Capítulo 58 (Dejando el orgullo a un lado)

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Lo mejor que podía hacer es esperar a que fuera de noche para poder ingresar a la casa de Dégel, no tenía la más mínima intención de encontrarse con Camus es por ello que esperó a que el velo de la noche llegara

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Lo mejor que podía hacer es esperar a que fuera de noche para poder ingresar a la casa de Dégel, no tenía la más mínima intención de encontrarse con Camus es por ello que esperó a que el velo de la noche llegara.
Quería ver a su hermano nuevamente a su lado, si bien no había sido una excelente persona con los demás no cambiaba el hecho que debía preocuparse por Kardia.

Después de darle una vuelta completa a la casa del joven profesor Milo encontró una ventana abierta, miró  en su entorno que no hubiera algún caminante que lo acusara de ladrón pero para su fortuna la calle estaba sola.

Aprovechó ese momento de ventaja que tenía sin hacer mucho ruido para no levantar sospechas entró por la ventana, era un espacio mediado su cuerpo entraba sin problema alguno.
Esta ventana lo llevó directamente a la sala de la casa, a esas horas de la noche no podía darse la oportunidad de encender las luces, los vecinos no dudarían en querer llamar a las patrullas después de ver aquella casa con el servicio eléctrico funcionando si el dueño tenía el reporte de desaparecido, además quería suponer que solo han visto a Camus entrar y salir de ese sitio como si se tratara de su casa.

— Al final de cuentas Camus algún día estará en este lugar viviendo — Susurró para si mismo mientras sacaba su celular de su bolsillo para poder encender la aplicación de la lámpara — Eso no me interesa.

Cerró con cautela la ventana, aunque en realidad quería imaginarse que ese lugar debería estar hecho un caos a causa de la desaparición del dueño jamás se imaginó que ese hogar luciera impecable.

— Para que pasara más de un mes, Camus tiene este lugar ordenado.

Se dijo a si mismo mirando a su alrededor, pero después comenzó a caminar por el pasillo para buscar la recámara de Dégel esperando encontrar algún detalle o regalo que Kardia le diera con anterioridad antes de que las infidelidades les ganaran a ambos.
Era su única esperanza, encontrar algún objeto u obsequio para ayudarle a Kardia a recuperar la memoria cuando este despierte.

Con pasos sigilosos fue abriendo cada una una de las puertas que se encontraba, llegó a la cocina, al estudio que Dégel tenía aunque sobre el escritorio se encontró una botella de vino con la mitad del contenido en el envase.

— Debe tener algo interesante en los cajones.

Milo encendió la pequeña lámpara que se encontraba sobre el escritorio, tomó asiento y comenzó a darse la tarea de revisar los cajones buscando alguna pista que lo ayude.

— Solo puras hojas y... — En ese momento entre los papeles se encontró con una botella de lubricante — Estos dos — Susurró con indiferencia rodando los ojos.

Procuró no darle mucha importancia hasta que al final se encontró con un sobre amarillo que al parecer tenía unos papeles que guardaba con mucho recelo. Milo comenzó a revisar cada una de esas hojas, eran sus documentos personales, así como su acta de nacimiento... Cosa que le llamó la atención porqué alguna vez miró ese apellido en los papeles que Kardia luego llevaba a casa.

— Fraille Faure... — Susurró terminando de leer el acta de nacimiento — Ese nombre se lo vi alguna vez a los papeles que Manigoldo le dio a Kardia.

Intentó buscar aún más algún otro documento entre los papeles que tenía Degel en ese lugar, más al fondo tenía una fotografía de una gran mansión que prestaba servicios como un enorme salón de fiestas y en la entrada se podía leer la leyenda "Château de Fauré"

— ¿Porqué esa mansión lleva el apellido de Dégel? — Susurró mirando la fotografía.

Podía seguir buscando más indicios de no ser por el ruido de la puerta abriéndose mientras escuchaba "Hasta mañana Deuteros, gracias"

Rápidamente metió todos los documentos al cajón, solo logró aventarlos como pudo y apagó la luz de la lámpara aunque había sido demasiado tarde porqué en ese preciso momento las luces de la casa se encendieron.

— ¿Qué haces aquí? — Cuestionó Camus con desdén dejando su abrigo en el sillón pero logró ver la alborotada cabellera de Milo.

— Buscando ¿No lo ves? — Le respondió levantándose de la silla intentando no hacer contacto visual con el que alguna vez fue su gran amor.

— No tienes nada que hacer aquí Milo, bastante tuve con aquella ocasión que entraste a mi casa sin permiso y aquí no dejaré que hagas lo que quieras.

En ese momento Camus se llevó una mano a su frente, de pronto un ligero dolor se hizo presente en su cabeza.
Milo se dio cuenta de lo que pasaba, aunque al principio dudó en acercarse los consejos que esa ocasión le dio Aioria se hicieron presentes, estaba en lo cierto porqué Camus se veía más pálido de lo normal, su semblante era muy distinto; la desaparición del padre de su hijo no lo dejaba descansar.

— Sólo a ti se te ocurre venir solo a este lugar sintiéndote mal Camus  — Contestó Milo tomando al joven de cabellos escarlata de su brazo y con este rodeó su cuello para ayudarlo a caminar hasta el sillón.

— Estoy solo también en mi casa — Susurró Camus dejándose ayudar por Milo — Le pedí a Deuteros que me trajera aquí, mis padres salieron y yo no puedo descansar.

En ese momento Milo se debatía internamente por hacer a un lado su orgullo, las palabras de su amigo castaño eran ciertas, Camus no estaba bien físicamente y mentalmente.
Ambos se sentaron en el sillón, Milo quería salir corriendo de ese lugar pero al verlo tan mal no tuvo opción más que ver que podía hacer por aquel ser que más amó.

— Lo mejor sera que vayas a tu casa Camus, no puedes estar encerrándote aquí, te hace mal.

— ¡No! — Exclamó Camus intentando levantarse — Dégel puede llegar cualquier día estoy seguro de ello.

Una fuerte punzada se alojó en el lado izquierdo de Milo, Camus esperaba pacientemente que el padre de su hijo regresara; sin pensarlo dos veces con sutileza lo rodeó con sus brazos como cuando alguna vez fueron una bella pareja frente a los demás.

— Sé que te sientes solo y lo comprendo — Envolvió a Camus en un cálido abrazo — Yo también me siento igual, Kardia no despierta y me siento más solo que nunca.

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