De regreso a casa

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El joven héroe ha llegado a la casa de sus padres y al entrar se da cuenta que esa casa es
completamente un lugar extraño y ajeno para él, no pisa esa mansión desde que tenia cinco
años, Bernardo, he Isabel lo reciben con lagrimas y abrazos, su amado hijo por fin está en casa.
—¡Fernando! ¡hijo! —Isabel, se deshace en llanto.
—Mamá no llores, arruinaras tu maquillaje. —Fernando, abraza a Isabel y le da un beso en
la frente.
—Como no voy a llorar, por fin estas en casa, después retocaré mi maquillaje. —Dice
Isabel, mientras se limpia las lágrimas.
—Hijo, no sabes lo felices que estamos con tu llegada. —Bernardo, lo abraza con ternura.
—Yo también papá, fue un viaje largo, pero les traje algunos regalos.
—¿Por qué estas tan empapado? —Pregunta su madre inquieta.
—Ah, no es nada. —Fernando, sonríe despreocupado.
—Debes estar muy cansado.
—La verdad es que me estoy muriendo de hambre.
—Vayan a la mesa, en un momento nos atenderán, yo los alcanzo en un momento, Bardos,
acaba de llegar. —En ese mismo momento un mayordomo le abre la puerta a Bardos y este
entra con una canasta de quesos y pan.
—¡Amigo, llegaste! —Bernardo, lo recibe con una gran sonrisa.
—Ya me imagino el motivo de tu sonrisa. —Bardos, lo abraza.
—Fernando, acaba de llegar.
—Excelente, traje esto para celebrar.
—Gracias, en un momento nos servirán de cenar.
Bardos y Bernardo, llegan al comedor y la sonrisa de Fernando, conmueve a Bardos, le hacen recordar a su difunto hijo.
—Ahora sí ya estamos todos, hijo, quiero presentarte a mi gran amigo Bardos Landez.
—Me alegro de volver a verte muchacho. —Bardos, le estrecha la mano cordialmente.
—El gusto es mío señor. —Saluda Fernando con cordialidad.
—Quizá no lo recuerdes, pero cuando eras pequeño te cargaba en mis brazos, ahora eres todo un hombre.
—Por favor déjeme darle mi más sentido pésame, lamento mucho su perdida.
—Te lo agradezco hijo. —Los ojos de Bardos, se humedecen.
—Estoy para servirle y cualquier cosa que necesite, puede apoyarse en mí.
—Eres un joven educado, te tomaré la palabra.
—Por favor.
Isabel, ha regresado de su habitación, había ido a retocar su maquillaje.
—Bardos, bienvenido, es un placer tenerte con nosotros. —Isabel, lo saluda con un beso.
—Gracias por la invitación.
—¿Qué piensas de mi hijo? ¿no es encantador?
—Por supuesto.
—Nadie es más encantador que tú, mamá. —Fernando, besa la mano de su madre.
—La cena está servida señores. —Dice el atento mayordomo,
—Adelante señor Bardos, tome asiento por favor. ¿Señor?
Bardos comienza a marearse, todo en su cabeza da vueltas y comienza a sudar de la nada y
entonces se desvanece.
—¡Bardos! —Fernando, sostiene a Bardos, en sus brazos.
—¿Amigo estás bien?
—Tráiganle un vaso de agua ¡rápido! —grita Isabel preocupada.
—Lo siento... creo que se me bajó la presión. —Bardos, intenta reponerse.
—¿Puedes sentarte amigo? —Pregunta Bernardo, angustiado.
—He... si, no sé qué me pasa.
—¿Quieres que llamemos a un médico? —Pregunta Isabel, mientras revisa su pulso.
—No, gracias, estoy bien, solo fue un mareo, eso es todo, ya me siento mejor.
—Debe ser por todo el estrés que has pasado, estas agotado, no has dejado de trabajar.
—Puede ser... —Bardos se queda pensativo.
—Come algo, la comida y el descanso son la mejor medicina.
—Sí, tienes razón Isabel, cenemos tranquilos.

La cena estuvo deliciosa y Bardos, regresó temprano a casa, su cuerpo empieza a sufrir los
efectos del veneno y una ves en la mansión, Clara, lo recibe con un té y él se lo bebe tranquilo, cómo si no supiera que lo están matando poco a poco. Por otro lado, Victoria está harta de permanecer encerrada en esas cuatro paredes y fingir que está enferma, pero Clara, llega a su presencia con una buena noticia.
—Entonces el veneno comenzó hacer efecto. —Sonríe Victoria complacida.
—Sí, tiene el semblante cansado y desmejorado. —Dice Clara con la mirada apagada.
—¡Excelente! Continúa dándole esa cosa, pronto afectara sus órganos y enfermará
misteriosamente, espero que el maldito viejo se muera pronto, ya no soporto estar encerrada.
—Sí señora.
—Por cierto, ¿trajiste lo que te pedí?
—Sí, traje las revistas que encargó.
—¡Dame acá! —Victoria, le arrebata las revistas a Clara. –Debo estar pendiente de lo que
se esta usando últimamente, quiero comprar estos vestidos, en cuanto me convierta en la
heredera de toda la fortuna Landez, comenzaré a vestirme adecuadamente. ¡¿Hay que tonos
me quedarán mejor?! Talvez un rojo ¿o será mejor un azul?
Clara, comienza a incomodarse con la actitud de Victoria, ella no tiene remordimientos.
—Si no me necesita, pasaré a retirarme.
—Sí, sí, largo de aquí, ya no te necesito.
—Con permiso.
Clara, se pierde en sus pensamientos mientras sale de la habitación de su señora.
—Se nota que es una mujer malvada, ¿Cómo puede dormir después de lo que estamos
haciendo? Yo ni siquiera puedo comer tranquila, estoy llena de ansiedad y el insomnio me
invade cada noche. Pero debo terminar lo que empecé, es la única manera de salir de mi
pobreza, este sueño implica un sacrificio y no puedo permitir que el miedo me domine.
Selene, ve a Clara, salir de la recamara de Victoria, algo en ella le resulta extraño y preocupante.
¿Qué le pasa a Clara? Últimamente la he visto muy rara, tiene el semblante sombrío y
parece que todo el tiempo está nerviosa ¿Qué estará tramando? ¿Por qué se ha vuelto tan cercana a esa mujer?
Por otro lado, Fernando y sus padres están sentados en el gran salón, están muy
preocupados por la salud de Bardos.
—Esa familia le ha desgraciado la vida. —Dice Isabel llena de resentimiento.
—Isabel. —Bernardo, toma la mano de su esposa con la intención de que cuide sus palabras.
—¿De que familia hablas mamá? —Pregunta Fernando con curiosidad.
—A tu madre no le corresponde hablar de eso. —Bernardo, toma la mano de Isabel, como
señal de que debe abandonar el tema, pero ella lo pasa por alto.
—Tarde o temprano se va a enterar y es mejor que lo sepa de nosotros para que no se relacione con esa familia.
—¿Qué rumores?
—Valle de Cobre alberga a las tres familias mas influyentes del pueblo, los cruz, los
Landez y los Borgues. Se dice que esta última familia estuvo a punto de perderlo todo por
las deudas de Víctor, pero él y Bardos, decidieron que un matrimonio entre sus hijos
solucionaría todo, así que David y Ginebra se comprometieron.
—¿Ginebra? —Fernando se queda pensando en la chica que conoció bajo la lluvia.
—Si, lo que pasó después fue... —Isabel, le cuenta todo a su hijo dejándolo intrigado.
—¿Saben quien asesinó al hijo del señor Bardos? —Pregunta Fernando interesado.
—Nadie lo sabe, Victoria culpó a su hermana, pero salió libre de cargos por falta de
pruebas, Bardos, abogó por ella y la liberaron. —Añade Bernardo.
—Ya veo... que terrible.
—Así que por favor hijo, no te involucres con esa gente, están llenos de secretos, arrastran
muchos misterios. —Le suplica Isabel, angustiada.
—Isabel, no generalices, Víctor y Ginebra, son diferentes. —Bernardo, corrige a su mujer
con estas palabras.
—¿Qué? Cariño, Víctor aprobó que Victoria se casara con David aún si ésto lastimaba a Ginebra, sé que esa muchacha no tiene la culpa de nada, pero no quiero que Fernando tenga algo que ver con ellos. —Apela Isabel molesta.
—Mamá, no te preocupes por eso, los rumores están compuestos por mentiras, lamento
mucho que el hijo del señor Bardos y su nieto hayan muerto de esa forma, pero que me
relacione o no con alguna persona es decisión mía, además, lucharé con mi padre para
mantener la paz de este pueblo, no permitiré que Valle de Cobre siga considerándose como
un pueblo maldito.
—Pero...
—Me iré a descansar, mañana quiero ir con mi padre a recorrer el pueblo. —Fernando, besa
a su madre en la frente y se despide de ella.
—Ay, está bien. —Isabel, lo despide decepcionada al escuchar las palabras de su hijo, sabe
que Fernando, es muy difícil de influenciar.
—Descansa papá.
Fernando, sube a la habitación y se recuesta en la cama, no puede creer que la mujer en la
lluvia era la misma Ginebra Borgues.
—Ahora entiendo por que te presentaste como Ginebra a secas, veo el porqué de tu
semblante decaído, la vida no ha sido fácil para ti Ginebra Borgues.
La noche ha avanzado y el amanecer está cerca, Ginebra, está empapada de sudor, tan
satisfecha, tan cansada, recostada al lado de Alejandro, mientras acaricia su pecho, jamás se
había sentido así, hace mucho que no era feliz y con dulzura se acerca a su rostro pálido y
deslumbrante y le da un beso en la mejilla y él se voltea y la mira seductoramente.
—¿Qué se siente tener a un Vampiro en tu cama? —Pregunta Alejandro orgulloso.
—Es como estar en el cielo. — Responde Ginebra, entre suspiros.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora