Epílogo.

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Emma, nerviosa, cómo sí se tratara de la primera vez, mueve sus manos entre sí al bajar de su auto.

—¡Amo este lugar, realmente es hermoso cada vez que venimos!— Admite inflando su pecho.

El primer restaurante en el que tuvieron una cita de verdad, el primer lugar en el que Jay le pidió que fuera su novia oficialmente.

En ese entonces todos se había estado dando de manera tan espontánea y esporádica que nunca habían hablado con sinceridad sobre la palabra clave.

—Queria que fuera algo especial.— Asegura apretando sus labios, cerrando con alarma su vehículo y tomando su mano para que ella deje de moverlas entre sí.

Emma vuelve a sonreír de aquel modo nervioso. —¿Especial?— Murmura tragando saliva. —¿Hay algo que no se?— Emocionada pregunta.

Usualmente cuándo a Jay le salía un negocio que estaba esperando hace mucho tiempo, ella era la primera en enterarse, cómo si fuera su amuleto de la suerte.

Jay sonríe coqueto. —¿Estoy notando que estás nerviosa, acaso?— Suelta una carcajada relamiendo sus labios.

Emma toma aire y asiente.

—Siempre me pongo nerviosa con tus sorpresas, la primera vez me compraste un departamento para que viviéramos juntos, y ahora estamos en el medio de la semana yendo a cenar con mis hermanos en nuestro lugar especial.— Le recuerda, haciendo una mueca exageradamente divertida con su rostro.

Y, la verdad, es que no había sido para menos, debido a que el castaño se había esforzado para conseguir un penhouse de lujo frente a la playa, haciendo énfasis en poder tener un estudio iluminado, y que al mismo tiempo pudiera hacer el templo de concentración de Emma para cuando tuviera que escribir sus historias.

Desde qué había lanzado su obra, luego de poder volver a la realidad de su vida.

No había dejado de trabajar con diferentes editoriales.

Era una escritora exitosa, que disfrutaba de pasar tiempo con su familia, disfrutaba apreciar las pequeñas cosas de la vida, y las pequeñas oportunidades que está le otorgaba, luego de la experiencia de la Isla no había dudado, ni un solo segundo, cuándo Jay le propuso de ir a vivir juntos.

Había sido algo repentino, aúnque, nada era repentino entre los dos, la relación había empezado a fluir año tras año y parecía que se habían encontrado el uno al otro, que podían disfrutar del tiempo compartido entre los dos y de la misma manera, también, disfrutar de tiempo en soledad, pero con algo en común.

Poder estar pensando en el otro, esperando en el regreso a casa que les pudiera otorgar algo de tiempo en conjunto.

—¡Bien que no te quejas ahora de tu hogar!— Le roba un beso.

En este día en particular su novio tenía un demasiado buen humor, y eso significaba que estaba tramando algo, en particular una sorpresa para ella, a lo largo de todos estos años había podido descubrir pequeños detalles que le daban la facilidad de saber, con algo de anterioridad, cómo es que Jay la iba a sorprender.

—¡De ninguna manera, y menos si vos estás en el!— Sonríe coqueta.

Demostrándole siempre, la fuerza que tiene cuándo está plantada frente a su rostro.

El poder que Jay le otorga a todo momento, las ganas de regalarse felicidad el uno al otro, de poder regocijarse de la felicidad del otro y poder compartir esos pequeños momentos, tanto de crecimiento profesional, como así también de crecimiento personal y de cómo la pareja iba creciendo poco a poco.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora