Por debajo del telón

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En la penumbra del crepúsculo, cuando los últimos rayos del sol se desvanecen en el horizonte, el mundo se sumerge en un manto de total oscuridad y misterio. En el bosque prohibido, se pueden escuchar sonidos incesantes de criaturas moviéndose entre la bruma y el misterio: galopes recorriendo grandes terrenos, chillidos de criaturas maléficas acechando a sus presas, gritos humanos que guían a contiendas, y cantos de aves nocturnas que observan todo desde sus escondites.

Toda luz era casi inexistente en este misterioso escenario; solamente en lo alto, la luna plateada derrama su luz etérea sobre la tierra, tejiendo un tapiz de sombras y destellos de plata. Las estrellas parpadean como ojos curiosos en el cielo, observando en silencio los misterios que se desarrollan bajo su vigilancia.

Cerca de este bullicio silencioso se encuentra un lago tranquilo y sereno. En la superficie del lago, el reflejo de las estrellas titila como diamantes en la oscuridad, mientras la brisa nocturna acaricia suavemente la superficie del agua. Todo está en calma, como si el lago mismo estuviera suspendido en un sueño tranquilo, esperando ser despertado por el primer resplandor del amanecer.

Bajo la luz de las estrellas, los habitantes del lago duermen tranquilamente, envueltos en el cálido abrazo de la noche, mientras los sonidos del exterior son amortiguados por las tranquilas aguas.

En el castillo, en medio de un gran lago, todo estaba tranquilo. Los pasillos despoblados hacían que cualquier pequeño sonido resonara con un eco estremecedor.

En lo alto de una colina, envuelto en las sombras de la noche, se alza majestuoso el Castillo de Hogwarts. Sus torres se elevan hacia el cielo estrellado, como guardias silenciosos que vigilan el paso del tiempo. Las leves luces dan contraste a su imponente figura en la noche, como una fortaleza antigua que ha perdurado por mucho tiempo.

Las antorchas parpadean en los pasillos sombríos, arrojando sombras danzantes sobre las paredes de piedra gastada. El silencio perdura entre los solitarios pasillos, cualquier sonido produciría un eco que despertaría al más cansado, y cualquier susurro sería escuchado por los aún despiertos.

Bajo estas leves luces, una persona está despierta a altas horas.

-Señora Noris, vámonos...- dijo un hombre encorvado, cuya presencia, junto con sus ropas harapientas y rostro poco amigable, asustaría a cualquiera que estuviera acechando en la oscuridad.

El conserje Filch, que muchos conocen por su carácter poco tolerante y bastante insobornable, hace sus rondas diarias de la noche para evitar que ningún niño salga de la sala común para realizar alguna actividad cuestionable. Junto a él, su gata, la señora Noris.

Ella estaba a su lado hace un momento, pero sus sentidos agudos detectaron algo, por lo que se quedó quieta un momento, mirando hacia una de las vigas de piedra que dan a la gran fuente. Estaba mirando fijamente, tratando de ver qué era lo que presentía en aquel lugar.

-Señora Noris- al escuchar los quejidos del hombre, la gata no pudo más que mirar en otra dirección para poder ir con su amo.

Pasaron los minutos y el lugar quedó completamente callado; solo el sonido del viento en las ramas de las plantas se escuchaba, y la única luz presente eran las antorchas que iluminaban el oscuro pasillo. Entonces, de la viga que la gata había mirado antes, algo pasó.

Nada que uno pudiera ver a simple vista, ya que lo que parecía raro era la misma sombra que esta hacía con el reflejo de la luz presente. De la cual, unas leves perturbaciones en esta hicieron que la sombra fuera ilegible por unos instantes, antes de que algo negro saliera de ese lugar.

El objeto en cuestión se siguió moviendo rápido y silencioso entre los pasillos, buscando algo o alguien en específico.


Reencarne sin querer y además.... ¿Por qué las túnicas negras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora