Entre la Seguridad y el Misterio

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—Nosotros, a partir de hoy, seremos tu apoyo. Debes confiar en nosotros. Descansa por el momento, que muy pronto partiremos de esta mansión a otro lugar donde estaremos más tranquilos. Ya que los papeles se trasladarán a otro país, debo pensar bien a qué país y si será seguro para nosotros —añadió Yamato.

—Muchas gracias a los dos —dijo Hana, mientras Yamato y Lían le daban un abrazo. Hana pudo sentir el cariño de ambos hacia ella.

—Te mostraré tu nueva habitación. Será solo por unos días —añadió Lían.

—De acuerdo —respondió Hana, mientras Yamato hacía algunas llamadas.

Lían y Hana subieron a la habitación y, para sorpresa de Hana, un hombre estaba en la habitación: elegante, guapo, y mirándola fijamente.

—Paco, ¿qué haces aquí? Deberías estar abajo, no aquí arriba. Puedes retirarte, no necesito de tus servicios en este momento. Ve a descansar. No saldremos esta semana —añadió Lían.

—Lo siento, es que el señor Yamato me dijo que esperara aquí por seguridad. Según lo que me ha contado, necesito estar pendiente de ella —añadió Paco.

—¿Qué te dijo? —preguntó Lían.

—Dice que no cree que ella realmente esté segura aquí donde estamos. La señorita no está a salvo y si quieren mandar a alguien para hacer el trabajo sucio, tendrán que vérselas conmigo. Por eso debo protegerla. En la noche no dormiré; estaré observando la mansión —dijo Paco, el nuevo guardaespaldas de Hana.

—Por eso mismo, ve a dormir ahora y descansa, porque en la noche cuidarás de mi hija. Solo ve a dormir. Aquí estoy yo para cuidarla en estos momentos —dijo Lían.

Hana permaneció callada y no dijo nada.

—Está bien, señora, haré caso a lo que me digan —dijo Paco, retirándose.

Hana se sentó en la lujosa cama y notó que era distinta; el ambiente se sentía ameno.

—¿Crees que estoy segura? ¿Hay alguna razón por la que me quieran matar? —preguntó con voz desganada.

—No tengo la menor idea. Necesito que descanses, Tamara te traerá la comida a la cama —dijo Lían.

La voz de Yamato intervino de inmediato antes de que Hana abriera la boca.

—No podremos quedarnos una semana. No creo que sea conveniente; siento que algo pasará. Así que tendré que adelantar los pasajes del vuelo para ver si hay espacio para irnos mañana en la madrugada. Solo espero que me den respuesta lo antes posible —dijo Yamato en un suspiro.

—¿Tan grave es? —preguntó Hana.

—Es por tu seguridad. Los papeles de la adopción se adelantaron; hoy mismo vendrán los papeles para firmar y convertirte en nuestra hija oficial. Mi principal responsabilidad es que estés bien —añadió, respirando hondo y soltando aquellas palabras que tenía retenidas desde antes—. Siempre he querido tener una hija de quien preocuparme y darte todo lo que necesites. Conmigo, no pasarás penurias.

En ese momento, un hombre muy guapo apareció, y su voz ronca estremeció el cuerpo de Hana.

—Los papeles del vuelo están listos. El vuelo sale a las 5:00 pm de la tarde, y los papeles que sugirió de la adopción están listos. Vendrán en treinta minutos, señor Yamato —añadió la voz ronca y simpática, mientras el copete de su cabello se movía con el viento.

—Gracias. Ya te puedes retirar —dijo Yamato.

Hana hizo una leve sonrisa al joven mientras veía que le entregaban en su mano unos papeles con pasajes. El joven volteó a ver a Hana y se quedó mirándola por unos segundos. En eso, la voz de la sirvienta Tamara interrumpió aquel momento.

—Su comida, señorita Hana. Espero que le guste —anunció.

—Gracias, señorita Tamara —dijo Hana, intrigada por la mirada lejana de aquel joven.

—Ya pueden retirarse los dos. Hana necesita alimentarse y descansar lo más que pueda —dijo Yamato nuevamente, cuando Tamara terminó de poner los alimentos en una mesa.

Todos se retiraron y a solas quedaron Yamato y Hana en aquella habitación.

—Come, descansa, y si quieres puedes ver televisión. Aquí está el control —añadió Yamato.

—Muchas gracias. Usted ha sido mi ángel después de lo que pasó —añadió Hana, agradecida.

—Siempre estaré para ayudarte. Buen provecho —dijo Yamato.

—Eso lo agradezco mucho —dijo mientras le sonreía, y ambos se dieron un abrazo.

Yamato se retiró, y Hana prendió la televisión y se posicionó en el canal de noticias. Vio una foto que se parecía a ella, donde salía escrito "chica desaparecida".

—No entiendo. ¿Por qué salgo en

televisión? Esto es absurdo. Desaparecida, yo. ¿Por qué rayos sale mi cara en televisión? Esa chica se parece a mí, ¿pero por qué? —habló Hana en un murmullo mientras tomaba su taza de jugo de manzana.

«Ni siquiera sé lo que pasa. Ahora me siento totalmente sola. Debería estar celebrando mi luna de miel. No entiendo por qué me tocó un hombre cruel que solo me quiso utilizar. Ahora sé que él me mintió. No debí confiar en él. Pensé que después de todo tendría amor, dinero, y sería feliz. Ahora tengo un pasado que no creo que ningún hombre vuelva a amar. El amor se cerró para mí. Las puertas se han cerrado. No tiene caso seguir esperando o soñando. Ahora seré parte de la familia nueva que tuvo misericordia de mí. Ahora mi plan de ser madre se desvaneció del todo, y ahora resulta que hay una mujer igual a mí. Esto no puede salir mal. Debo investigar quién es ella. Ojalá la encuentren, pobre mujer».

Horas después, los papeles de adopción de Hana y la residencia ya estaban resueltos. Los pasajes para el vuelo también estaban listos. Esta era la única oportunidad para que Hana pudiera salir huyendo de su país natal.

Allí estaba Hana en el aeropuerto, despidiéndose del lugar. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar cómo su matrimonio se había desmoronado. En su corazón aún había dolor, y no entendía por qué aún sentía amor por el hombre que la maltrató.

—¿Por qué estás triste? —dijo Yamato.

Mamá te conseguimos un CeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora