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¿Aburrida, miss universo?— Jay la interrumpe comiendo unas franui.

Una delicia argentina, de la Patagonia, que sólo conseguía gracias a una encomienda que le enviaba cada dos o tres meses un gran amigo de allí.

Jay había degustado aquella delicia de chocolate y frambuesas en unos de sus viajes a conocer las mejores playas, lagos y mares para poder disfrutar del espectacular deporte que él practicaba a diario.

Ella achina sus ojos, para luego quitar la vista de su laptop, mirarlo aburrida y cansada.

No se encontraba de esa manera, sino que estaba muy compenetrada escribiendo y Jay la había interrumpido, llegando al punto de preguntarse: ¿Por qué es que él estaba en su casa si ninguno de sus hermanos todavía había vuelto?

—Estoy trabajando en un proyecto y tu presencia  me está distrayendo.— Susurra volviendo la atención a su computadora.

Él sonríe relamiendo sus labios.  Al mismo tiempo que toma asiento a un lado de Emma, teniendo más de un lugar para elegir.

—¿Estás queriendo decir entonces que yo te distraigo?— Sonríe coqueto.

A lo que Emma achina sus ojos algo irritable, tenía una capacidad de realmente pésima para poder mentir o para en realidad esquivar las respuestas en las que no quisiera ser sincera del todo, y efectivamente encontraba cerca de él se ponía más nerviosa y la verdad es que no sabía cómo hacer para poder disimular aquello.

—Si.— Se queja arrugando su entrecejo.

Jay sonríe masticando una fresa. —¿En serio, miss universo?— Sonríe una vez más pestañeando. —No estoy hablando y no estoy haciendo nada qué puede llegar a ser motivo de distracción para vos... Así que en realidad no es mi culpa que mí presencia te incomode.— Relame sus labios volviendo a meter otra fresa en sus labios.

—No.— Suspira frustrada.

Él sonríe y su sonrisa se ensancha un poco más.

Emma se da cuenta de que acaba de caer en su trampa, acaba de quedar completamente deschabada ante sus palabras.

Emma bufa. —Lo que quiero decir es... Que me molestas simplemente con tu presencia.— Parpadea.

Está más que claro que le cuesta organizar sus palabras y pensar en realidad una respuesta y una oración que pueda llegar a sonar coherente y creíble ante todas las cosas para poder responderle y lograr que él cierre la boca.

—¿Querés fresas?— Sonríe parpadeando.

Emma suspira y cierra la notebook al mirarlo. —¿Me estás tomando el pelo, Jay?— Sisea perdiendo los estribos.

Él solo vuelve a sonreír coqueto. —Miss universo, no te haría mal probar una, son mí postre favorito entre otras cosas.— Murmura mirando con total descaro sus labios.

Ella traga saliva y se aleja poniéndose de pie mientras que abraza su notebook a modo de resguardo y protección.

—¿Que estás haciendo acá? ¿No se supone que ustedes salieron? ¿No tenes casa, acaso?— Sus palabras salen crudas y fuertes.

Luego de haber dicho las mismas es que se arrepiente levemente, un poco, por sonar cómo una completa histérica cuándo no quería ofender de esa manera a Jay.

—Demasiado mal humor, miss universo, para ser tan pequeña.— Bromea divertido.

Emma infla su pecho y suspira negando, ya era un caso perdido hablar con él.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora