Una lucha interna

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Ginebra está postrada en la cama, empapada de sudor y sangre, apenas cumplió seis meses de embarazo, pero la impresión de ver a la sirena madre morir frente a sus ojos la sobre pasó, ahora los gemelos hacen sangrar a su madre.

—¿Qué está pasando? —pregunta Víctor asustado mientras se acerca a su hija para acariciar su cabeza.

—¡Apresúrate bruja! ¿Qué es lo que tiene Ginebra? —Alejandro está preocupado, miles de emociones le llenan la cabeza, la ira y la rabia son unas de las tantas cosas que lo acosan, al ver a su amada en ese estado lo único que piensa es en vengarse y que ella pueda estar a salvo.

—Necesito espacio.... ¡por favor háganse a un lado! —manifiesta Beatriz alterada y añade. —necesito confirmar mis sospechas.

Todos se hacen a un lado, todos menos Alejandro, el cual comienza a experimentar por primera vez la angustia, Ginebra se debilita y su respiración y temperatura disminuyen de golpe, Beatriz teme por lo peor.

—Esta es la situación que enfrentamos señor. –dice Beatriz temblorosa y añade con seriedad. —Los príncipes ya quieren nacer....

—Es demasiado pronto, les faltan tres meses para terminar de desarrollarse. —expresa Alejandro extrañado.

—Sí, pero este embarazo es diferente a cualquiera que hayamos visto, al parecer, los príncipes ya están listos para ver la luz.

—¿Qué? ¿Serán prematuros? —Víctor no logra comprender lo que pasa.

—La sangre fue provocada por ellos, están desgarrando a Ginebra por dentro,necesitan de ella para fortalecerse antes de salir del útero, es un instinto, dentro de su mujer hay una lucha por ver quien nacerá primero, quien lo haga será el sucesor de su majestad cuando llegue a la adultez, sus hijos son guerreros desde el vientre, debemos fortalecer el cuerpo de Ginebra para que esta lucha interna no la mate.

—No puede ser... —Leonardo se queda pensativo.

—Quien nazca primero, no solo será el rey de los vampiros... será un dios. —expresa Beatriz casi tartamudeando.

—Ginebra... —Alejandro la mira fijamente.

—Lo que Beatriz trata de explicarles aquel rumor que corre entre nuestra especie, si llegara a existir un vampiro de sangre pura, entonces nacería el rey que se convertirá en un dios, no puedo refutar ante su hipótesis, los príncipes son hijos del vinculo
sagrado, por lo tanto, los dos son de sangre pura, pero el que nazca primero será el próximo rey... —Leonardo está en shock.

—Y entonces su propio hermano será el único en darle muerte, vivirán como enemigos toda su vida... —expresa Alejandro con tristeza.

—No sabemos mucho al respecto, solo suposiciones, no tienen que ser enemigos.

Ginebra comienza a convulsionarse, su vientre se mueve violentamente y Alejandro posa su mano sobre ella y se dirige a Sila con autoridad.

—¡Sila! ¡lleva a la bruja a la mansión y encuentren la perla que la sirena madre le obsequio a mi mujer, tráiganla lo antes posible!

—Sí amo.

Sila aparece de pronto en la habitación y toca el hombro de Beatriz para después desaparecer ante los ojos de todos, en un abrir y cerrar de ojos aparecen en el pantano, Sila se convierte en un águila y vuela alrededor de la mansión y se posa
sobre el lugar donde se encuentra la perla, señalándole el lugar a la bruja, la cual hace
un conjuro y se encierra en una burbuja para poder entrar a los escombros en llamas y una vez que la perla está a la vista, ella la toma y salen rápidamente de ahí, gracias a Dios la perla está intacta.

—¡Están de vuelta! —expresa Lía sorprendida.

Beatriz raspa la perla y la mescla con agua para dársela a beber a Ginebra y esta, poco a poco se recupera, el dolor es insoportable, aprieta los dientes y se aferra a las sabanas pues las contracciones son terribles.

—Los bebés están por nacer, por favor que solo el rey se quede aquí. —dice Beatriz llena de adrenalina.

—¡Ahh! —Ginebra emite unos gritos desgarradores, el dolor que siente es insoportable, Alejandro trata de impedir que se desmaye y la toma de la mano besándosela varias veces.

—Resiste vida mía, lo estás haciendo bien, pronto tendrás a tus príncipes.

—¡Ahhh! ¡lo único que quiero es que estén bien! Siento como pelean dentro de mí...

—lagrimas caen del rostro de Ginebra mientras su cavidad se hace más grande.

—¡Puja Ginebra! ¡puja! Puedo ver su cabeza. —dice Beatriz emocionada.

Ginebra hace un último esfuerzo y puja con todas sus fuerzas, los ojos de Beatriz están alerta, el primer bebé ha nacido con una mano estirada, como si supiera que ha triunfado sobre su propia sangre, es completamente hermoso y se lo entrega a su
padre pues ginebra aun no termina de parir.

—El príncipe heredero ha nacido. —expresa la bruja con una reverencia.

Alejandro lo toma entre sus brazos mientras su corazón se estremece, llenándose de un calor inexplicable ¿Qué clase de sentimiento es este? Es un amor exagerado, no puede contener las lágrimas y lo lleva hacia su pecho con ternura, mientras Ginebra lo contempla aliviada.

—Valeska, mi príncipe, mi heredero y mi hijo, que la inmortalidad y el poder te acompañen eternamente. —Alejandro lo bendice y lo besa en la frente, le puso el nombre de un rey poderoso y sabía que su hijo gobernaría como ningún otro.

—Ginebra, necesito que hagas un último esfuerzo, tu segundo bebé está por nacer. —expone Beatriz con voz suave.

Ginebra vuelve a pujar y el llanto del segundo príncipe resuena en el palacio, un hermoso niño ha nacido y este le es dado a Ginebra la cual suelta un llanto de alegría y expresa.

—Emir, mi segundo príncipe, carne de mi carne, sangre de mi sangre, que la bondad y la justicia te acompañen por el resto de tu vida. —Ginebra lo bendice con estas palabras y le besa la mano.

—Larga vida a los príncipes del imperio. —Manifiesta Beatriz aliviada.

Los gemelos han llegado a esta tierra, bendecidos y amados por sus padres y protectores, el primero de ellos, el príncipe heredero, fue llamado Valeska de Romaní, un bebé de gran belleza, cabellos negros como la noche y ojos rojos como el carmín, al
segundo hijo lo llamaron Emir de Romani, un Bebé de cabellos rubios y piel de porcelana, el cual había heredado los mismos ojos que su hermano, parecía un querubín, tan delicado y mágico.

—Los niños han nacido. —les dice Beatriz a sus amigos con gran alegría.

—Mis nietos... —Víctor se deshace en llanto, aliviado de que todo haya salido bien.

—Larga vida a los príncipes del imperio. —exponen Leonardo y Lía mientras hacen una reverencia, Víctor también lo hace, pues, aunque no comprenda muchas cosas, sabe que sus nietos son de la realeza y los respeta.

Ginebra amamantaba a sus hijos, mientras Alejandro le acariciaba el cabello, Leonardo
estaba tan feliz de ver a su amo lleno de plenitud, por ese momento y solo por esa noche aquel mayordomo protegería celosamente la felicidad de su señor, aquella madrugada tuvieron su última noche de paz antes del enfrentamiento.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora