Estabilidad

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Finn:

Las últimas dos semanas habían sido un torbellino desde que regresé de Florida. Nuestra relación, la de Andrea y yo, se volvió más sólida que nunca. Las discusiones, aunque siempre habían sido parte de nuestra dinámica, ahora parecían resolverse en el momento; nos resultaba más fácil llegar a un acuerdo.

Esta mañana en Nueva York no fue diferente. Tuve que asistir a tres partos, y en uno de ellos, tuve que salir prácticamente corriendo porque la doctora Urriaga tuvo una emergencia y no llegaba al hospital. Además, tenía que prepararme para viajar a Roma esa misma noche, ya que al día siguiente era el cumpleaños número 27 de Andrea.

Aunque ella me decía que no necesitaba apurarme para llegar, porque en el almuerzo se reuniría con sus amigas, incluidas nuestras madres, su hermana, Alenka y la última adquisición... Maddie.Andrea reía porque yo llamaba a esa reunión el "preludio del apocalipsis". La idea me aturdía. Me dolía la cabeza solo de pensarlo.

Nunca pensé que pudiera experimentar un amor tan transparente y puro como el que tenía con Andrea. Era un sentimiento que contrastaba drásticamente con la visión pesimista que tenía de la vida y las relaciones desde mi adolescencia. En aquel entonces, me juré a mí mismo que nunca tendría una familia, porque creía que solo me traería dolor.

- ¡Dios mío! Te veo acercarte y me duele la cabeza. La respuesta a cualquier solicitud es NO - Salía de mi consultorio para irme, y el italiano venía a mi encuentro.

- ¿Y por qué crees que voy a pedirte algo? ¡Aunque debería! ¡Ahora Maddie ama a Andrea! Y esta mañana salió en el primer vuelo a Roma. ¿Te dije que Maddie es algo temperamental? Sí, por supuesto que lo dije. Ahora, al lado de tu novia, no será "algo", será demasiado - protestaba, arrugando el ceño y haciéndome reír.

 Ahora, al lado de tu novia, no será "algo", será demasiado - protestaba, arrugando el ceño y haciéndome reír

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- No sé cómo será Maddie; quizás tú sacas su temperamento. No culpes a Andrea; ya te dije que no hables así de ella - le advertí, porque no me gustaba.

Odiaba profundamente cada vez que le decían que era un desastre, que hablaba de más, que era arrebatada e impulsiva. Sí, era algo así, pero jamás un desastre. Cada crítica reforzaba esa idea y parecía que, sin decirlo, ella se sentía mal consigo misma, como si quisiera dormir o apagar su verdadera personalidad.

No quería que lo hiciera. Ella ahogaba a diario su huracán interno. Era doloroso ver cómo se reprimía, cómo se limitaba a sí misma por miedo a ser juzgada o criticada. Aunque avanzaba en dejar de pretender ser igual al resto, o "encajar", como ella decía, aún tenía sus recaídas y se cuestionaba demasiado.

- No te enojes, Andrea es genial. Solo vine a avisarte que viajaré esta noche contigo. Mañana es sábado, y según tu novia, al mediodía solo recibe a las mujeres y por la noche ya se puede unir el sexo masculino - agregó, rodando los ojos.

- Busca hospedaje, nadie se queda en mi casa. Ni hablar, será un caos de gente, no sé dónde piensa meterlos a todos. Me da comezón solo pensarlo... Parece que Andrea es amiga de todo el planeta. Hasta mi padre y mi hermano irán a cenar - protesté, tratando de relajarme.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora