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Lucius baja del jet privado, cortesía de uno de sus proveedores.

Se lo ve cansado y preocupado, y él que más se da cuenta de aquello es nada más y nada menos que Logan, el más perspicaz de los cuatro hermanos.

Ray se acerca hacia él para estrechar su mano, lo había estado esperándo de manera más que ansiosa.

—¡Lamento la demora!— Hace una mueca con sus labios.

—¡Bienvenido, Lucius!— Aprieta su boca.

La llegada del padre de Jay, era realmente lo que les daba las esperanzas que ellos no tenían para poder empezar la búsqueda.

Lucius era dueño de, prácticamente, casi la mitad de todos los Ángeles, siendo una de los empresarios más reconocidos en todo el país, y también, siendo uno de los empresarios más reconocidos al saber que su hijo no quería, en absoluto, pertenecer a ninguna de sus empresas.

Y por eso mismo, estaba más acostumbrado a que Jay estuviera en la boca de todos y que siempre se le estuviera cuestionando a su padre en alguna conferencia o en algún evento público en dónde se lo encontrará, qué es lo que pensaba de la vida deportista que llevaba su hijo.

Jay no era ese niño animado, que quizás muchas personas que no lo conocían podrían llegar a creer, había estudiado duro y se había esforzado para poder dejar conformes y contentos a sus padres, ante todo, a su madre.

Pero cuando ella falleció él se dio el gusto y la satisfacción de poder hacer lo que realmente se le antojara, sin importarle lo que su padre pensará de aquello.

Lucius siempre estaba ahí para fastidiarlo, y para recordarle a todo momento que no estaba conforme en cómo se comportaba su hijo, que estaba más que claro que él estaba disgustado con el estilo de vida que había decidido tomar, y que también no era bien visto que prefiriera hacer su vida deportiva a una vida de empresario como él pretendía.

Eso era lo que Jay veía de su padre.

Y la verdad es que había llegado un punto en su vida en el que no le importaba qué es lo que pensara su padre, o si en realidad él no estaba viendo las cosas de la manera correcta y de como su padre lo veía, debido a qué, justamente, todo se había convertido en un caos en cuanto su madre fallecio y los dejo a los dos...

No era fácil, nunca había sido fácil procesar todo ese duelo, su padre también estaba pasando por un duelo terriblemente doloroso del que nunca se había podido recomponer y es por ese preciso motivo del que no se había podido hacer cargo de su hijo y luego andaba renegando con el mismo cuando Jay desaparecía por días.

Está más que claro que transitar un duelo no es para nada fácil para ninguna de las dos partes, y había un momento del día en el que su hijo comprendía que él había perdido a su pareja y a su compañera de vida, y también es por eso mismo que no lo culpaba y que no estaba todo el tiempo recriminandole.

Pero Jay, también, necesitaba a transitar su duelo y hacer las cosas que él creía que eran correctas para poder sentirse de alguna manera mejor.

Había empezado a dejar de ocultarse, ya no le importaba que la gente lo estuviera señalando con el dedo cuándo él estaba en la costa de alguna de las playas surfeando y haciendo lo que más le gustaba.

Era feliz, había aprendido poco a poco que era feliz haciendo eso y que esa felicidad de alguna manera, en ese preciso instante en el que estaba disfrutando del deporte que tanto anhelaba él le gustaba, es que desaparecía el recuerdo de su madre, y con eso no quiere decir que él se olvidara por completo de ella sino que en realidad él se sentía mucho mejor.

De regreso al océano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora