Enemigo

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Mientras el pueblo ovaciona a Fernando, Bernardo, está en la alcaldía con el padre Clemente, su conversación gira en torno al joven héroe.

—Sé que Fernando es tu hijo, pero ¿cómo es posible que a sus discursos valla todo el pueblo y a los tuyos solo vayan unas cuantas personas incluyéndome a mí? Ni siquiera me escuchan y eso que soy su sacerdote, Fernando se ha vuelto su máxima autoridad ¿Cómo es eso posible? —el padre Clemente le reprocha con enojo.

—Lo lamento Clemente, no sé qué decirte. —Responde Bernardo, avergonzado.

—¡Se supone que tú eres el alcalde! ¿o acaso piensa revocar a su propio padre?

Bernardo aprieta los puños es incapaz de sentir celos por su hijo, pero sabe que algo en él ha cambiado, su corazón se ha endurecido.

—¡Presta atención! ¡hasta aquí se escuchan los gritos de la gente! Lo están alabando como si fuera un dios —Clemente se acerca a Bernardo, cara a cara y lo mira con ojos de advertencia —si tu hijo no te quita el puesto... el pueblo lo hará.

El padre Clemente se va furioso de ahí y se encuentra a Isabel escuchando tras la puerta, pero él
menea la cabeza y se va.

—Esto es por culpa de esa mujer —Isabel aprieta los dientes con rabia y se va del lugar en busca de Ginebra.

Por otro lado, Ginebra ha ido a visitar a su padre y antes de entrar respira hondo y saca una gran sonrisa para después tocar la puerta, la ama de llaves la recibe con singular alegría, pero Ginebra le hace una señal con el dedo para que guarde silencio, quiere sorprender a su padre con un beso en la mejilla y se dirige al jardín donde su padre se encuentra leyendo, Ginebra se quita los zapatos y va de puntillas hacia su padre.

—¡Ginebra! ¡hija! Qué alegría me da verte mi amor. —Víctor la llena de besos y abrazos.

—Papá me hace muy feliz verte lleno de paz y tranquilidad —Ginebra lo abraza con dulzura.

—Me siento mucho mejor ahora que tú y yo estamos juntos, te veo sonreír más y parece que tus ojos brillan como dos estrellas, dime algo hija ¿te has enamorado de alguien verdad?

—¿Cómo lo sabes? —Ginebra se impresiona con la intuición de su padre.

—Te conozco más de lo que tú crees, además cada día te esmeras por lucir más hermosa.

—A ti no te puedo engañar, ¡estoy tan enamorada papá! ¡es un gran hombre!

—¿Y cuándo podré conocerlo? ¡Tráelo a cenar a la casa! Quiero conocerlo y reclamarle por robarme a mi niña jaja ¿Por qué no lo invitas el próximo sábado?

—Bueno, de hecho, ya has escuchado sobre él...

—¿Enserio? ¿No me digas que se trata del hijo de Bernardo?

—¡No! Él no .... Olvídalo, no es Fernando.

—No conozco a ningún otro joven en el pueblo que sea de buena familia y que pueda llamar tu atención.

—Ya lo conoces y talvez no te agrade la idea...

—¿Hablas de aquel extranjero? El hombre que te acompaño a la boda de...

—El mismo hombre.

—¿Pero que no se había ido del pueblo? Creí que te había roto el corazón...

—Eso no es del todo cierto, él viaja mucho, justo ahora se fue de cacería... digo de viaje.

—¿Es un cazador?

—El asunto es que ahora estamos juntos y realmente nos amamos, papá, él es el hombre de mi vida, ¡es maravilloso! Es tan amoroso, detallista, romántico y tan elegante, sus ojos son hermosos y sus manos son tan...

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora