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Emma traga saliva al sentirse intimidada, no era la primera vez que salía con sus amigas a bailar, en los angeles era por demás común esa clase de lugares.

Estaba más que acostumbrada a los chicos de su edad, y mucho más grandes también, queriendo coquetear con ella de manera incansable, hasta Incluso haciendo el ridículo por cualquier tontería.

La diferencia con este día, en particular, era qué sus amigas estaban con sus novios y algunas de ellas con sus conquistas de esta noche.

Se había quedado sola y no estaba para nada contenta con la situación, pero, tampoco, podía decirles nada a ellas.

Siempre que salía con sus amigas estaba dicha posibilidad.

Emma, en varios aspectos, era muy diferente a sus amigas, por ejemplo ella no estaría, ni de casualidad, con una persona que conocería en un boliche y cómo así, tampoco, estaría bailando con hombres del modo que sus amigas lo estaban haciendo ahora mismo.

—Que calor.— Murmura.

Se dirige hacia la barra, a pedir una limonada.

Ya esta hasta los topes de alcohol por la noche de hoy, y no quería seguir bebiendo si tenía en cuenta que debería de irse sola y en taxi.

La velada no continuo cómo Emma lo creía.

Dos hermanos se acercaron a hablar con ella.

La sentían sola y querían hacerle compañía, o eso es lo que le estaban queriendo hacer creer.

Emma no esta interesada en ninguno de los dos, pero su carácter no le permitía echarlos de su vista, simplemente se había echo a un lado, tomando de su vaso y dejando el mismo lo bastante lejos de ellos dos, aúnque, los mismos seguían insistiendo en qué podían entablar una conversación en cualquier momento.

—¿Me dejas invitarte un trago?— Uno de ellos sonríe apoyado en la barra.

—No estoy interesada, gracias.— Suspira rodeando los ojos.

Uno de los hermanos se coloca frente a ella con una sonrisa divertida y malvada.

Tenía que admitir qué tenían su encantó si era completamente sincera.

—¿Nos decís tu nombre al menos? Es de mala educación no presentarse.— Sonríe el segundo relamiendo sus labios.

—Ofelia.— Suelta apretando sus labios.

Uno de ellos sonríe achinando sus ojos.

Aquella chica era un hueso duro de roer, y no era a lo que estaban acostumbrados, justamente eso, lo hacía todo mucho más interesante.

—¿No nos estás mintiendo, hermosa?— Relame sus labios al cuestionar.

Ella infla su pecho mirando hacia sus costados. —No.— Responde secamente.

Emma concurría a dichos clubes, porque amaba bailar.

Durante su crecimiento e infancia había asistido con frecuencia a escuelas de baile, era algo que disfrutaba mucho y que creía que esa era justamente la gracia que ir a un boliche, ya qué para quedarse bebiendo lo podía hacer tranquilamente en su casa.

Y sí quería tener una cita o algo más con otra persona, también, buscaría otro lugar completamente distinto y no un boliche.

—Tan sólo queremos demostrarte que también podemos llegar a ser divertidos, cómo tus amigas, que en muy buena compañía se encuentran.— Le guiña un ojo coqueto.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora