10

678 35 0
                                    

Emma mira y toca el reloj pulsera que tenía en su muñeca.

Le quedaba algo grande, pero había corroborado que el tiempo había pasado y que Jay llevaba más de veinte minutos fuera dónde fuera que estuviera, y ella había estado exactamente esos veinte minutos parada mirando el sol salir sin saber absolutamente hacer otra cosa.

Solo podía estar con la mirada fija en el fuego que Jay había encendido, tocando su reloj, cómo queriendo que el mismo trajera al mejor amigo de sus hermanos hacia ella, pero eso no pasaba y cada vez que tocaba la malla metálica es que se daba cuenta qué era una estupidez pensar en aquello ahora mismo.

—¡No puedo creer que me haya dejado acá!— Se queja achinando sus ojos.

Conocía a Jay de toda la vida y cuando se encontraban en situaciones extremas, él dejaba de ser completo patán para con ella y se comportaba cómo el adulto de los dos, y era lo único que estaba esperando que sucediera ahora mismo.

—¡¿Cuál era el problema de ir juntos?! ¡Ni siquiera tenía intenciones de molestarlo!— Piensa una y otra vez no pudiendo comprender el pensar que había tenido Jay para actuar de esa forma.

—¡Es peligroso!— Se burla imitando a Jay mientras que pone sus ojos en blanco.

Ella creía que lo mejor era mantenerse unidos, que no había porque mantenerse separados, ya que la situación era bastante caótica y nueva para los dos, por lo cuál, no era necesario agregarle alguna especie de complicación al no saber si se volverían a reunir.

No había nada en lo que Emma pensará ahora que fuera positivo, todo lo veía negro y no podía dejar de pensar en cómo es que Jay volvería hacía dónde se encontraba, estaba tan absorta en el miedo que no recordaba que Jay amaba la naturaleza más que ninguna otra persona que conocía, y eso, bien o mal, era realmente una ventaja para los dos no sabiendo el tiempo que tuvieran que pasar allí.

Él no estaba fascinado con la idea de lo que estaba sucediendo, pero sí, ante todo, se encontraba mucho más tranquilo y sabía mantener la calma, conocía sus instintos básicos de supervivencia, y es por eso mismo que se había ido a revisar el perímetro, no era ningún ingenuo y hasta que los hermanos Sunnin lograrán rastrear todo el océano y llegar a ellos probablemente llevaría algunos días.

Y él necesitaba asegurarse de que podía mantener con vida a Emma, segura y al resguardo de lo que hubiera en aquella isla.

No quería involucrarla y arrastrarla hacia su investigación.

Emma no sería capaz de poder mantener el ánimo durante todo el recorrido y no podía batallar con su estado de ánimo y al mismo tiempo ocuparse de lo importante.

—¡Ahora encima tengo que armar está estúpida carpa!— Se queja.

Emma camina de lado a lado no pudiendo creer realmente dónde es que ahora mismo se encuentra varada con Jay, es una de esas situaciones en las que por más que esté mirando efectivamente que a su derecha e izquierda haya nada más y nada menos que agua, montaña y arena es algo que su mente no puede asimilar.

Mira el bote y suspira negando.

Las ganas que tiene de llorar son realmente insostenibles y no puede hacer más que dejarse caer al suelo y partirse en llanto...

No comprende cómo es que todo paso tan rápido y que la casualidad del destino la pusiera junto a el mejor amigo de sus hermanos.

—¡Tranquila, Emma!— Se intenta decir a sí misma en una forma de Consuelo.

Toca la arena con sus manos negando con la cabeza y cuándo corrobora qué, en efecto, la ropa ya se encuentra completamente seca toma la misma de manera inmediata para comenzar a doblarla prolijamente y colocarlas en su cartera para cruzar, luego la misma sobre su espalda.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora