Consentimiento

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Victoria se emociona al escuchar que Bardos, está en cama, su plan va saliendo a la perfección y no hay nada más emocionante para ella, que imaginarlo dentro de un ataúd.
—¡Excelente! Por fin podré salir de esta habitación, todo lo que siempre he soñado será mío, una vez que ese vejestorio muera, seré la única heredera de la fortuna Landez.
—Cuando se convierta en la heredera del señor Bardos, le agradecería que me diera mi parte del trato, así me iré del pueblo lo antes posible. —Clara, tiene un semblante sombrío y unas oscuras ojeras adornan su blanco rostro.
—¡Primero termina de matarlo idiota! Agrégale todo el veneno de una vez por todas y que se muera el desgraciado, ya no soporto estar encerrada.
—Mañana le daré la última dosis señora.
Selene, no puede creer lo que está escuchando, Clara, se ha prestado para asesinar al señor Bardos.
—No puede ser... —Selene, se tapa la boca, está temblando —Ella es quién ha estado envenenando los alimentos del señor... debo hacer algo antes de que se salgan con la suya.
Selene, se dirige a la habitación de Bardos, sus ojos se vacían en lagrimas al verlo tan agotado y desmejorado, su rostro esta demacrado y pálido.
—Señor... —Selene, está llena de tristeza.
—¿Me están envenenando verdad? —Pregunta Bardos, con voz débil.
—¿ Lo sabe?
—Comencé a sentirme mal desde que Clara, se hace cargo de mis comidas, contigo nunca me pasó algo así, soy un hombre saludable y desde ese día he desmejorado considerablemente.
—Hace un momento escuché a la señora Victoria, decirle a Clara, que le diera la ultima dosis de veneno, planea quedarse con su fortuna... —Selene, está llorando.
—Maldita arpía... No le bastó con matar a mi nieto, arruinó a mi hijo y ahora quiere acabar con mi vida... —Bardos, comienza a toser y de su boca sale sangre.
—¡Señor Bardos! Déjeme llamarle al doctor Gerardo, aun estamos a tiempo de salvarle la vida y... —Bardos, la interrumpe.
—No quiero que nadie me salve.
—¿Qué? Pero señor... —Selene, está confundida.
—Esta es la única manera de acabar con esa mujer, estoy seguro de que también Verónica, está detrás de esto, si me matan tendrás las pruebas suficientes para que las encierren de por  vida o por lo menos a Victoria, solo así podré vengar a mi familia. —Bardos, está decidido a sacrificarse con tal de hacer justicia.

—Pero no tiene que morir, usted es una buena persona —Selene, está llena de frustración, lo que menos quiere es perder a Bardos.
—Yo no puedo vivir sabiendo que las personas que más amaba se han ido para siempre, desde que murieron no he vuelto a sonreír —La voz de Bardos, se corta —Ya no quiero  vivir a si, además... el tipo de veneno que me dieron me ha dejado muy desgastado, intenté levantarme y no pude hacerlo sin tambalear, mis órganos han sido severamente dañados y aún si sobrevivo, mi calidad de vida será muy mala.
—¡Pero no podemos dejar que se salgan con la suya!
—Y no lo harán, quiero que mañana llames al doctor Gerardo y aun testador, ninguna de esas arpías se quedará con mi fortuna, después de que ellos se vayan dile a Clara, que me traiga los alimentos, quédate con ella cuando prepare mi comida y después déjala tranquila le diré Andrés, que se esconda en el mueble que está en dirección a mi habitación, seguramente Clara, añadirá el veneno en el pasillo, lo que no sabrán es que el jardinero será nuestro segundo testigo, y una vez que haya muerto, se llevaran una sorpresa y por ultimo 
quiero pedirte un gran favor —Bardos, toma la mano de Selene y la mira fijamente — sé que será un sacrificio para ti.
Por otro lado, el alcalde Bernardo, mira que Fernando, está hablando con Ginebra y le hace una señal de saludo con la mano y ella responde con una ligera sonrisa.
—Creo que nos veremos en otro momento —Le dice Ginebra, a Fernando, mientras mira a su padre.
—¿Por qué? —Pregunta Fernando, confundido.
—Tu padre te está esperando.
Fernando, voltea y ve a su padre.
—Creo que necesita mi ayuda, lamento irme así otra vez —Dice Fernando, apenado.
—No te preocupes, además tengo que ir a trabajar —Ginebra, le regala una sonrisa.
—¿Tienes un trabajo?
—Abandoné la casa Borgues, ¿recuerdas? Eso implica que el dinero de mi familia también quedó atrás .
—¿Y donde trabajas? Déjame adivinar, ¿en una librería? ¿Una florería talvez?
—Ni cerca jajaja, trabajo en una tienda de ocultismo —Ginebra, se ríe y se va dejando a Fernando, intrigado.
—¿Pero en cual de todas? —Grita mientras la ve partir.
—En la más rara de todas —Dice Ginebra, mientras camina.
Des pues de unos minutos Ginebra, llaga con Beatriz y le lleva algo de comer.
—Ya estoy aquí amiga —Ginebra, le sonríe.
—Ahora sí estamos hablando el mismo idioma ¡eres la mejor! —Beatriz, corre por su bolsa de comida.
—Y tú que no querías contratarme.
—Estaba equivocada —Dice Beatriz, mientras mastica.
—Claro que sí jajaja.
—¿Cómo dices que se llama el hijo del alcalde?
—Fernando.
—¿Viste alguna marca en su cuerpo?
—Si, tenía los brazos arañados.
—Es obvio que él luchó contra esas cosas, lo que no entiendo es porqué mintió, dio una declaración falsa y se le ve muy tranquilo. —Beatriz, está reflexionando en lo que vio  aquella noche oscura.
—Talvez no quiso asustar al pueblo, parece que no le afectó ver a esos enanos. —externó Ginebra tratando de encontrar alguna explicación.
—Es porque no es su primer encuentro sobre natural, estoy segura de que ya tuvo algún encuentro con alguno de esos seres sobre naturales, deberías traerlo a la tienda un día de estos, así podré saber más de él sin que se dé cuenta.
—Lo haré, en cuanto tenga oportunidad. —Dice Ginebra, intrigada.
El día ha terminado y la noche ha cobijado el cielo con una sabana de hermosas estrellas, Ginebra, apresura sus pasos, sabe que Alejandro, la espera en la mansión, lleva el cabello 
suelto y su vestido rojo, parece una rosa, hermosa, femenina y elegante, sus zapatillas resuenan en el asfalto y ese ruido hipnotiza los oídos de un apuesto caballero el cual salía de la casa de unos pueblerinos, se treta de Fernando, quién había sido invitado a cenar por  los padres de aquel bebé rescatado por él y a lo lejos ve a una bella mujer.
—Acaso es...
Fernando, se dispone alcanzar a Ginebra, y se apresura a cruzar la calle, pero al dar la vuelta se encuentra con la sorpresa de que no hay nadie.
—¿Habrá sido mi imaginación? —Fernando, está confundido pues podría a asegurar que vio a Ginebra.
Unos brazos se han llevado a Ginebra, su amado vampiro ha ido por ella, la luz de la luna le da un toque mágico a su piel blanca, sin duda es lo más hermoso que ha visto en su vida.
—Alejandro.
—Mi hermosa humana.
Alejandro y Ginebra, han llegado a la mansión, hay velas en las escaleras y llegan hasta el 
gran salón donde los espera una alfombra roja adornada con pétalos de rosas.
—Qué hermoso —Ginebra, está maravillada.
—Creí que el rojo era mi color favorito y entonces vi tus ojos, tienes el color del ámbar. 
—Alejandro, acaricia el rostro de Ginebra, con ternura.
—¿Cómo puedes ser tan romántico? —Ginebra, lo mira enamorada.
—Soy un buen amante, me tomo mi papel muy enserio.
Alejandro, recorre el cuello de Ginebra, con sus labios y ella se encoge de hombros.
—No voy a morderte, jamás volveré a lastimarte.
Alejandro, se pone detrás de Ginebra y comienza a desabrochar su vestido y este cae al suelo y entonces comienza a besar su cuello y espalda y  sujeta con firmeza su cabello haciendo que la cabeza de Ginebra se incline hacia tras y le susurra al oído haciendo que ella se estremezca.
—¿Te gusta? —Susurra Alejandro, con sensualidad.
—Sí —Responde Ginebra, sudorosa.
La boca de Alejandro, recorre cada rincón de su cuerpo y ella se entrega a él con pasión, la chimenea alumbra sus cuerpos desnudos, se entregaron el uno al otro hasta el amanecer.
—Alejandro... te amo, te amo como nunca amé a otro hombre.
Alejandro, la mira con ternura.
—Los vampiros no podemos amar, esa es parte de nuestra maldición.
Ginebra, se entristece al escuchar sus palabras, pero Alejandro, continúa hablando mientras la mira a los ojos.
—Hay algo dentro de mí, se mueve y me llena de calor, creí que estaba muriendo, no podía pensar en nada más que en verte a ti, desde la primera vez que vi tus ojos, sentí que la eternidad por fin tenia sentido, por primera vez en miles de años no quería morir, no sé lo que significa el amor o como se sienta, solo se que soy tuyo.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora