Cuestionamientos acosantes

721 72 2
                                    

Un silencio incomodo se apodera del local de Beatriz y los nervios y las palpitaciones de la bruja están a flor de piel.

—Lo más saludable será que cada uno esté en un extremo de la tienda y no nos dirijamos la palabra, si llegas a sentir hambre no me comas, probablemente me convertiré en una tentación para ti, pero yo no soy como Ginebra a mí no me gustan las caras pálidas, perdón si soy muy dura, pero necesito poner límites desde el principio, no eres feo y yo estoy más que soltera, así que lo mejor será que no te hagas ilaciones, es mejor que no sucumbas a la tentación y no hagas caer a tu prójimo con el engaño de tus ojos endemoniados.

—Ya cierre la boca.

—No digas que no te advertí...

Leonardo sorpresivamente se pone de pie y acorrala a Beatriz contra el mostrador, su cabello negro, su piel de porcelana, sus hermosos ojos escarlata y esa elegancia ruborizan a la bruja haciendo que el corazón le lata con locura.

Leonardo está muy cerca de ella puede escuchar su respiración agitada y dice con voz seductora y tranquila.

—Creo que la de las fantasías es usted.

—Bueno... si me quisieras hacer algo indebido... no me opondría, no me podría defender, como sea tienes una fuerza descomunal y yo soy solo una mujer indefensa, no me opondría, aunque quisiera.

Beatriz jadea y él le susurra incontrolablemente.

—Para su suerte señorita, no me gustan las brujas.

Leonardo se inclina un poco más para tomar un libro que estaba arriba de la cabeza de Beatriz y se aleja de ella mientras que la bruja quedó con los labios estirados y vergonzosamente los regresa a su lugar cuando se percata de las verdaderas intenciones de Leonardo.

—¿Qué le sucede? ¿tiene algo en la boca?

—¿Qué? No, como crees jajaja fue solo un reflejo.

—Eso pensé.

Por otro lado, Ginebra se dirige a la mansión Landes para visitar a Selene y mientras camina no puede dejar de pensar en Fernando, ¿Cómo se encontrará? ¿Qué es lo que hará? ¿Qué le dirá la
próxima vez que la vea? No solo esas preguntas invaden su mente ¿que se supone que le dirá a
su padre cuando vea que le crece el vientre sin una pareja? ¿Cómo va a explicarle que se
embarazó de un vampiro?

—Necesito dejar de pensar tanto, de nada sirve martirizarme, no puedo creer que este embarazada, aun no te conozco, pero mi corazón ya se alegra por tu existencia, siempre quise formar mi propia familia y ahora que te tengo dentro de mí, estoy segura de que mi sueño se hará realidad.

Ginebra ha llegado a la mansión, lleva consigo una canasta de fruta fresca para Selene y se la entrega una vez que se reúne con ella en el jardín.

—¡Ginebra que alegría me da verte! Te he extrañado mucho.

—Yo también, lamentó no haber podido venir antes, he tenido muchas cosas encima.

—Me imagino, no tienes por qué disculparte.

—Mira tú barriga está más grande que la última vez, te vez muy hermosa.

—No me lo vas a creer, pero de un día para otro se puso así jaja.

—La dulce espera, que bello ha de ser convertirse en una madre— Ginebra deja escapar un suspiro.

—¿Y qué hay de ti? ¿has pensado en salir con alguien? ¿tener tu propia familia?

Un silencio doloroso se asoma en la conversación.

—¡Perdóname Ginebra!... no sé por qué te pregunte eso...

—Siempre quise formar mi propia familia, casarme, tener hijos y vivir en una bonita casa con un amplio y colorido jardín.

—Debiste ser tú quien se quedara con esta mansión, con este apellido, debiste haberte casado

con David y llenar de bebés este hogar, en cambio una sirvienta ocupo tu lugar.

—Tú ya no eres una sirvienta, eres la viuda de Bardos, la mujer que él amaba y eres la madre de

su hijo, yo hace mucho que cambie de página y no deseo ninguna de las cosas que mencionaste, mi corazón ahora le pertenece a alguien más.

—Sabía que el brillo de tus ojos era causado por el amor de algún caballero, ya veo que los rumores eran ciertos.

—¿Qué rumores?

—Que el hijo del alcalde y tu están saliendo juntos.

—¡No! él es solo un amigo.

—Ya veo, es una pena, lo vi saliendo de la clínica, llevaba un brazo roto y el cuello vendado, creo que lo atacó un animal salvaje, en verdad hace un trabajo increíble como jefe de policía ¿no lo crees?

—Si...

—Se veía muy serio, me pareció molesto, muy reservado, normalmente es muy alegre, pero si el

no es el dueño de tu corazón ¿entonces quién es el afortunado?

—Se llama... Alejandro.

—¿Se arreglaron las cosas con él? Escuche que se había ido de Valle de cobre.

—Sí, bueno... tenemos una relación a larga distancia, él viene de vez en cuando.

—Deseo con todo mi corazón que pronto puedan estar juntos.

—Gracias Selene, hablar contigo siempre me reanima, me encanto verte de nuevo.

—A mí también mi querida Ginebra.

—Tengo que irme, iré a visitar a mi padre.

—Entiendo, salúdalo mucho de mi parte, espero puedan venir a cenar juntos algún día.

—Claro que sí, eso sería increíble.

—No olvides que yo seré la madrina de tu bebé.

—Eso sería un honor para mí.

Ginebra y Selene se despiden con un cálido y fuerte abrazo y una vez que Ginebra ha salido de la mansión se dirige a casa de su padre, pero sorpresivamente es jalada a un callejón.

—¡Suéltame!

—Ginebra se estremece y rápidamente se las arregla para ver de quien se trata, el hombre que la
toma del brazo es nada más y nada menos que Fernando, el cual la mira fijamente.

—Fernando...

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora