P3. Capítulo 1

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Pasaron los meses y Aonung poco a poco iba aprendiendo a dejar ir a Neteyam, a pesar de que eso le doliese.

Lo'ak y Tsireya habían tenido un hijo, el cual, como habían planeado ya hace tiempo, se lo entregaron a Aonung, porque a pesar de que Neteyam no estuviese allí, querían que los dos pudieran cumplir su sueño de ser padres.

Aonung decidió cuidar a ese bebé como si la vida le fuese en ello, le cuidaría tanto como debería haber cuidado a Neteyam.

Aonung no era un mal padre, se esforzaba aunque la paternidad no fuese lo suyo. Claro que tuvo ayuda de Tsireya y de Lo'ak, aparte de Zoawrey que estaba todo el tiempo pegado al nuevo bebé mirandole expectante como si en cualquier momento el bebé fuese a hacer un truco de magia o algo.

Aonung no se separaba ni un segundo del niño, se había prometido a él mismo y a Neteyam, que cuidaría a ese niño por los dos.

El niño se llamaba Ikeym, y a simple vista podías ver que había heredado la genética omatikaya excepto por sus ojos azul claro.

Aonung, todas las noches, después de conseguir dormir a Ikeym, iba a la ensenada de los ancestros donde volvía a entrar en sus recuerdos solo para ver a Neteyam de nuevo.

Mientras tanto,  en el bosque, la ceniza había cubierto el suelo por completo. Sin embargo, a pesar del tiempo, el cuerpo de Neteyam seguía intacto, excepto por las heridas que ya habían sanado.  Eywa parecía resistirse a la tentación de llevárselo con ella, parecía que no quería terminar de llevarselo.

El thanator sólo salía de allí para cazar y luego volvía a tumbarse al lado de donde yacía el cuerpo de Neteyam, para protegerlo de otros depredadores.

El cuerpo de Neteyam  estaba cubierto por una fina capa de ceniza. Parecía estar en un eterno letargo, encontrándose en el limbo de dos mundos completamente diferentes, entre la vida y la muerte.

Las raíces ya habían empezado a enredarse alrededor del cuerpo de Neteyam. El thanator todos los días intentaba quitar algunas pocas para que no terminaran por cubrirlo.

El tiempo pasaba pero nada ocurría al respecto.

Empezaban a pasar los años y lo único que cambió fue la edad, Aonung poco a poco iba pasando página, ahora conseguía no llorar por las noches, había dejado de rezar pidiendo que volviera, asumiendo que eso no pasaría.

Ikeym ya tenía cuatro años y empezaba a parecerse a Neteyam, era una minicopia apesar de nunca haberlo llegado a conocer si no era por medio de las palabras de su padre, sus abuelos y de Lo'ak.

Aonung pasaba el mayor tiempo posible con su hijo: jugaba con él,  le llevaba a ver a los tulkuns, le llevaba de paseo en su ilu y muchas otras cosas más. Con el tiempo Neteyam pasó a un segundo plano, porque Aonung tenía claro que ahora lo importante era su hijo.

Uno de esos días,  ya llegando un invierno frío y duro, como nunca antes lo había habido, en el arrecife se estaban complicando las cosas debido a las bajas temperaturas. La gente procuraba salir lo menos posible de sus tiendas, en las cuales, las entradas se encontraban tapadas por telas.

Aonung estaba recostado con Ikeym acurrucado en uno los costados, le estaba abrazando mientras le contaba una historia para que durmiera un rato.

-¿Y que pasó con el mono?- preguntaba Ikeym ya algo cansado.

-Bueno, pues el mono pudo regresar con su familia y vivir feliz para siempre

-¿pero y el pez?

-El pez también, pero por otro lado con su pequeño pececito - dijo haciendo cosquillas a Ikeym

Ikeym se rió  un poco y luego sonrió  feliz acurrucandose a su padre cerrando los ojos.

Aonung le abrazó acurrucandole acariciando su espalda.

Entonces Lo'ak se asomó por la tela de la entrada y miró a Aonung.

-¿podemos dejarte a los niños? Tsireya y yo vamos a ir en el ikran a ver si encontramos otro sitio menos frío en el que podamos asentar la tribu.

-Si, claro - Entonces Lo'ak dejó pasar a los niños, los cuales entraron en silencio al ver a Ikeym dormido.

Zoawrey fue corriendo hacia su tío  y le abrazó, sin embargo Keia solo se sentó en el suelo con su mantita y se arropó con ellas.

Lo'ak y Tsireya se fueron después en el ikran para contemplar otra opción donde hiciese menos frío o pudieran estar más resguardados.

Mientras tanto, en el bosque, el thanator había rodeado a Neteyam con su cola acurrucandolo para que no pasase frío. El thanator estaba durmiendo cuando la mano de Neteyam empezó a mover sus dedos poco a poco, entonces abrió los ojos de golpe y tomó aire  llenando sus pulmones hasta no poder más.

Neteyam miró a su alrededor inquieto, al ver al thanator, por el frío  se acurrucó a él,  luego al notar que sus piernas estaban enganchadas en las raíces, se dispuso a romperlas un poco liberandose de su agarre. Neteyam se sentó y miró a todos lados, viendo un bosque poco prometedor, en silencio y sin vida alguna a la vista excepto por el thanator.

-Qué frío... - murmuró acurrucandose al thanator, el cual se despertó,  y al verle movió la cola feliz y le empezó a lamer la cara. Neteyam rió por las cosquillas. -para, para- reía y luego abrazó al thanator- ¿Dónde están los demás?- preguntó confundido.  - ¿y Aonung?

El thanator obviamente no iba a darle la respuesta y él lo sabía, así que se levantó y empezó a caminar, con dificultad porque llevaba cuatro años sin hacerlo.

-Vaya... - dijo algo preocupado- pues si que debí caerme bien feo para andar así- dijo para sí y luego empezó a caminar alrededor en busca de un indicio de vida.  El thanator empezó a seguirle de un lado a otro.

Neteyam al no encontrar a nadie y ver el asentamiento destrozado, supo que era inútil seguir buscando, se habían olvidado de él.

La Ira Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora