Aquella mañana fría y nublada no era del todo gris, pues ligeros rayos de sol se colaban entre las nubes y alcanzaban el rostro de Ginebra, despertándola.
—Hoy iré a definir el banquete de la boda con David —se dijo a sí misma, sonriendo—. Estoy muy feliz de poder pasar tiempo con él. De un año para acá lo he sentido diferente, un tanto ausente. Me imagino que es por su trabajo, ya que es la mano derecha de su padre... Pero a partir de mañana, con nuestra boda, las cosas cambiarán y por fin compartiré mi vida con él.Ginebra llevaba un vestido claro, entallado a su figura, resaltando su belleza y silueta esbelta. Su cabello ondulado y las zapatillas que calzaba la hacían ver como toda una dama.
—Si tan solo tuviera el cuerpo que tiene Victoria... —murmuró frente al espejo antes de salir de su habitación—. David ya debe estar aquí. Espero impresionarlo con mi vestido, aunque... no sé si fue la mejor elección. Parece que caerá una tormenta. Bueno, no importa, sé que le agradará verme.Bajó las escaleras llena de emoción y nerviosismo. Su padre la esperaba abajo y la recibió con cariño, diciéndole lo hermosa que lucía. Su madre, presente también, solo la observó con recelo.
—¿Dónde está David? —preguntó Ginebra, un tanto extrañada.
—Estaba aquí hace menos de una hora —respondió su padre—. ¿Dónde se habrá metido ese muchacho? Por cierto, Victoria tampoco está. ¿La has visto, querida?
—No tengo la menor idea. ¿Por qué no mandas a Ginebra a la bodega a ver si su hermana está ahí? —sugirió Verónica.
—No es necesario, dudo que esté en la bodega.
—No estaría de más cerciorarse. Además, podría traer un vino para ofrecerle a su novio.
—Yo iré por el vino, amor. No quiero que Ginebra se ensucie.
—¡Deja que vaya ella!
—Está bien, yo iré. No te preocupes, papá. Traeré un buen vino.Cuando Ginebra se dirigía hacia la bodega, una de las sirvientas trató de impedirlo.
—Espere, mi niña, yo le traigo el vino —dijo con voz temblorosa, mirándola con angustia.
—No te preocupes, Karla. No me voy a ensuciar.
—¡Apártate de su camino, mujer! ¿No ves que estás estorbando? —gritó Verónica.
—Pero... —intentó replicar la sirvienta, antes de que Verónica la detuviera tomándola por el brazo.Ginebra continuó su camino con una sonrisa en el rostro. Sin embargo, antes de entrar, escuchó ruidos extraños. Al abrir las puertas de la bodega, descubrió que los sonidos provenían de dos amantes entregados a la pasión.
Sus ojos se abrieron de par en par. La sonrisa se desvaneció. Un nudo oprimió su pecho. Sentía que el aliento se le escapaba.
Allí estaban David y Victoria, haciendo el amor. Su prometido y su propia hermana la habían traicionado.
—Ella ya lo sabe —dijo Victoria, sin el menor rastro de decencia.
—¿Qué? —David, agitado, volteó y vio a Ginebra.Todas las palabras de amor que un día le había recitado, se desvanecieron en un instante, dejando un amargo vacío.
—Espera, Ginebra, no es lo que crees. Yo no...
—¿¡Cómo pudiste!?Ginebra salió corriendo. Victoria fue detrás, dispuesta a rematarla con sus palabras.
—¡David es el padre del hijo que estoy esperando!—¿Qué? ¿De qué hijo estás hablando? —preguntó David, perplejo.
—¡Espera, puedo explicarlo! Ella no significa nada.
—¡No me toques! ¿No significa nada? ¡Es mi hermana, maldito imbécil! ¡Y está esperando un hijo tuyo!Víctor, el padre de ambas, intervino tras escuchar el escándalo.
—¿Qué está pasando aquí?
—Es mejor así —intervino Verónica—. Que ella misma se dé cuenta de que David y Victoria son quienes realmente deben casarse.
—¡Qué estupideces estás diciendo, Verónica!
—Estoy esperando un hijo de David —dijo Victoria, refugiándose en su madre.
—¿Qué?
—¡Ya tuve suficiente de esto!
—¡No... espera!
—¡Ginebra, no te vayas!
—¡Déjala ir! ¡Ni se te ocurra detenerla!Ginebra corrió fuera de la casa. Su mente estaba confundida, llena de dolor. Lloraba sin cesar. Un deseo intenso de desaparecer la invadía. Solo quería alejarse de ellos.
¿Cómo se supera una traición así? ¿Cómo se sana una herida tan profunda? Ni siquiera ella lo sabía.
—¡Esto es una pesadilla! ¡No puede ser verdad! Tengo esas imágenes clavadas en mi cabeza... ¿Desde cuándo me engañan? ¿Cómo no lo vi venir? ¡Soy una estúpida! ¡Una completa idiota! No quiero volver a verlos nunca más. ¿Mi madre lo sabía? ¡Claro que lo sabía! Por eso me mandó a la bodega. ¿Cómo pudo hacerme esto? No vale la pena seguir viviendo. No podré soportar el dolor...Desesperada, se dirigió al pantano de Nil. Corrió con todas sus fuerzas, hasta perder la noción del tiempo. Una densa tormenta se desató. Estaba empapada, sentía frío, pero nada de eso importaba.
—Iré a esa mansión y le ofreceré mi vida a ese vampiro. Y si no quiere tomarla, le rogaré que lo haga.Avanzó entre la espesura hasta que, finalmente, divisó algo entre la bruma: la mansión. Estaba casi intacta. Se acercó y abrió las puertas de par en par. Respiró hondo y gritó:
—¡Monstruo de Nil! ¿Dónde estás? He venido hasta ti. No pondré resistencia. Puedes beber mi sangre. ¡Es tuya! Solo tómala y mátame. ¡He venido para morir!No recibió respuesta. Cayó de rodillas, mientras la lluvia la seguía empapando.
—¡Maldición! ¡No existen los monstruos! Excepto ellos dos...
—¿Quién se atreve a perturbar mi sueño?Un escalofrío recorrió su cuerpo. Un aura amenazadora la envolvió.
—¿Has sido tú quien vulgarmente irrumpe en mi propiedad? ¿Te gusta ofrecerte como alimento barato?Una figura se acercó y le acarició el cuello.
—¿Estás segura de que quieres que alguien como yo te coma? ¿Crees que será rápido? ¿Que no dolerá? ¿Piensas que no jugaré contigo antes de asesinarte?—No... no me importa. Puedes hacerlo ahora si así lo deseas. No pondré resistencia.
—Lo dices como si pudieras defenderte. ¿A qué se debe este acto suicida? Eres la primera visita que tengo en años. Y la primera que voluntariamente se entrega a mí. ¿Tan miserable es tu vida?
—Te aseguro que no me dolerá tanto como la traición de ellos...
—¿De qué traición hablas, joven humana? ¿Por qué no me miras a los ojos?
—Tienes razón. Debes ver el rostro de tus víctimas antes de devorarlas...Ginebra se volteó. Ante ella, un hombre increíblemente hermoso. Piel pálida, cabello largo y rubio, y ojos escarlata.
—Sorprendente —dijo él—. No solo llega comida fresca a mi puerta, sino que, aun después de verme a los ojos, sigues viva...

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El amante del pantano de Nil
ParanormalEl día previo a su boda, Ginebra descubre a su prometido en los brazos de su propia hermana. Devastada y al borde del abismo, se adentra en el pantano de Nil, un lugar envuelto en leyendas y peligro. Buscando la muerte, se entrega a un monstruo oscu...