Capítulo 87 (Reencuentro)

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Una extraña corriente recorrió su cuerpo al escuchar aquellas palabras que sonaban de una manera demasiado dulce que jamás se hubiera imaginado

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Una extraña corriente recorrió su cuerpo al escuchar aquellas palabras que sonaban de una manera demasiado dulce que jamás se hubiera imaginado.
Era una calidez indescriptible muy distinta a todo lo que había vivido, algo que siempre buscaba con anhelo desde tiempo atrás; un amor maternal sin duda era lo que también deseaba desde lo más profundo de su ser.

- Tu, tu eres...

La mujer lentamente se acercó con los brazos abiertos para poder abrazarlo pero Dégel fue quien se le adelantó en el acto.
Mientras el resto de los invitados miraban la escena con satisfacción al ver ese emotivo reencuentro, cosa que sin duda Dégel no pudo evitar soltar en llanto al estar en los brazos de su madre.

- Debes estar cansado Camus - Sugirió Milo tomando del brazo al pelirrojo para ayudarlo a levantarse - Ve a descansar un rato, nosotros cuidaremos de Isaac.

- Pero... - Interrumpió preocupado al dejar a su bebé con todos en la sala. ¿Que tal si despertaba y lloraba con desesperación? ¿Quizá un cambio de pañales? ¿Incluso hambre, cólicos? Eran demasiadas dudas que Camus se hacía en su mente, después de todo su mismo instinto estaba alerta.

- Está en buenas manos - Milo desvió su mirada a la señorita Charlotte quien disfrutaba de tener al pequeño Isaac en sus brazos - Ella es una persona en la que pues confiar ciegamente. Vamos te llevaré a tu habitación, ya que Dégel dudo que quiera interrumpir ese momento con su madre.

- ¿Insinuas que me cargarás en tus brazos?

- No tiene nada de malo, si antes lo hacía, no tienes porqué preocuparte... Quiero que confíes nuevamente en mi. Deja el pasado atrás.

Con estas palabras Camus dejó que Milo lo tomara entre sus brazos, no sin antes decirle a Dégel que lo llevaría a su habitación para que su amada adoración escarlata descansara lejos de todo el bullicio de esa reunión.

Por muy extraño que parezca, Dégel simplemente asistió confiando en la palabra de Milo, después de todo el agradecido era él ya que sin la ayuda del hermano de Kardia quizá jamás hubiera regresado de Francia y la historia sería otra.

Dejando al resto de los invitados, Milo fue llevando con cautela a Camus hasta la habitación de Dégel, con su pie derecho empujó la puerta para que se abriera completamente, aunque la habitación a obscuras no ayudaba en nada.

- Camus, encuentra el apagador...

Pero Milo no terminó de hablar, Camus le dió la orden al nuevo sistema de altavoz inteligente que Dégel había configurado días anteriores para que su amado pelirrojo no tuviera que estar lidiando con encender las luces en las noches desde los apagadores.

- ¡Mucha novedad hoy en día! - Exclamó Milo maravillado al ver que con una simple orden de Camus la habitación se iluminó rápidamente.

- Dégel insistió en colocar toda la habitación de manera inteligente para evitar que en las noches tuviera que levantarme para atender a nuestro pequeño. Dice que no quiere que haga esfuerzo.

Milo se acercó a la cama para acostar con delicadeza a Camus teniendo en cuenta que la herida bajo su vientre necesitaba reposo y cuidados.

- Es un poco incómodo a estas alturas está situación - Susurró Camus justo cuando su cuerpo tocó el colchón - Antes me cargabas así.

- Quería hacer algo por tí antes de irme.

- ¿Irte? - Cuestionó Camus con asombro, Milo no era ese tipo de personas que tomaban una repentina decisión de irse tempestivamente, lo conocía a la perfección.

- Quiero olvidar todo lo que sucedió, desde aquel día que terminamos no he tenido cabeza para asimilar todo esto. Desde ese día que traté de llevar las cosas en paz mis remordimientos y la culpa me decían que necesitaba buscar la manera de traer a Dégel a tu vida. Me dolía verte sufrir y cada día que transcurría me decía a mi mismo "Haz algo por él" Iré a Italia por un tiempo, retomaré mis estudios allá, así que deseo de todo corazón que disfrutes cada momento, cada segundo a tu familia y sobre todo al amor que yo no pude darte.

- Milo...

- Solo quiero que no me odies por todo lo malo que te causé.

La mirada de Camus se volvió melancólica, con todo lo que había pasado no tuvieron el tiempo de cerrar un ciclo como pareja. Así como Milo aceptaba sus errores, el también debía aceptar los suyos.

- Lamento haber caído en la desconfianza y no decir en realidad que los cambios que tuviste eran perjudiciales, se me hizo fácil hacerme a un lado y dejar que alguien más me diera lo que tanto buscaba así que estamos en partes iguales. Quiero que no me odies por todo lo que sucedió, ambos somos culpables de esta ruptura que ahora nos ha traído grandes momentos a lado de personas que jamás hubiéramos imaginado. Aquella dama que te acompaña se merece lo mejor de ti Milo, también quiero que seas muy feliz.

Milo tocó con suavidad el rostro de Camus, algo que recordará por siempre, como aquel amor inolvidable en su vida, un amor que jamás pudo ser, porque quizá en esta vida, Camus le pertenece a alguien más y ese era Dégel.

- Ahora puedo irme tranquilo, gracias Camus.

- Gracias a ti Milo, hiciste mucho más.

Milo pasó sus dedos sobre los mechones rojizos para descubrir un poco la frente de Camus, se acercó lentamente para depositar un beso y con una sonrisa tomó una frazada y lo cubrió con la finalidad que Camus durmiera un poco después de sus días en el hospital.

- Por favor Milo, de vez en cuando escríbeme como te va.

- Claro, ten por seguro que siempre lo haré.

Con estas palabras salió lentamente de la habitación de Dégel, esperó a que Camus le diera la orden al altavoz para que apagara las luces y cerró lentamente la puerta.

Nuevamente bajó a la sala emocionado por las nuevas aventuras que le esperaban, ya no quedaba ninguna culpa ni remordimiento de por medio.

- ¡Italia, ahí voy de nuevo! - Exclamó gustoso tomando asiento a lado de la joven, ahora era el turno de Milo para cargar a Isaac en sus brazos.

Por mientras que Dégel seguía hablando con su progenitora, el resto de los invitados contaba anécdotas de sus día a día de manera normal.

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