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Emma no responde, intenta salir a flote a pesar de las olas que parecen empujarla más lejos del catamarán.

Jay rápidamente toma su cuchillo, con él que suele limpiar su tabla y lleva a todas partes y corta las correas que atan el bote de seguridad del catamarán, esperando que el mismo caiga cerca de ellos.

Mientras que él se lanza hacía dónde vio a la rubia por última vez, para poder llevarla a salvo al bote que ya se encuentra flotando a pocos metros de ellos.

—¡Move tus piernas, Emma!— Le recuerda.

Tenía admitir, cómo primera medida, que se encontraba desesperado, y que por sobre todas las cosas, había hecho un gran trabajo al poder salir del estado de shock en el que se encontraba al saber que prácticamente toda la responsabilidad de que la hermana menor de sus tres mejores amigos estuviera a salvo o terminara ahogada.

Y de igual manera, ahora mismo no se encontraba pensando en eso en particular, sinó, que estaba preocupado realmente por cómo ella podía llegar a defenderse de las olas.

—¡Vamos Emma, vos podes!— Grita.

Emma no tenía mucho encantó por el mar y menos que menos por el océano, incluso, siempre hacía comentarios al respecto de cómo es que Jay se adentraba de esa manera sin ningún pudor alguno al que le pudiera llegar a suceder algo.

Es por eso que todos esos pensamientos, cuestionamientos y emociones pasan ahora mismo por la cabeza del morocho mientras que escucha el sonido del bote cayendo hacia el agua y luego se lanza él, de manera profesional y olvidando por completo que tenía la mochila en sus espaldas.

—¡Emma!— Insiste.

Todo pasa significativamente en tan solo segundos, pero para él, que lo está viviendo en cámara lenta, pareciera cómo si fueran pesados minutos.

Emma parece querer balbucear algo mientras que intenta no ahogarse, pero a pesar de vivir en los angeles lo que más detesta es el agua y es por mismo que no sabe hacerlo, de ahí el miedo y la preocupación por parte de Jay, quién no puede ponerse a pensar ahora mismo en ir a buscar a cualquiera de los tres hermanos para poder tener un poco de ayuda y explicarles, efectivamente, qué es lo que está pasando.

Ahora mismo la decisión sólo depende de él, no hay tiempo que perder más aún viendo cuándo emma se está ahogando frente a sus ojos.

Sus braseadas realmente son algo inexplicable, de manera completamente profesional, no obstante, para una persona como él se le dificulta la altura que tienen las olas a esa altura del océano y cómo es que las mismas están rompiendo las unas con las otras, ante la violencia de un posible tormento que se esté por realizar allí mismo, gracias a los relámpagos y los fuertes vientos que están abrazando.

Ahora mismo, cada centímetro de su cuerpo que intenta por todos los medios mantener la vista enfocada en la cabellera rubia que hace aparición y luego se deshacen, gracias a la altura de las mismas olas que la llegan a tapar por completo.

—¡Emma estoy yendo hacia vos, no dejes en ningún momento de mover tus pies!— Exige cómo puede.

Y tampoco quiere sobre excederse de esfuerzo haciendo algo tan estúpido cómo hablar, debido a que necesita estar lo más consciente posible para poder ocuparse de ella.

Las sirenas del barco policía que los está anclando hacen que todo a su alrededor sea mucho más difícil, y qué la comunicación en ellos se vuelva absolutamente más complicada.

Emma no responde...

Y eso efectivamente le da la pauta de que tiene que ajustar su tiempo cuánto antes y ser mucho más fuerte para poder llegar hacia ella, escuchar a lo lejos cómo el barco aparentemente va a adentrarse al catamarán, que ellos habían alquilado, para poder de esta manera llevarlos de manera inmediata hacia la orilla evitando de este modo, que siguieran molestando a quién fuera que hubiera sido el que hubiera hecho la denuncia.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora