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Un nuevo despertar se acerca en la isla.

Los sonidos de las aves son sus compañeros día y noche, mientras qué Emma, había aprendido a utilizar aquello como alguna especie de despertador.

Pudiendo ser la primera en despertar, para poder ocuparse de organizar un pequeño desayuno con los que siempre tenían a mano, y mientras tanto hacerse cargo de sus capítulos diarios de aquella novela que iba creciendo poco a poco, y que tenía que agradecer tener un aparato tecnológico que funcionará con luz solar.

De otra manera no hubiera podido avanzar de dicha forma con aquel proyecto.

—Sera un gran día.— Sonríe, al observar a su alrededor.

Había estado aprendiendo tantas cosas que ni siquiera podía creer que era una experta en el clima, y que con tan sólo mirar las nubes y para dónde iban las olas de aquel océano, podía darse cuenta sí se avecinaba una tormenta o si el día sería completamente caluroso y soleado.

Siendo, esos días, en particular, los favoritos de Jay.

—¡Perfecto!— Sonríe, una vez más, al haber terminado de preparar dicho desayuno y haber colocado alguna que otra rama, más, para mantener el fuego y avivar el mismo a esta altura del día.

Tan sólo basta que el castaño se despierte para poder desayunar juntos, y comenzar aquella especie de rutina que tenían día tras día.

—¡Jay, ya está el desayuno!— Le hace saber.

Mientras espera a tener noticias de Jay, se pone cómoda frente a el fuego y abre su aparato para poder comenzar a escribir. Cambiando la sonrisa en su rostro al darse cuenta que el capítulo del día de hoy era nada más y nada menos que, el "365".

—No puede ser.— Jadea y entre abre sus labios sorprendida al no poder creer que lo que está leyendo.

Su cuerpo comienza a temblar, hasta el punto en que su visión se vuelve prácticamente nublosa.

Retrocediendo página tras página, para darse cuenta de que efectivamente la cuenta estaba hecha de manera correcta, hoy era el día 365, hoy se cumplía un año desde que estaban varados en aquella isla.

—¡Jay!— Titubea.

Sus manos no pueden contener la angustia del momento.

Su pequeño aparato tecnológico cae sobre la arena, sus ojos se llenan de lágrimas y no puede contener el soltar un grito ahogado por sus labios, mientras que lleva ambas manos hacia su rostro.

—¡No puedo respirar!— Se dice a si misma.

No se preocupa por su pequeña tablet, ahora lo único que le importa, es lo que está ocurriendo en su cabeza, y el pequeño ataque de pánico que está teniendo.

Esta aterrada, no sale ni una sola palabra por sus labios, mas qué insulsos balbuceos, y palabras ilógicas sin un solo sentido común.

No puede relacionar cómo es que hace unos minutos estaba completamente feliz con todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, incluso, estaba contenta de qué estaba superando cada uno de sus peores miedos.

—¡Jay, necesito ayuda!— Súplica.

Jay, se despierta gracias al grito qué había soltado por sus labios hace muy pocos segundos.

Le había llevado menos tiempo de lo normal poder ponerse en órbita y percatarse de qué no esta a su lado.

Aquello no era algo que lo preocupara, debido a que se había convertido en la rutina de ambos.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora