Rumbo

1.8K 251 1.3K
                                    

Finn:

El último año de mi vida ha sido una vorágine de movimiento constante, un perpetuo ir y venir a través del mundo en busca de Massimo Bertolucci. Cada dos semanas, sin falta, me embarcaba en un nuevo destino, persiguiendo pistas, siguiendo su rastro. Mi trabajo como genetista se había disparado en demanda, obligándome a pasar también un par de semanas en Zurich, impartiendo capacitaciones a médicos ávidos de conocimientos.

El cansancio se había convertido en mi compañero constante. Agitado y siempre en movimiento, apenas tenía tiempo para detenerme y respirar. Sin embargo, en medio de la vorágine de mi vida, cada noche y cada mañana al despertar, un recuerdo se aferraba a mi mente con tenacidad: Andrea.

No importaba cuánto intentara enfocarme en mi trabajo o distraerme con las urgencias del día a día, nunca lograba olvidarla. Su cabello color fuego y su sonrisa alegre eran como un faro en medio de la oscuridad, iluminando mi camino y dándome fuerzas para seguir adelante. Pese al paso del tiempo y la distancia, su recuerdo seguía tan vívido como el día en que nos separamos. Andrea ocupaba un lugar único en mi corazón, uno que jamás podría ser reemplazado por ninguna otra persona, maldecía cada día de mi vida por eso, aunque intentaba arrancarla de mi mente y corazón, era prácticamente imposible.

Llegaba al hospital como cada mañana, bien temprano, consciente de la cantidad de pacientes y cirugías que tenía pendientes tras mi última ausencia de dos semanas. Apenas crucé la puerta, Lily me miró con una sonrisa y exclamó mi nombre.

Corrió desde detrás del mostrador para hablar conmigo, pero yo no detuve mi paso. Estaba apurado y no tenía tiempo para ella. Sin embargo, podía sentir su presencia persiguiéndome por detrás, ansiosa y agitada por algo que no alcanzaba a comprender.

Mis pensamientos estaban en otro lado cuando vi a Massimo, mi colega italiano, acercarse en dirección opuesta, haciéndome señas de que debíamos hablar. Mi humor era pésimo, me sentía sobrepasado y a punto de explotar. La tensión en mi cuerpo era como una bomba a punto de estallar,   mientras caminaba hacia él, tratando de prepararme para lo que seguramente sería una conversación difícil.

- ¡No! ¡Sea lo que sea, la respuesta es no! ¡Aléjate de mí, italiano, tú y tus amigos me tienen las pelotas por el piso! - Exclamé en alemán unos pasos antes de llegar, para que Lily, que seguía detrás de mí, no comprendiera.

- ¡Ahhh... pero solo escúchame! Estoy más que agradecido. Pero necesito un pequeño favor más... solo escúchame. - Me pedía, juntando sus manos en forma de súplica.

- Finn... Te juro que no sé qué le pasa, se volvió loca. Seguro su amiga la puso contra mí y ahora quiere perjudicarme. - Escuché a Lily, que se paró a un costado y me miraba a punto de llorar.Estábamos los tres parados en la puerta de mi consultorio y había gente esperando por mí, que nos miraban como si fuéramos los tres chiflados.

- ¿De qué hablas? ¿Y por qué no estás trabajando? - A ella le hablé en inglés, y debía parecer loco.

- Suizo, te juro que es lo último que te pediré. Solo es que me ayudes a unir cierta información. - El italiano seguía nuestra conversación en alemán, ignorando a Lily.

- ¡No! ¡Soporté dos semanas a tu amiga doctora porque me pediste que la cuidara hasta que su novio llegara! ¡Encima debía fingir que me interesaba! La cual es una muchacha buena, pero extremadamente aburrida. Sus conversaciones son dos temas: medicina y su novio. Fin de la lista, su mundo se acaba allí... Pero acepté cuidarla en Zúrich, aún estando tú allí, ¿y qué pasó? Tuve que soportar a su novio ruso, con problemas de ira contenida y complejo de inferioridad, ¡que piensa que todos los hombres del planeta miran a su novia! ¿En serio? ¿Qué piensa que tiene a Miss Universo a su lado? ¿Cómo si después de Andrea yo podría mirar a una mujer tan normal como su novia? Pero no conforme con eso, ¡ahora su novia es mi paciente! El idiota me dice las peores groserías en ruso, como si yo no le entendiera, pero debía poner cara de idiota y hacerme el desentendido. - Solté mi monólogo mientras Massimo me miraba, apretando sus labios.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora