De vuelta a la vida

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Beatriz, tiene un mal presentimiento, algo terrible se aproxima, sus ojos temerosos se percatan de que la niebla ha entrado a su casa y se estremece.
—¡Qué extraño! jamás vi tanta niebla en mi vida. —Dice Ginebra asombrada.
—No es una niebla común, es...
Beatriz, es interrumpida de manera abrupta, un fuerte grito les sacude el corazón.
—¡Auxilio! —Un grito desgarrador se escucha a lo lejos.
—¿Qué está pasando allá afuera? —Pregunta Ginebra temerosa.
—No salgas Ginebra, nadie debería salir.
—¿Y si necesita ayuda? ¡No podemos ignorarlo, sigue gritando!
—No lo entiendes, ¡ésto es obra de María! —Beatriz, está llena de miedo.
—Si quieres quedarte es tu decisión, yo iré a buscar ayuda, quizá tu hermana no tenga nada que ver en esto. —Ginebra abre la puerta decidida.
—¡Espera Ginebra!
Ginebra, sale descalza de la casa, el frio provoca que su aliento se convierta en vapor, mientas se apresura para socorrer aquel desdichado, otro fuerte grito la sorprende.
—¡Los gritos provienen del cementerio! —Ginebra, trata de correr rápido, pero la niebla le impide ver por dónde va.
—¡Ah! —Gritos desgarradores aturden los oídos de Ginebra.
—¿Está bien? ¿Puede escucharme? ¡No logro ver nada! ¡La niebla a cubierto todo! ¡Siga hablando trataré de encontrarlo con el sonido de su voz!
—¡Auxilio están encima de mí! ¡quieren morderme!
—¿Cuantos lobos son? ¡Sacuda algo para ahuyentarlos!
—¡No son lobos! —Dice el hombre entre lágrimas.
En uno de los intentos para acercarse, Ginebra se resbala y cae al suelo, no quiere dejar al pobre hombre a su suerte y comienza a gatear lo más rápido que puede, su corazón se estremece al escuchar al hombre gritar como si se lo estuvieran comiendo vivo y por un
momento una ráfaga de aire fresco despeja la niebla y Ginebra, se congela ante la horrorosa escena. El hombre está siendo devorado por unos cuerpos en estado de putrefacción, los
zombis arrancan la carne de sus huesos ignorando los lamentos desgarradores de su víctima, la cual ha dejado de respirar una vez que esas cosas comenzaron a comer sus intestinos. Ginebra está temblando, el miedo le ha entumido el cuerpo trabándole la lengua, lentamente se pone de pie y comienza a dar pequeños pasos hacia atrás y se paraliza al sentir que ha chocado con algo, su instinto la hace voltear a ver de quién se trata, entonces un punzón agudo oprime su corazón, sus pupilas se dilatan al ver un rostro familiar el cual es carcomido por los gusanos. Se trata de David, el cual ha sido levantado de la tumba a
causa de la misteriosa bruma y este se abalanza sobre ella desesperado por morderla, el miedo y la impresión no la dejan gritar ¿Cómo es posible que David quiera asesinarla?
Por fin un fuerte chillido escapa de su garganta y sus ojos inundados de lagrimas ven como algo se lleva a David a toda velocidad, parecía un relámpago, aterrada y confundida,
Ginebra ve salir de entre la niebla al rey de los vampiros, sus ojos rojos resaltan en la oscuridad, Alejandro tiene la cabeza de David en la mano y esta mueve la quijada buscando morderlo, pero Alejandro le aplasta la cabeza como si fuera una calabaza, provocando que
el cerebro salpique por todas partes incluyendo en el rostro de Ginebra y ella se desmaya de la impresión, el hermoso vampiro la toma entre sus brazos y se la lleva de ahí.
—Amo, me he encargado de los muertos vivientes, no he dejado rastro de ellos como ordenó. Dice el sirviente con una reverencia.
—¿Dónde está la bruja necromante?
—Se encuentra en el bosque, solicito su permiso para asesinarla.
—Primero entierra esa cosa, asegúrate de que nadie note que ultrajaron su tumba.
—Como ordene mi señor.
Alejandro se dirige al bosque, María está sangrando, Leonardo la capturó y la ató contra un árbol, dejándola inmovilizada, Beatriz por su parte se ha aprovechado de esto para herir a su hermana en el vientre, provocando que sangre, Beatriz temía que Ginebra, se encontrara con
María y ésta pereciera en el encuentro a manos de uno de sus muertos vivientes, a pesar de haberla herido no se atreve a asesinarla.
—Me preguntaba cuándo aparecerías —Dice María adolorida. —llevo muchos años esperándote, me gusta imaginar que te perdiste y que en todo este tiempo solo has buscado el camino a casa. —María mira fijamente a Beatriz y se burla de ella. —¿No tienes el valor de asesinarme? ¿Recuerdas cuando mamá y la abuela nos visitaron? Quien diría que
volverían a la vida. —La bruja necromante termina de hablar con una sonrisa en el rostro.
—¡Cállate! ¡estas completamente loca!
—¿Por qué no regresas conmigo hermanita? Conquistemos juntas este pueblo.
La tierra se sacude y los muertos comienzan a levantarse.
—Déjame presentarte a mis amigos. —María comienza a usar su magia y los lamentos se apoderan del lugar.
—Sabia que esa pestilencia era causada por ti, bruja nauseabunda. —pronunció una voz grave y firme.
—Esa voz... —Beatriz voltea al reconocer la voz de aquel vampiro que marchitó su vientre y se llena de miedo.

—¡Oye tú! —Alejandro mira fijamente a Beatriz. —Cuida bien a esta humana, si lo haces, talvez pueda considerar dejarte con vida.
—Ginebra... Beatriz corre hacia ella y la sostiene entre sus brazos.
—El rey que puede otorgar la inmortalidad, el señor del terror, el rey de todo, quizás puedas considerar alargar mi longevidad. —María se dirige a Alejandro con osadía
Ginebra comienza a recobrar el conocimiento y con la mirada borrosa comienza a mirar a Alejandro, el cual se abre paso entre los zombis despedazándolos por completo, su objetivo es llegar a María y asesinarla.
—¿Por qué un rey como tú se tomaría la molestia de terminar con mi vida? —Pregunta María nerviosa. —¡Conviérteme en un vampiro!
—Probar tu asquerosa sangre me haría vomitar y un rey no come porquerías. —Alejandro se aproxima y los muertos vivientes se abalanzan contra él para intentar devorarlo, pero el ágil
vampiro se deshace de ellos como si fueran simples insectos, al ver que Alejandro se acerca la bruja necromante comienza a rogar por su vida desesperada.
—¡No me mates! Aun no terminan mis años de gracia, ¡no hay necesidad de acortarlos!
—Tu vida termina cuando yo lo diga.
—¡No! ¡espera! ¡detente! ¡Puedo serte de utilidad! ¡te daré un ejército de muertos
vivientes!
—¡Cállate! a los muertos no se les debe traer a la vida, tu espíritu está corrompido por la oscuridad de la muerte, nunca más jugaras con el descanso eterno.
Alejandro está furioso y toma a María del cuello y la parte a la mitad para luego dársela de comer a los zombis que desesperados comienzan a alimentarse.
—Alejandro...
—¡Ginebra despertaste! ¿Estas bien?
Leonardo el mayordomo de Alejandro termina decapitando a los zombis para después deshacerse de ellos.
—Espero que tú no causes problemas, si no, serás la siguiente en morir. —Alejandro la fulmina con la mirada y Beatriz enmudece.
El rey de los vampiros se va mientras Ginebra lo ve desvanecerse entre la niebla.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora