Andrea:
- Mi respuesta es ¿Quién te preguntó? - Joel me dijo, entregándome una píldora y un vaso de agua.
- Eso no es una respuesta. ¡Es una pregunta! ¡Te pasas de grosero! Solo dije que me parece que no es necesario. ¿Ya puedo regresar a Milán? Sí o no - Respondí cruzada de brazos, negándome a aceptar lo que me daba. Pero él, muy insistente, seguía entregándomelo.
- Por eso, ¿quién te preguntó lo que a ti te parece? Yo no... Simplemente te dije, y repito: Toma esto, y ve a descansar. El resto lo veré después - Joel era inmutable, frío como el hielo e inamovible... Dios, si Finn era igual, padre e hijo cortados por las mismas tijeras.
- No quiero. ¡Me pones a dormir como si estuviera loca! Y si lo estoy, pero es de nacimiento... Ya descansé. Te juro que me siento mejor - Protesté, fingiendo que iba a llorar.
- Quita esa mirada, estás perdiendo el tiempo. Yo no tengo sentimientos. La tomas o te inyecto, elige - Volvió a insistir, entregándome la píldora.
- No te soporto. Lo juro, eres tan... ¡Intransigente! - Exclamé, tomando de manera brusca la pastilla y metiéndola en mi boca, seguida de un poco de agua.
- Abre la boca... ¡ahora! - Me dijo señalando con su dedo.
Le hice burla y abrí la boca, la cual se encargó de examinar, porque no creía que no la había tomado.
- Buena chica. Así se hace. Ve a descansar. Tengo pacientes que ver, regresaré más tarde - Me dijo dándome unos suaves golpecitos en el hombro.
- Genial, ahora me tratas como a tu mascota. De verdad, eres insoportable - Exclamé molesta.
- Pero si estoy siendo dulce. ¿Quieres que sea estricto? Eres muy blandita para resistirme - Respondió todo arrogante.
- Blandita? ¡Blanditas tienes las pelotas! Yo no soy ninguna niñita indefensa. ¡Puedo darte una paliza con los ojos cerrados! Obedezco porque quiero, no porque te tenga miedo - Le espeté a Joel, su postura de "Yo soy el mejor" me sacaba de quicio.
- ¿Segura? Si no eres una niñita indefensa, ¿por qué necesitas antidepresivos para sentirte fuerte? ¿Si no eres indefensa, por qué necesitas de mi hijo para estar bien? ¿Si eres tan fuerte como dices, por qué te importa tanto la mirada de los otros? Lo que yo creo es que eres una niña berrinchuda. ¡Gritas y pataleas para hacerle creer a todo el mundo que puedes con todo! Eres tan insegura que no sabes pedir ayuda, solo para que no crean que eres débil. Te importa tanto encajar y que todos te acepten que finges ser quien no eres. ¡Eres tan miedosa que necesitas de Finn para escudarte detrás de él! Una mujer fuerte se levanta, se pone de pie sin escándalo, se enfrenta a sus miedos. Lo ocultas fingiendo ser una leona cuando no es más que un simple gatito. Eres tan débil como mi ex esposa, y el mundo a las mujeres como ustedes, se las devora de un bocado - Me dijo Joel, mirándome de manera burlona, incluso con media sonrisa. Me hirió en lo más profundo.
- ¡Tú! ¡Tú! No sabes nada de mí. ¡No sabes nada del amor! Eres un pobre infeliz que no sabe amar de verdad - Le dije furiosa, dando un paso adelante.
- Y tú sí? A ver, experta en amor, enséñame, porque hasta donde yo sé, deberías amarte, no destruirte... Tú me hablas de amar? Niña, si no te quieres ni a ti misma... A mí no me vendes esa imagen. Apenas si puedes con tu alma - agregó, sonriendo.
- ¡Cállate! ¡No sabes nada de mí! ¡Nadie sabe nada! ¡Eres igual que todos los demás! Exigen, esperan, observan y se sientan en su trono de la perfección a señalar a los demás, como si fueran ustedes fueran superiores - grité, enojada.
- Ajá... Pero sabes qué? Yo soy yo. No finjo ser alguien más. ¿Te gusta? Bien. ¿No te gusta? Lo siento... Casi que me engañas, casi me haces creer que eras inteligente... Pero como todo, la mentira se cae en pedazos, y así estás cayendo tú, a pedazos. Reconocerlo te hará bien. ¡Eres una farsa! - me dijo, cruzando sus brazos como si fuera el dueño de la verdad.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...