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Lucius abre la puerta de su casa, esa misma casa en dónde, desde hace ya tres meses y dos días, qué vivía con tres de los hermanos Sunnin.

—No puede ser...— Traga saliva.

Desde el día uno en que llegó a la propiedad, qué se quiso ocupar de pagar el alquiler de la misma, le parecía una falta de respeto que los chicos le hubieran permitido vivir allí con ellos, hasta que la busqueda se terminará, y es por eso mismo qué quería poder aportar algo desde su perspectiva.

Al principio había costado un poco que Ray, fuera quién aceptará que solamente Lucius abonará el alquiler, teniendo en cuenta que ellos eran más y que no había incovenientes en colaborar todos.

Hola, hermano.— Sonríe Esteban.

Lucius sonríe negando con la cabeza. —Te dije que no era necesario que vinieras, Esteban.— Murmura rodeando los ojos.

Y a pesar qué coloca un mueca de enojo en su rostro, no hace más que hacerse a un costado para que su hermano tenga acceso a la propiedad.

Esteban lo mira entre divertido y serio, al mismo tiempo, qué avanza con sus dos maletas grandes, dándole la pauta de qué tan sólo no era una simple visita, sinó que venía para quedarse.

—¿Llegué en mal momento?— Mira su reloj pulsera.

El viaje le había puesto el horario de cabeza.

—Si parece un mal momento.— Bromea.

Llevaba más de un mes con ganas de hacerlo, las llamadas via skipe no eran suficientes, y Esteban creía, que tenía que estar presente desde otra perspectiva, y que si él se mostraba acompañando a su hermano, probablemente, también ayudaría a que cambie su humor.

—¡Los chicos fueron a buscar a Ray!— Explica negando con la cabeza.

Ray se había tenido que ausentar tres días más, lo que le llevaba de viaje volver hasta aquí.

Las cosas haciendo trabajo a distancia no era lo mismo que estar de forma presencial, y eso lo habían podido aprender y ver en carne propia cada uno de ellos desde qué Lucius estaba a su lado dándoles apoyo y algo de ayuda para mantener sus negocios estables y positivos.

Esteban observa a su alrededor. —¡Excelente entonces!— Sonríe inflando su pecho.

—Supongo.— Murmura.

Esteban sonríe. —¿Podré pasar, o vas a cerrar la puerta?— Señala la puerta.

Su hermano lo observa mientras que cierra la puerta y suspira, tener a Esteban allí era una gran bendición, pero al mismo tiempo, también, era justificar que algo estaba pasando y que lo necesitaba, y hasta el momento había querido evitar mostrarse de esa manera, porque tan sólo exponerse ante su fragilidad no lo ayudaría en absolutamente nada.

O eso es lo que él intentaba decirse día a día para poder seguir levantándose todas las mañanas, y escuchando las mismas noticias, tanto por parte de la prefectura, cómo así también por parte de su contacto en el helipuerto, quién cada día que lo veía lo miraba con lástima.

Incluso había llegado un momento en el que no quería aceptar su dinero y cobrarle la tarifa.

Aquello para Lucius, era exactamente lo peor que le podían hacer, no había nada peor, qué en estos momentos, la gente lo estuviera mirando con pena y lástima, sabía muy bien lo que estaba pasando, y que todos se estaban dando por vencidos, menos ellos cuatro.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora