Añoranzas.

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Ginebra esta recargada afuera del local de Beatriz, el frio es insoportable, hay niebla por
todas partes y el día está muy nublado.
—¿Sigues pensando en el bebé? —Pregunta Beatriz mientras se acomoda a un lado de
Ginebra.
—Trato de dejarlo ir, si sigo pensando en él, voy a deprimirme. — Ginebra tiene el
semblante apagado.
—Ahora esta con su padre, no me imagino la vida que le esperaba con esa mujer como
madre. —declaró Beatriz indignada.
—Al menos David ya no estará solo...
—Sigues enamorada de él, deberías tratar de olvidarlo, eres joven y no eres fea, estoy
segura de que muchos querrían casarse contigo. —Dice Beatriz mientras fuma un cigarrillo.
—Ya no creo en el amor, creo que jamás volveré a enamorarme, todos los hombres son
iguales.
—Si, tienes razón, ¿Qué diablos quieren de nosotras?
—Además... no puedo dejar de amar a David, se que ya esta muerto, pero... mi corazón no
lo entiende.
—Que difícil.
—¿Qué cosa?
—Sera difícil para el hombre que se enamore de ti, tendrá que competir contra un muerto.
—Beatriz... ¿tú podrías comunicarme con el espíritu de David? —Pregunta Ginebra
esperanzada.
—¿Qué? ¡Claro que no! A los muertos no hay que molestarlos, deja de preguntar esas
cosas. —Dice Beatriz molesta.
—¡Pero tú podrías hacerlo!
—Prometí que nunca haría ese tipo de trabajo, no después de ver lo que María hizo.
—¿tú hermana? ¿Ella podía hablar con los muertos?
—No quiero hablar de ella, la piel se me pone de gallina. —Beatriz se soba los brazos
temblorosa.
—¿Por qué no te llevas bien con ella? ¿Qué fue lo que hizo para hacerte temblar así?
—¿Recuerdas que te hable de la historia de mi familia?
—Si —Responde Ginebra interesada.
—Yo tengo el don de la clarividencia, puedo ver la vida de las personas con solo tocar su
mano, puedo ver el aura de cada individuo y distinguir si son buenas o malas personas,
como a tu familia, por ejemplo, las auras que rodean a tu madre y a tu hermana son oscuras,
quiere decir que son malas personas.
—¿Y que hay de mi padre? —Pregunta Ginebra preocupada.
—A tú padre lo rodea un aura turbia de tristeza y culpa, el tiene un buen corazón, se que te
lastimó , pero puedes estar tranquila , mi ojo no falla, tú aura, por ejemplo, está dividida.
—¿Dividida?
—Al vincularte con ese vampiro quedó mesclada en dos colores, quiere decir que tú y ese
bastardo son uno solo.
—¡El vínculo! Alejandro dice que es algo muy antiguo y difícil de conseguir.
—Necesitan ser completamente compatibles para unirse en un mismo espíritu. Dice Beatriz
disgustada, se le nota en la cara lo mucho que desprecia a Alejandro.
—¿Compatibles? ¿Como podemos ser compatibles él y yo?
—No quiero decirlo por que va en contra de mis creencias, pero debieron estar igual de
vacíos, igual de rotos como para encajar tan bien y quedar a la medida, no lo entiendo, esa
cosa ni sentimientos tiene, pero es la única explicación lógica que encuentro.
—Estar igual de rotos... Ginebra agacha la mirada.
—Jamás imaginé que un vampiro podía vincularse con un ser humano, quiere decir que son
almas gemelas, su pacto fue algo cósmico, mágico, no se como explicarlo, pero lo que si se
es que sus almas estaban destinadas a encontrarse.
—Pero el no tiene alma. —declaró Ginebra confundida.
—Pues al encontrarte... —Beatriz se queda callada, paralizada en sus pensamientos.
—¿Qué pasa? ¿Por qué haces esa cara? ¿tienes cólicos?
—¿Dijiste que a veces puedes percibir que se enfada?
—Si
—¿Qué puede llegar a sentir indignación o tristeza?
—¡Si! Beatriz, ¿dime que pasa?
—No puede ser... —Beatriz se pone blanca de la cara, como si hubiese visto un fantasma.
—¡Ya dime que sucede! —Dice Ginebra intrigada.
—No me hagas caso, pero... puede ser que en el momento en el que ese idiota se vinculó
contigo, fragmentos de su alma se estén recuperando poco a poco.
—¡¿Eso es posible?!
—Creía que no, puede que ese imbécil vuelva a tener su alma.
—Eso seria bueno para Alejandro... — los ojos de Ginebra brillan al escuchar que el
vampiro del pantano tiene esperanza.
—¿Dijiste que tuvieron una discusión y se fue indignado de la mansión verdad?
—Si, hace tres meses y dos días que no regresa. Responde Ginebra con tristeza.
—Esta ofendido, jajaja en hora buena, jajaja, la próxima vez que vea a ese malnacido le
diré todo lo que pienso de él, con suerte pueda herir sus sentimientos. —Sonríe Beatriz con
una risa malvada y escandalosa.
Un sentimiento de alegría recorre el corazón de Ginebra, el día que Alejandro le contó su
historia, pudo notar que en su rostro se veía desolación y tristeza, si lo que Beatriz dice es
verada, Alejandro podría ser el primer vampiro en recuperar su humanidad.
Por otro lado, Clara ha ido al mercado como se lo ordeno Verónica, lleva una capucha
negra para evitar que alguien la reconozca como sirvienta de la mansión Landez, se dirige
al puesto de un comerciante experto en remedios abortivos, tes para la fertilidad y
variedades de plantas y hongos silvestres como para crear algo toxico. Clara le da una lista
al comerciante y este hace una mueca de desapruebo.
—¿Para qué te mandaron a comprar esto?
—No pregunte, solo deme lo que dice la lista.
—¿Y siquiera sabes leer? Me estas pidiendo hiervas de emú, raíces de sen y hongos
venenosos, ¿a quién quieres desaparecer?
—No sé de qué me habla —Clara responde nerviosa.
—Es obvio que van a preparar un brebaje y no precisamente para dar buena salud.
—¡Deme todo lo que dice ahí y no haga preguntas! —Dice furiosa mientras le avienta una
bolsa de dinero.
Clara era una joven de diecisiete años, blanca de cabello cobrizo, su aspecto parecía el de
una chica de la alta sociedad pues era de semblante agradable y delicado, pero su realidad era
otra, descendía de una familia de sirvientas que provenían de un país extranjero, esto la ha
obligado a continuar con la labor familiar, el hecho de ser extranjera le impidió poder
estudiar o siquiera aspirar a cambiar de profesión, condenándola a ser una criada por el
resto de sus días.

—Si alguien me pregunta sobre su visita o sobre lo que me compró , diré que eran cosas
medicinales.
—Mas le vale.
Clara sale de ahí y se va a la casa de Verónica, Víctor casualmente pasaba por el mercado y
la sigue sin que se dé cuenta.
—¿Qué hace esta muchacha aquí?
Verónica recibe a clara en la puerta trasera de la casa, para evitar que alguien las vea, pero
Víctor las sorprende.
—¿Qué está pasando aquí?
—Víctor, no sabia que estabas en casa. —Responde Verónica asustada.
—Acabo de llegar, vi que esta muchacha venia para la casa ¿Qué son esas bolsas? ¿son
hiervas?
—No es nada, solo le pedí que fuera a traerme un remedio para el dolor de cabeza,
últimamente me duele mucho.
—¿Y por que no mandaste a Karla?
—Por que es una inútil, por eso, además también le llevaré una té relajante a Victoria, la
pobre esta deprimida por la perdida de su bebé. —Dice Verónica fingiendo tristeza.
—Sabes que eso no es cierto, deja de consentir a esa muchacha, no se lo merece, que su
tristeza le sirva para reflexionar.
—¡Eres un insensible!
—Me voy a mi recamara, tienes prohibido solicitar la ayuda de las criadas que no estén a
tu servicio, y no me molestes quiero estar solo.
—¡Has lo que quieras! Desde que Ginebra se fue, no sales de tu habitación. —Grita
Verónica con un nudo en la garganta.
Clara mira a Verónica y le da un pañuelo, pero esta le da un manotazo.
—¿Qué haces? ¡muévete! Ayúdame a preparar esta cosa, pica eso finamente.
—Si señora. —Clara se apresura intimidada por los gritos de Verónica.
—Tenemos que terminar antes de que anochezca.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora