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Emma traga saliva y parpadea alzando sus ojos hacia los de él.

Por más vergüenza que tuviera al respecto le gusta tener esta conversación, esta a gusto con lo que esta descubriendo de Jay, gracias a qué eso es exactamente lo que ella quería y lo que necesita para poder darle una respuesta a su conciencia que tan aturdida se encontraba.

—Estas demasiado callada.— Sonríe.

Emma traga saliva.

Su sonrisa podía llevarte de viaje a dónde quisieras y jamás tendrías preocupaciones.

Es por eso mismo que no podía dejar de verla cada vez que él hacía eso, e incluso, sabía que ocurría siempre que Jay sonreía.

—Me cuesta entenderte.— Suelta con una media sonrisa de costado.

Jay sigue con la mirada perdida en el fuego. —A mí me cuesta entenderme, miss universo, así que no te culpes por eso, es normal.— Admite igualmente.

—No debería ser así.— Se sonríe.

Esta perdida en base a sus pensamientos para con él,  si todo lo que había estado observando de Jay durante estos días había sido para darse cuenta que había mirado a Jay durante mucho tiempo más del que ella quería admitir.

Tampoco era algo de lo que esta segura de querer reconocer.

Tal vez por miedo, o por no saber cómo serían las cosas luego de admitir aquello.

Esta más qué en claro que nunca había tenido una vida amorosa muy interesante, si algún qué otro chico la había besado, pero ni siquiera se había animado a dar el gran paso de estar con alguien en otro aspecto que no sea un coqueteo, por eso mismo también que desconocía cómo comportarse en este tipo de situaciones.

La cuál le genera, de momento, muchísimo temor.

Por dos grandes cosas, la primera era el echo de sufrir al no ser correspondida, en el hipotético caso de que estuviera enamorada de él.

No teniendo ni la menor idea de lo que era sufrir por amor, tampoco, siendo una completa analfabeta sobre el tema y no prestando atención a las experiencias de sus amigas, de sus compañeros o de sus colegas, con el cual tenía un trato bastante laborable, en base a las amistades que había logrado por la aplicación en la cuál ella escribía diariamente sin falta.

—Lo sé.— Murmura.

Emma suspira. —Hablo en serio.— Suelta.

Se creía una chiquilla adolescentes que no sabía para dónde salir huyendo, no quería reconocer que él termina siendo su crush siempre.

Y eso le causa mucha vergüenza y una baja de autoestima total, tan sólo basta con verlo a Jay para darse cuenta de lo roto que él se encuentra.

Podía ser un hombre adulto y completamente independizado que tenía terribles secuelas de su infancia y adolescencia, que quiera tapar las mismas con lo que fuera que hiciera para fastidiar a su padre a todo momento.

Que siempre quería llamar su atención, siendo el número uno en deportes acuáticos, previniendo  que su padre no aceptaría aquello. Y eso justamente es lo que lo divertía.

Y lo que lo llevaba a todo momento a comportarse de ese modo rebelde a cada segundo.

Y luego esta ella, aún más rota que él, cargando con la misma mochila en sus hombros por siempre, no pudiendo entender siquiera o aceptar que él genera sentimientos encontrados en su persona, siquiera pudiera llegar a existir una mínima posibilidad de estar juntos.

Ambos estan rotos, y aquello, en su mente sonaba del todo insulso e irrealista, reconociendo qué en la realidad eso sonaría incluso peor de ilogico.

Emma no era de las personas soñadoras y poco realistas que podían llegar a creer que dos personas rotas podían arreglarse mutuamente lugar a otro.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora