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Jay suspira rodeando los ojos cuándo escucha que la puerta se abre.

Ray ríe cínico. —Se qué no querés ver a nadie, pero no voy a irme, hace un año te busco cómo un condenado.— Le hace saber alzando sus manos, en un módico gesto de tranquilidad.—¡Así qué me importa una verdadera mierda tu mal humor!— Agrega arqueando sus cejas.

Jay suspira, una vez más, con una sonrisa jocosa en sus labios. —¡Sos un desgraciado!— Se queja divertido.

Ray se acerca, y no puede evitar darle un efusivo abrazo.

Había tenido tanto miedo de olvidarse de su rostro, de qué no pudiera reconocerlo, miedo de que Jay no volviera.

Y ahora que lo tenía frente a sus ojos no podía hacer más que llenarse de felicidad y sentir una efusión que comenzaba a crecer desde lo más profundo de su interior.

—¡Te extrañe tanto, hermano, no te das una idea la falta que nos hiciste a cada uno de nosotros!— Suelta tragando saliva y bajando la mirada.

Jay, palmea su espalda con la mano libre, dándose cuenta de que todo había terminado.

Estan en casa, qué el dolor ya no era parte de su cuerpo, lo habían superado.

Se siente conmociónado, además de estar frustrado por el hecho de que no le permiten ver a su miss universo.

Aúnque, el estar viendo a uno de sus mejores amigos parado frente a él con aquella sonrisa resplandeciente, y con en el que más afinidad podía llegar a tener, le da la pauta de que todo está bien.

De qué están a salvo.

—Lamento todo lo que paso, no dejó de sentirme culpable desde el instante en el que se cayó el océano, lamento por el daño que pasamos cada uno de nosotros, sé que fue duro para ustedes y sé que sos consciente de que fue difícil para nosotros, pero necesito decirte que lo lamento por más que sepamos de que ninguno de nosotros tiene la culpa.— Balbucea sin separarse de su abrazo.

Él que lo hace, es Ray, arqueando sus cejas y tomando uno de los sillones para acercarse a su amigo.

—¿Que estás diciendo? ¡Estás loco sí estas pensando qué me tenés que pedir disculpas por algo, entiendo el punto de lo que te estás refiriendo, pero ni siquiera puedo llegar a permitirte que pidas disculpas porque vos mismo estás diciendo que nadie tiene la culpa de lo que sucedió!— Se queja furioso.

Jay suspira. —¡Igual!— Se queja. —¡Necesito pedirles disculpas, a los tres!— Admite negando.

No sé iba a quedar tranquilo si no tenia antes está conversación con ellos.

Necesiba poder hacerlo, era la forma en la que él podía explicar su historia y lo que había ocurrido.

Además de que sus disculpas no son solamente por el mero sentido de que Emma se había caído al océano, era por mucho más, era por aquella sensación de haberles faltado el respeto a cada uno de sus amigos teniendo que ser sincero para con él mismo al abrir su corazón y admitir que estaba enamorada de su hermana desde hace mucho tiempo más.

Eran las disculpas que necesitaba gritar a los cuatro vientos por haberse dejado llevar por la tentación y no seguir haciendo sus más grandes esfuerzos por mantener sus pensamientos alejados de aquello que es lo abrumaba desde hace mucho tiempo atrás.

—¡Lo necesito!— Admite.

Ray lo mira con los ojos brillosos. —¡Sos mí hermano, Jay!— Le deja en claro. —¡Deja de decir idioteces!— Maldice.

—Lo se.— Infla su pecho.

Quería sacarse todo ese peso de encima, y poder ver sí sus amigos lo comprendían, de la misma manera que él había esperado que lo comprendieran.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora