P2. Capítulo 11

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Se suele decir que el miedo es lo que te mantiene vivo.

Aonung sentía ese miedo, ese miedo a perderlo de nuevo y quedarse sólo. No podía imaginarse tener que comenzar de cero sin él. Neteyam era lo que le motivaba a levantarse por la mañana y mirar al mundo con otros ojos.

Saber que todo lo que conocían,  todo lo que habían construido juntos, estaba empezando a tambalearse, le frustraba. Pero se mantuvo en silencio. Lo último que quería era preocupar a Neteyam y menos involucrarle en otro conflicto del que podría salir malherido.

Recorrer el cuerpo de Neteyam con la mirada y ver todas esas cicatrices, le hacían recordar que quizás Eywa ya no les daría más nuevas oportunidades. Hasta entonces Eywa siempre estuvo de su lado...pero... ¿Y si ya no quería intervenir?

No pudo evitar tener pesadillas, estaba inquieto ante un futuro incierto, ante planes que no iban a poder llevarse a cabo si las cosas se torcían.

En sus pesadillas se repetía una escena, parecía que todo sucedía a cámara lenta.

Era Neteyam, estaba caminando hacia él, parecía aturdido y sus piernas le temblaban. Ver así a Neteyam le preocupaba.

Aonung, en su pesadilla, no podía moverse, solo era un mero espectador de los hechos.

-Aonung... no me siento bien...- dijo Neteyam cayendo al suelo de rodillas.

Pero Aonung por más que quisiera no podía ir hacia él.

Neteyam se apoyaba con sus manos en el suelo, intentando sostenerse, pero su cuerpo cada vez le parecía más pesado, sus brazos temblaban.

Aonung lloraba porque no podía hacer nada, estaba asustado.

Justo en ese momento, antes del trágico final, Aonung fue despertado por Neteyam que le miraba preocupado al ver que lloraba.

-Bebé, ¿Qué sucede?- dijo Neteyam preocupado y luego abrazó a Aonung acurrucandole a él  intentando calmarlo.

Aonung  lloraba acurrucado entre los brazos de Neteyam, se abrazó a él, no quería soltarlo.

Neteyam le miraba preocupado y le abrazaba dándole mimos para intentar consolarlo.

-Todo está bien pececito, estoy aquí... - dijo acariciando su mejilla secandole unas lágrimas.

Aonung intentaba calmarse pero era obvio que no podía, la sola idea de perderlo, le aterraba.

-Mi amor... por favor... dime que sucede - dijo Neteyam colocando sus manos en las mejillas de Aonung.

Aonung intentó dejar de llorar y negó levemente,  no quería contarle.

-No tengas miedo Aonung, sea lo que sea, estoy aquí,  no va a suceder nada de lo que haya pasado en tus pesadillas... nadie va a poder hacerte daño mientras yo esté aquí- dijo Neteyam, y eso era precisamente lo que más preocupaba a Aonung, porque era consciente de lo protector que era Neteyam, sabía que si hacía falta Neteyam daría subida por cualquiera de la tribu, en especial por él, eso aumentaba considerablemente su miedo. Era consciente de que Neteyam en el momento que tenía el arco en la mano, dejaba de ser el Neteyam sensible, se convertía en una especie de animal salvaje que sólo se dejaba llevar por sus impulsos... le daba igual cuándo y quién, si tenía que matar a alguien lo hacía  y punto.

Aonung en ese sentido estaba aliviado, porque era consciente de que Neteyam sabía como defenderse.

Aonung se secó las lágrimas  y miró a Neteyam.

-Lo sé... - murmuró,  aunque seguía sin estar tranquilo.

Neteyam lo abrazó  y le dio un beso en la frente.

Aonung le miró unos segundos y después siguió abrazandole.

-Lo siento por despertarte - dijo Aonung.

-Tranquilo... no pasa nada- dijo Neteyam mientras acurrucaba a Aonung hacia él.

Aonung apoyó la cabeza en el pecho de Neteyam intentando no mirar la cicatriz que este tenía en esa zona.

-Te amo Ma Neteyam- dijo murmurando, Neteyam le miró unos segundos y sonrió  levemente.

-Y yo a ti pececito.

Aonung sentía la necesidad de recordarle ahora cuanto lo quería,  de poder decirle todas esas cosas a las que antes no se había atrevido... solo por si acaso sucediese lo que más le torturaba en sus pesadillas.

Aonung cerró los ojos intentando no llorar, pero un imperativo deseo de hacerlo le hacía contenter el aire para evitarlo. Todo eso fue en vano, porque al final las lágrimas se abrieron camino.

Una muerte anunciada a veces es preferible,  porque te da tiempo a despedirte. Pero en el caso de Aonung, lo único que hacía era matarle a él también por dentro, poco a poco, como una daga que le atravesara el corazón y se retorciese intentando hacerle todo el daño posible.

Lloraba mientras Neteyam lo seguía abrazando, por más que intentaba convencerse de que solo era una pesadilla, no podía. Tenía ese miedo intermitente en su cabeza que le impedía olvidarse de los peligros evidentes que estaban por venir.

Tenía que hacer algo al respecto, pero como en el sueño, sentía que no podía moverse. Zilaw tenía razón, tenía que aprender a jugar sus cartas, pero el tiempo del contador ya había iniciado cuenta atrás y no parecía querer detenerse para darle unos minutos para pensar.

Debía de tener pronto su próximo movimiento si no quería que ellos tomarán ventaja.

Aonung se tomó su tiempo para recomponerse. Estaba destrozado y Neteyam lo sabía,  porque apesar de que Aonung no se lo pidiese, él se había hecho cargo de ir recogiendo pedazo a pedazo, su corazón,  para volver a recomponerlo.

Neteyam miró a Aonung y Acarició su mejilla.

-Necesito que seas fuerte Aonung, solo un poco más... te prometo que no será por mucho tiempo... pero necesito que ahora estés conmigo... te necesito... por favor... solo sé fuerte una vez más,  después yo me encargaré de levantarte si te vuelves a caer... pero te pido que hagamos esto juntos... porque yo solo no puedo- pidió Neteyam, porque en el fondo ya sabía lo que iba a pasar pues no era tonto.

Aonung asintió  levemente  a las palabras de Neteyam mientras se secaba las lágrimas.

-Estoy aquí Aonung, no lo olvides - dijo mirandole, quería que fuera consciente de que no lo iba a dejar solo ni un segundo y de que no iba a dejar que lo tocasen ni si quiera con un palo.

La Ira Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora