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—¿Que estás haciendo?— Lucius ingresa a la habitación de Jay, sin haber golpeado la puerta y encontrándose con que su hijo tenía sobre su cama de dos plazas y media más de una docena de cajas armadas.

Una mudanza que nadie le había anticipado a su padre estaba próxima a ocurrir frente a sus ojos.

Jay observa colocando sus ojos en blanco, niega con la cabeza y continúa embalando las cosas de mal modo.

—¿Creo que es suficiente con ver las cajas y el camión de mudanza afuera para darte cuenta que me voy de esta maldita casa, verdad?— Sonríe maldicióso mientras que camina de lado a lado.

Lucius, no tiene ni la menor idea de lo que está pasando frente a sus ojos, no se da cuenta de que está inmovilizado en la puerta, sin poder avanzar, sin poder tomar una decisión que le permita poder hablar con su hijo con mayor tranquilidad.

Intenta hacer memoria para sus adentros, corroborar sí con alguna de las típicas peleas que ellos solían tener, incluso, luego del fallecimiento de su esposa, si es que le había dado la iniciativa para que se fuera de la propiedad o para que lo dejara sólo.

Lamentablemente entre pensamiento y pensamiento se daba cuenta de que eso nunca había ocurrido y que menos que menos había sido él, el responsable de echar a su hijo.

Parecía ser que la decisión por parte de su hijo estaba más que tomada, y no había absolutamente nada que hacer al respecto para poder cambiarlo de parecer.

—Supongo que no te irás de vacaciones.— Intenta bromear para alivianar un poco el ambiente.

Jay le devuelve una mirada que realmente hiela cada uno de sus huesos, dándole la pauta de que no está para chistes.

Lucius baja la mirada negando con la cabeza, es mucho más serio de lo que él esta pudiendo llegar a creer.

—¡Por una vez en tu maldita vida acertaste!— Exclama de manera sarcástica y con pocas pulgas.

Lucius niega con la cabeza, merece exactamente cada una de las maldiciones que su hijo le esta diciendo...

—¡Me voy de esta jodida casa, porque no voy a tolerar tus reglas! ¡No voy a tolerar que siempre estés de hablándome de ese modo cómo si yo fuera una escoria simplemente por no querer seguir tus malditos pasos en la empresa, me importa una mierda tu firma, me importa un carajo que fuera tu sueño!—  Demanda alzando sus manos.

Lucius alza su barbilla sin decir una sola palabra, sí objetaba siquiera cualquier cosa la misma se iria de inmediato en su contra.

Estaba más que en claro que aquello se lo merecía y que las palabras que estaba recibiendo, eran las mismas palabras con las que había torturado a su hijo durante tantos meses por no hacer lo mismo que él.

—¡Y me importa una mierda si te desilusiono o si desilusionó el nombre de mamá! ¡Porque está jodidamente muerta... Y vos no haces más que recordármelo una y otra vez para que yo me sienta como una completa porquería!— Alza su tono de voz.

Frena en seco y lo mira arrugando su entrecejo. —¿Podrías dejar de atacarme?— Pide.

—¡Yo no soy ella! ¡Y menos que menos no soy vos, Lucius!— Sisea dejando aquello cómo la última palabra de su brutal descargo.

Lucius suspira bajando la mirada, cada palabra se estaba clavando en su pecho con un enorme dolor.

Era inexplicable no sentirse de esa manera y seguir pensando que se merecía cada una de las palabras.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora