¿Quién es él?

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Un dolor agudo le punza en el estómago a Bernardo, la alegría de ver a su hijo se opaca con su ambiciosa declaración.

—¿Por qué no tomas asiento hijo? —el semblante de Bernardo es notoriamente triste.

—Parece que mi visita te ha borrado la sonrisa del rostro, no entiendo por qué, vengo a pedirte de manera atenta que renuncies a tu puesto y que me permitas tomar tu lugar, es lo mejor para el pueblo y lo sabes.

—¿Desde cuando quieres ser alcalde? Creí que odiabas la política y todo lo que implica mi cargo.

—Cambie de parecer, además el pueblo quiere que yo lo dirija, tus ideas se han vuelto obsoletas y anticuadas, estas viejo y cansado, por eso insisto en que debes abandonar tu puesto y dejar que alguien con energía y visión lo ocupe.

—¿Alguien como tú?

—Así es.

—¿Qué te hace pensar qué harías un buen trabajo? ¿Cómo es que estas tan convencido de que puedes dar el ancho?

—Porque evidentemente tu no lo haces, tienes que reconocer que hace tiempo perdiste el hilo, es momento de que le cedas el poder a la nueva generación.

—¿Por qué de repente me desprecias? ¿desde cuando odias a tu padre? mírate... eres tan frío... ¿desde cuándo piensas así?

—Desde el momento en el que llegué a Valle de cobre y vi que todo aquí era un caos, tu gubernatura es nula, tu presencia es plana y no tienes seguridad para este pueblo, eres un mediocre y un fracasado que no sirve para...

Bernardo abofetea a Fernando con fuerza.

—¡No vuelvas a faltarme al respeto! —Bernardo está a punto de romperse en llanto, pero se contiene.

—Renuncia a tu cargo antes de que seas el hazme reír de Valle de cobre, evítame la pena de derrocarte.

—¡Fuera de aquí!

—Que tengas un buen día padre.

—¡Largo!

Fernando se va dejando herido a su padre, Bernardo se deja caer en su silla y llora lleno de rabia e impotencia ¿Cómo es posible que su propio hijo le rompa así el corazón?

—¿Quién eres tú? ¿Qué le hiciste a mi hijo?...

Por otro lado, Isabel se encuentra con Fernando el cual viene saliendo de la alcaldía.

—¡Hijo! ¿Qué sucede? ¿Qué le dijiste a tu padre?

—Traté de convencerlo de abandonar su gubernatura, pero al parecer nos iremos a votaciones.

—Entiéndelo, tu padre ama su cargo, tiene cinco años sirviendo a este pueblo, si se tratara de competir con un extraño esto sería más fácil de asimilar, pero el candidato a vencer eres tú... su
propio hijo.

¿Tú también crees que soy un desgraciado? ¿Soy un mal hijo por querer el bienestar de mi pueblo? ¿Es un pecado cuidar de mi viejo padre y de ti?

—No, no creo que seas un mal hijo es solo que...

—Sabes que Valle de cobre ha sufrido mucho desde que esa secta anda suelta, mi único deseo es destruir el mal que asecha a mi gente, no es personal, que mi padre sea mi competencia es solo una casualidad y no me puedo detener a pensar en sus sentimientos, él no es apto para este puesto y lo sabes, pero por tu cara tu tampoco lo entiendes.

Fernando acaricia el rostro de Isabel mientras la mira con frialdad.

—¿Todo es culpa de esa mujer verdad? ¡Ginebra Borgues es la causante de tu extraño comportamiento!

Fernando se va dejando atrás a su madre y la deja hablando sola, a unos cuantos pasos se detiene
para decirle unas últimas palabras.

—Una cosa más, ahora mismo están recogiendo mis pertenencias, me mudare esta tarde.

—¿Qué?

¿Quién es el hombre que lleva la misma voz y el mismo rostro de su hijo? ¿Quién se lo llevó? Ya
no es amable ni respetuoso, mucho menos amoroso, este nuevo Fernando solo tiene la apariencia
de su hijo mas no su corazón.

Por otro lado, Ginebra esta recostada sobre el regazo de su padre, él le acaricia el cabello mientras los suspiros escapan involuntariamente.

—Papá...

—¿Dime?

—¿Enserio crees en las historias de fantasía? ¿En los monstruos como los hombres lobo, las brujas y los duendes?

Una pequeña risa se escapa de la garganta de Víctor.

—Bueno, cuando tenías tres años te gustaba mucho jugar en el jardín, tenías muchos juguetes caros, más sin embargo preferías las piedras y las ramas para jugar o cualquier cosa que te encontraras afuera, un día simplemente no te encontraba, dejé de escucharte y como loco me fui a buscarte, la angustia se apoderó de mí porque no te encontraba por ningún lado, cuando me di cuenta,la cerca estaba abierta y supuse que te habías salido por ahí, corrí con todas mis fuerzas porque pensé que habías ido al bosque, en ese momento tú estabas en tu recamara escondida jugando con Victoria, pero yo no lo sabía y me adentré más al bosque y entonces vi algo que me
paralizó por completo, no del miedo sino del asombro, claramente vi a una mujer que al
momento de percatarse de mi presencia huyo de ahí convirtiéndose en un ciervo, sé que suena a
una locura, pero fue real creo que en las historias les llaman druidas, no quise averiguar más al
respecto, de todas formas ¿Quién me creería? Me dispuse a olvidarme de eso y a convencerme
de que talvez me había confundido, regresé a casa a buscarte y gracias a Dios estabas ahí.

—¿Por qué no me lo contaste?

—Eras muy pequeña y como te dije nadie iba a creerme.

—¿Y qué piensas de la famosa historia del monstruo del pantano de Nil?

—Creo que pudo haber existido, hace mucho tiempo, nuestros ancestros no pudieron inventar una historia como esa, por eso la contamos en los días de viento y de generación a generación, ese monstruo atormentó a Valle de cobre durante mucho tiempo, por eso se fundó esa estatua, para nunca olvidar lo que esa criatura le hizo a este pueblo.

—¿Y qué pasaría si regresara? ¿Qué pensarías si realmente existiera?

—Eso es imposible, los habitantes de Valle de cobre lo asesinaron, lo quemaron vivo junto a su gran mansión.

—Eso no es verdad...

El rostro de Ginebra se pone serio, se ha apartado del regazo de su padre.

—¿Lo dices por las desapariciones y los asesinatos? Hija, eso es obra de esa secta, el monstruo
del pantano de Nil no tiene nada que ver, el ya no existe.

—Papá este mundo es más grande de lo que crees, los humanos no somos los únicos seres que lo
habitamos, la historia que me acabas de contar no me parece inventada, yo si te creo.

—Hija... ¿tu llegaste a ver algo extraño? ¿Alguna criatura?

—¿Si te cuento me lo creerías?

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora