Finn :
Estaba en mi departamento, exhausto pero algo aliviado. Andrea se había quedado con Gia durante dos días conmigo aquí, y aunque no tuvimos mucho tiempo para hablar, el poco tiempo que pude dedicarles, a pesar de que debía trabajar, fue un respiro en medio de tanto estrés. Pero eso no quitaba que estaba cansado de estar aquí.
Hoy, después de su visita, llevaba dos semanas sin verlas. Mi maleta ya estaba lista para irme al día siguiente a casa. Mi vuelo salía antes del mediodía. Solo debía pasar por la mañana temprano a casa de Tom y María para revisarla a ella y a su hermano, como había hecho todos los días durante la última semana. Ahora les había dejado a los enfermeros y médicos asignados hasta mi regreso, que sería en un mes.
Esa noche cenaba con Arthur y James, ya que ellos también se iban de Nueva York mañana conmigo. De mis amigos, éramos los últimos en irnos; el resto había salido la semana anterior.
— ¿Qué tenemos? — les pregunté cuando habíamos terminado de cenar.
Arthur buscó su laptop y la colocó sobre la mesa. Noté un gesto en la expresión de James que no me gustó.
— Mario Stornelli, 38 años, casado desde hace 13 años, tiene una hija de 9 años. Tiene una tienda de autopartes en Roma, y su esposa es secretaria en un consultorio dental. Es una familia típica, nada fuera de lo normal, sin antecedentes, ni siquiera una multa de tránsito. Su economía es normal; no tienen grandes lujos, pero tampoco les falta nada. Son una familia de clase media típica. Por lo que pude averiguar, el hombre es serio y honesto; nadie da malas referencias de él. Sus padres murieron hace poco: su madre hace 6 años y su padre recientemente. La relación con su hermano, el padre de Gia, es nula. Al parecer, se separaron porque Mario era un hombre de familia y su hermano un ebrio apostador con problemas de drogas. El último contacto que tuvieron los hermanos fue unos meses antes de que naciera Gia. No pude obtener detalles exactos, pero algunos testigos que encontré dijeron que Mario le gritó a su hermano que no quería verlo nunca más y que se alejara de su familia. Así que, querido suizo, al parecer el señor Mario Stornelli es un hombre recto y de buenos principios... todo un ejemplo de padre de familia — me dijo Arthur después de leer en resumen lo que investigó, cerrando despacio su laptop.
— Eso es bueno... Si decide reclamar a Gia, al menos sé que estará en buenas manos — comenté, torciendo la boca.
— Lo que es bueno para ella, pero malo para ti y Andrea. Puedes pedir la adopción, pero será muy difícil, por no decir imposible. Los servicios sociales siempre van a priorizar que la niña viva con su familia. Ellos valoran y refuerzan el núcleo familiar, especialmente si hay un entorno sano y estable que puede ofrecerle un buen cuidado — agregó James.
— ¿Y desde cuándo dices "imposible"? ¿No eras tú el que hacía magia? — cuestionó Arthur con media sonrisa, cruzando los brazos.
— La magia no es lo mismo que milagros... Tú investigas, yo resuelvo. Ahora me toca a mí — Le dijo James, haciéndonos reír.
— Escucha, suizo, vamos por partes. Hay mucha gente que ha presentado solicitudes de adopción para Gia: los padres de Andrea, Gina y Elijah, el joven maravilla, y ayer Mario Stornelli. Ellos ya cumplieron con las formalidades, pero quiero saber si vamos a presentar tú solicitud de adopción. Debes estar seguro, y podemos trazar alguna estrategia para pelear por la niña — explicó con serenidad.
— Andrea quiere presentarla, y a esta altura, yo también. Pero no le he dicho nada, porque si le digo que vamos a presentar esa solicitud, sus ilusiones se dispararán al mil por ciento. Y, como está la situación, si nos la niegan, el golpe para Andrea será durísimo. Ella es más emocional; lo sentiría el doble que ahora, por eso me mantengo diciendo que lo de Gia es temporal — expliqué, soltando un suspiro.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...