Ojos abiertos

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El corazón y la mente de Fernando están indecisos ante la propuesta de Gabriel y el partido simpatizante a la inmortalidad, si bien su único deseo es proteger a Valle de cobre de las garras de Alejandro y sus monstruos sobrenaturales, sabe que unirse a los vampiros solo lo condenará a estar atado a sus deseos, él juró jamás aliarse con esas
criaturas, pero parece que las cosas cambiaron a su favor, ahora esa facción de vampiros quiere derrocar y asesinar a Alejandro y eso los hace tener algo en común.

Por otro lado, Ginebra se ha dado un baño, lleva en su mano un obsequio especial para una amiga inusual, Beatriz la ha acompañado al lago alcatraz y la ayuda a cargar los kilos de pescado que han de regalarle a la sirena madre.

—¿Cómo puedes frecuentar a esa cosa viscosa? Y lo peor de todo, considerarla tu amiga. —expresa Beatriz en modo de queja.

—Ella salvó mi vida y la de mis bebés, nos obsequió su perla para cualquier emergencia, además su apariencia no tiene nada que ver con su corazón. —dice Ginebra con una sonrisa.

—No lo sé Giny, yo con solo ver a esas sirenas me desmayo del miedo y si tengo suerte solo me dan nauseas de lo feas que están, jamás olvidaré los traumas que despertaron en mí esa madrugada.

—Eso es porque enserio la pasaste mal, pero créeme cuando te digo que son nuestras aliadas y ninguna se atreverá hacerte daño, lo prometo.

—Ay Giny ¿Y cómo voy a contener las ganas de vomitar al ver su horrible cara? No creas que es fácil, además huelen a estanque, guácala.....

—¡Beatriz! Tienes que controlarte, recuerda que la sirena roja es su reina, no puedes disgustar a las demás sirenas. —replica Ginebra preocupada.

—Ok, ok, haré mi mejor esfuerzo. —manifiesta Beatriz decidida.

—Ya llegamos, ¿Cómo sabrán que estamos aquí? ¿No me digas que tendremos que ir en bote hasta allá?—cuestionó Beatriz inquieta.

—No, iremos al muelle de allá, la sirena madre puede sentir la presencia de mis bebés, ella vendrá a nosotras.

—Está bien, guardaré mi distancia por si las dudas ¿ok?

—De acuerdo.

Después de unos minutos las hondas del agua anuncian la llegada de la reina madre, la cual viene acompañada de su consorte, un grupo de doce sirenas que la rodean a una distancia considerable mientras ella se acerca confiada y delicadamente a Ginebra, la cual tiene la mano dentro del agua.

—¡Aaaaaay! ¡ya están aquí! —grita Beatriz llena de miedo.

La sirena roja pega su rostro en la palma de Ginebra en modo de saludo, esa forma de saludarla quiere decir que consideran a Ginebra como una amiga y otra reina, de pronto Ginebra desciende al agua con cuidado y Beatriz llena de angustia trata de detenerla, pero la corte de la sirena madre le da una advertencia.

—No te preocupes Bety, así me comunico con ella, estaré bien, no es la primera vez que lo hago, ellas están cuidando cada parte, saben que soy humana no me dejarán ahogarme. —dice Ginebra para aliviar a su amiga.

—Ok... con cuidado. —responde Beatriz confundida.

Ginebra había estado frecuentando a la sirena madre desde que supo que estaba embarazada, en todos estos meses la sirena roja es quien le hace ultrasonidos y le muestra cómo va el crecimiento de sus gemelos, también la han proveído de algas
especiales que la ayudan con el calcio y la llenan de vitaminas durante la gestación, por eso el embarazo de Ginebra no ha sido riesgoso hasta el momento, ya que con anticipación, la sirena madre notaba la debilidad en el cuerpo y matriz de Ginebra, pero
gracias a sus cuidados todo ha salido bien para la mujer del rey de los vampiros.

Una vez que han terminado con la revisión la sirena madre emite una especie de sonido, que al escucharlo hace que tu cuerpo experimente mucha relajación, esta llamando a sus crías para que saluden a las humanas y estas al oler el pescado se
alborotan y se lanzan hacia Beatriz la cual cae al agua quedando rodeada de las crías de sirena.

—¡Ay! ¡auxilio! ¡me quieren comer! —grita Beatriz al borde del llanto, pero las crías de la sirena madre comienzan a lamer las manos de Beatriz, lo cual llama la atención de la reina.

—¡No te asustes Bety! No te harán daño, mira, te están saludando, les caíste bien.

—¿Qué? No es eso ¡me están saboreando! En cualquier momento estas pirañas me tirarán  la mordida. —exclama Beatriz alterada, hasta que se da cuenta que los bebés la saludan como lo harían con la realeza y se queda quieta y confundida.

—¿Oigan que hacen? La mujer del rey vampiro esta justo ahí, vayan con ella, corran.

La sirena madre llama a sus crías y estas se van contentas al fondo del lago y después de unos minutos, Ginebra y Beatriz salen del lago empapadas, y las sirenas regresan a lo profundo del lago alcatraz con su pescado.

—¿Qué diablos fue eso? Talvez estén pequeñas esas pirañas por eso no saben lo que hacen, debieron ir contigo, estoy toda apestosa a pescado y sirena. —expresa Beatriz mientras se exprime la ropa.

—Probablemente crean que eres la reina de algún lugar, quizá del mundo espiritual.—dice Ginebra extrañada pues también le sorprendió haber visto eso.

Ginebra y Beatriz estaban tan metidas en su asunto que no notaron la presencia de un cazador, la mirada penetrante y amenazante de un enemigo feroz y lleno de rabia, Fernando está enardecido y mira el vientre abultado de Ginebra y lleno de desprecio
ve a las sirenas regresar al agua mientras su corazón termina de contaminarse con aquella escena, en ese momento el amor que le tenía a Ginebra se esfumó, dejando un profundo repudio en su lugar, eso que vio lo ayudó a tomar su decisión y no hay nada
que lo haga cambiar de opinión.

—Tenías razón Ginebra, no soy un héroe. —vocifera Fernando lleno de rabia y se va convencido de destruirlos a todos.

—Ahora lo veo, ustedes también son monstruos.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora