Propuesta

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Ginebra, tiene frente a ella a un rey arrodillado, completamente enamorado, su amado amante ha
sacado a la vista un hermoso anillo con una piedra azul, su hombre le ha propuesto matrimonio y
ella se queda sin palabras, su corazón va a explotar de felicidad, aún recuerda los días pasados
donde su preciado vampiro le advertía no enamorarse de él, ya que una criatura de la noche jamás podría amar a una humana, pero hoy esperan la llegada de sus dos hijos mientras se contemplan con abundante amor, si bien Ginebra juró no volverse a vestir de novia ni celebrar una boda, hoy la ilusión de compartir su vida con Alejandro la inunda de pies a cabeza.

—Alejandro...

—Jamás creí que haría algo así, nunca me arrodillé frente a alguien y no pensé que desearía pasar mis días contigo con tanta desesperación y deseo, solo sé que te amo más que a nada en este mundo, así que por favor Ginebra Borgues, cásate conmigo, no deseo nada más que ser tu esposo.

Ginebra, se enternece y acaricia el rostro de su amado con dulzura.

—¡Acepto! ¡quiero ser tu esposa y vivir mis días a tu lado!

Alejandro abraza a Ginebra, cargándola en sus brazos y la besa apasionadamente repetidas beses.

—En los meses que estuve de cacería me propuse ir en busca de esta piedra, viajé durante treinta
noches en busca de aquel volcán agonizante, el Gil Gard —Alejandro, toma la mano de Ginebra y
mientras le coloca el anillo añade — cuenta la leyenda que había un hombre encargado de darle
la victoria al Reino de aquel país sin nombre, él era un valiente soldado que comandaba el ejercito del rey, en una de sus muchas cruzadas conoció a su amada Gilin, una pueblerina valiente que lo ayudó a curar sus heridas la noche que llegó a su pueblo mal herido, una dama inteligente que engañó a los enemigos de aquel guerrero y los condujo a lo profundo del bosque donde fueron devorados por las criaturas de aquel lugar, librando a si de la muerte al moribundo soldado, el amor entre estos humanos creció y esto llegó a los oídos del rey, un hombre egoísta y ruin, que no quería perder a su héroe ni la gran fama que este le daba y comenzó a planear su acto más cruel, el joven enamorado se presentó ante el monarca para llevar su renuncia y solicitar su retiro, pero esto enfureció más al rey y mientras el soldado iba de camino al pueblo de su amada, el despiadado rey ordenó quemar todo el pueblo antes de que el héroe llegara y así lo hicieron sus soldados incendiaron todo a su paso y Gard como solía llamarse el joven, contempló desde lo lejos la gran columna de humo mientras las cenizas le caían en la cara, lleno de angustia corrió con todas sus fuerzas hasta encontrase con la terrible escena, todo estaba en cenizas, no quedó piedra sobre piedra y entonces sus ojos se abrieron abruptamente al ver a Gilin bajo los escombros aun en llamas, su cuerpo estaba carbonizado y en su desesperación comenzó a quitar
los escombros sin importarle el dolor que el fuego le provocaba, aun con sus manos cubiertas de llagas no dejó de remover ni un solo trozo de madera, el apuesto soldado se estaba quemando vivo y a un suspiro de la muerte, sostuvo el cadáver de su amada para así morir con ella en sus brazos, nada le impidió sostenerla por última vez y después de un beso murió. Sus cuerpos apilados con el tiempo se volvieron  piedra y finalmente con el paso del tiempo se convirtieron en un volcán, nunca nadie se atrevió a pisar esas tierras, cualquiera que lo hacía moría de tristeza, pues cuando el volcán despertaba se escuchaba un gran lamento y la lava que era el rio de sus lagrimas formó una piedra en medio de aquel majestuoso volcán y fue llamada el corazón del
gran amante, solo el hombre que esté dispuesto a dar la vida por su amada es digno de poseer
dicha piedra y yo, mi preciosa humana, yo estoy dispuesto a dar todo por ti.

—Alejandro... es hermoso, gracias por amarme tanto. —Ginebra le da un beso.

Por otro lado, Leonardo y Beatriz yacen sentados en un viejo árbol, acompañados de un nublado paisaje.

—Acepto tus disculpas, ahora que te conozco mejor... no me caes tan mal.—le dijo Beatriz ruborizada.

—Eso me alegra —Leonardo sonríe amablemente inconsciente de los efectos eufóricos que
causa en aquella bruja.

—¿Hasta cuándo dejaras de hacer eso?—le preguntó la bruja con el corazón a mil por hora.

—¿Hacer qué?

—Ash, olvídalo, ni siquiera te das cuenta, en fin. —Beatriz suspira resignada.

—Por cierto, quería felicitarte, aquella noche estuviste fantástica, no sé dónde escondías tanto
poder ¿Por qué lo reprimías?

—¿A quién diablos le gusta ver gente muerta? Ver el aura de las personas tampoco es divertido,
lo más escalofriante es cuando tengo esos horribles viajes astrales sin drogarme jaja... es un poder espantoso, lo único bueno de todo esto, es que pude salvar a esa niña y... ver a mi familia, eso fue reconfortante.

—Tienes un gran poder, por favor no temas ni te avergüences de quién eres.

—Tú también eres muy fuerte y... gracias por salvarme de aquel espantapájaros, te debo una.

—No es nada, ya te lo dije, a partir de ahora voy a protegerte, chica ruda.

—Me siento muy rara cuando me dices eso, toda mi vida me he cuidado sola, no tengo muchos amigos y muchas veces siento que no encajo en este mundo, al fin y al cabo, no soy tan humana como el resto, no siento que esté bien que me pasen cosas buenas, no soy la protagonista de ninguna historia, soy tosca, vulgar y no tengo buenos modales, no soy femenina y jamás podre darle una familia a un hombre... ¿Por qué quieres proteger a alguien como yo? no tiene sentido...

—Tienes una imagen muy distorsionada de ti—Leonardo quita los cabellos que tapan el rostro
de Beatriz con delicadeza. —Sé que no te gusta verme a los ojos ¿pero porque no intentas
mirarme por un momento?

—Eh... ok —responde Beatriz nerviosa.

—Eres Beatriz Alayon, la última bruja de Misfa, eres poderosa, eres una mujer sobrenatural y no perteneces a los humanos, no en cajas porque este mundo es demasiado pequeño para ti.

Beatriz no puede contener más las lágrimas y empapa las frías manos de Leonardo, jamás nadie
le había hablado así y embelesada, por un impulso, la bruja se echa a los brazos de aquel amable
vampiro el cual le permite llorar con libertad.

—Lo siento te he mojado toda la ropa.

—¿Qué es eso?

—Probablemente son mocos, ahorita te limpio.

—No me refiero a eso, mira.

Beatriz voltea hacia tras y se da cuenta de aquella señal de magia, una runa a aparecido frente a
ellos.

—¿Una runa?—preguntó Leonardo extrañado.

—Sí... le he estado enseñando algo de brujería a la mocosa, me di cuenta de que tiene rastros de
magia dentro de ella, jamás pensé que lograría hacer una runa... le dije que me llamara si estaba
en problemas.

—Crees que...

—¡Vallamos a ver!

Leonardo y Beatriz se dirigen a toda prisa hasta llegar a la casa de la pequeña Lía, la niña había
invocado una runa para pedirle ayuda a Beatriz y una vez frente a su casa la bruja decide abrir la
puerta lentamente...

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora