado apretando la camisa de Dégel mientras aún lo tenía en sus brazos - ¡Auxilio, no aguanto!

- ¿Se conocen? - Dégel no entendía nada de lo que sucedía. Esperó que el personal de urgencias llegara con una camilla por petición de Sigmund quien se encontraba trabajando en aquella área.

Con sumo cuidado recostó a Camus sobre la camilla, depositó un beso en su frente deseando que todo saliera bien tanto para su pareja como para su pequeño hijo al quien esperaban con ansias.

Dégel solo se quedó mirando como su adoración escarlata era ingresado, su figura se perdió detrás de esas puertas, ahora no le quedaba otra alternativa más que esperar.
Ya un poco más calmado sacó su celular para poder avisar a los padres de Camus, a sus amigos y seres cercanos. Que más deseaba en esos momentos avisarle a su verdadera progenitora pero aún no era el tiempo preciso para hablar con ella cuando Dégel era un total desconocido para Garnet.

Esperaría un poco más.

Había transcurrido una hora, aunque Dégel caminaba de un lado a otro la situación lo tenía al borde de la desesperación.
No tenía noticias de su pareja, mucho menos de su hijo.
Pero a los pocos minutos salió uno de los médicos del sitio para recibirlo con la mejor noticia de su vida.

- Señor Dégel, su paciente se encuentra con bien. En estos momentos lo llevamos a la sala de recuperación, felicidades... Es padre de un niño completamente sano y...

Ni siquiera le dió la oportunidad al médico de darle su reporte, valiéndose que en la puerta había dos custodios ingresó por la puerta de urgencias para buscar a Camus.

Aunque demoró un poco en encontrar el sitio indicado el llanto de un bebé recién nacido lo guiaba hasta una de las habitaciones del fondo.
Al entrar se llevó la gran sorpresa de su vida; ahí en la camilla se encontraba su amado angel escarlata intentando consolar al pequeño Isaac.

- Tiene el mismo color de cabello que el tuyo Mon amour.

Susurró Camus con una sonrisa en su rostro al ver que Dégel ya estaba a su lado después de aquel agotador momento.

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