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Emma estando más que muerta de frío, no hace más que mover sus manos entre sí.

—No entiendo cómo hace un sol infernal, y luego parece el polo norte.— Se queja.

El clima había bajado más que suficiente cómo para tener esa sensación de frío y extrañesa en su cuerpo queriendo a todo momento meterse en la carpa.

Jay se había dado cuenta de inmediato y es por eso mismo que una pequeña sonrisa contagiosa se escapa por sus labios, mientras que le causa una completa ternura el hecho de que ella esté notablemente aguantando tan solo por no dejarlo solo.

—¿Por que nos vas a dormir?— Sonríe proponiendo.

Señala una vez más con la cabeza a la carpa volviendo de la zona en la que estaba haciendo la composta.

—Estoy bien... Sólamente hace un poco de frío, pero tampoco es cómo para irme a dormir.— Sonríe dulcemente al responder.

Habían podido darse el gusto de comer unos caramelos que habían quedado en la cartera de Emma, mientras qué, al mismo tiempo, también, habían degustado, nuevamente, de los plátanos y del coco.

Jay, niega. —No lo sé. Creo qué necesitas descansar y resguardarte.— Insiste.

—Tenemos el fuego.— Señala el mismo.

Jay, tuerce su entrecejo y se anima a tocar una de sus manos. —Estas congelada, Emma.— Murmura mientras que la mira, apretando sus labios.

No sabía muy bien lo que le pasa al respecto con ella, al mismo tiempo sus gestos y sus cualidades al mostrarse de ese modo, hablaban mucho más de lo que sus palabras podrían llegar a decir.

Dichas palabras solucionaban muchas situaciones de incomodidad, o nerviosismo, que sus palabras habían logrado y que él con sus actos demostraba otra cosa completamente distinta.

Ella sonríe inflando su pecho. —¿Y vos, no?— Se queja y lo mira divertida.

Se anima alzar una mano, para poder tocar una de sus manos y corroborar que si tiene el mismo frío que ella tiene, pero se lleva una absoluta sorpresa al encontrar su cuerpo caliente, cómo si hubiera estado metido dentro de la ducha durante un montón de tiempo y el agua hirviendo estuviera golpeando todavía contra su piel.

—¡Estoy bien!— Murmura.

—¡Estás demasiado caliente, mucho más qué algo normal!— Admite.

Jay niega. —Me siento bien.— Insiste, restandole importancia.

Emma, vuelve a tocar su rostro. —¡Estás hirviendo!— Suelta con sus labios temblorosos.

Jay solo sonríe de costado restándole importancia. —Es sólo algo de fiebre.— Murmura rodeando los ojos.

No le quería dar importancia al asunto, tampoco es que se sintiera completamente mal, tan sólo  abrumado, y algo mareado, pero eso no era algo para preocuparse.

—¡Es grave, Jay!— Lo regaña.

—¡No es nada!— Sonríe coqueto.

Ella arruga su entrecejo sorprendida. —¡Claro que sí! ¡Es fiebre, Jay!— Se queja molesta.

Él suspira colocando sus ojos en blanco y queriendo, a todo momento, restarle importancia.

Teniendo en cuenta que no esta acostumbrado a sentir preocupación por las personas, y menos que menos, quería sentir la preocupación que estaba generando, ahora mismo, en la hermana pequeña de sus mejores amigos.

—Está sonando demasiado exagerada... Me parece que no es el momento oportuno cómo para sonar de esa manera y podes estar tranquila de que no me voy a morir, por sentirme con un poco de fiebre.— Argumenta colocando sus ojos en blanco.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora