Andrea:
Estaba en el aeropuerto. Finn nos acompañaba a su padre y a mí, ya que ambos regresábamos a Roma, mientras él se quedaba en Nueva York hasta el viernes por la tarde. Era gracioso porque su padre lo corría, diciéndole que podíamos abordar solos y que no necesitábamos guardaespaldas, ya que teníamos a Nate. Pero Finn no le respondía, solo lo miraba y me abrazaba más. Me hacían reír porque eran secos y fríos entre ellos, pero a la vez se preocupaban el uno por el otro.
Llegó el momento de abordar. Finn me abrazó más fuerte y me besó, para luego darme una larga lista de recomendaciones. En lugar de decirle a su padre que se cuide, lo saludó con un apretón de manos y le dijo: "Cuídala". A lo que Joel respondió: "Apenas caminas y me quieres enseñar a correr, iluso". Así, me despedí de Finn riendo de la interacción con su padre.
-¡Que no la golpeé! ¡Solo la asusté un poco! -exclamé exasperada cuando Joel me preguntó sobre Alice.
Luego de casi ocho horas de vuelo, habíamos conversado de todo un poco: de él, de su esposa, de Frederick. Me aconsejó sobre Finn, dormí un poco y, ahora, al llegar al aeropuerto de Roma, me interrogaba sobre Alice.
-Andrea... no soy Finn. Si te enojas conmigo, pierdes. Me hiciste viajar hasta aquí... -me advirtió mientras íbamos por nuestras maletas.
Nate venía a nuestro lado y vi cómo bajó la cabeza para disimular que reía de la respuesta de Joel. Siempre directo y sin rodeos, tenía una forma particular de hacerme ver las cosas. Ademas debía reconocer que acudió a mi llamado de manera urgente
A veces era exasperante, pero también sabía que lo hacía porque le importaba. En el fondo, sabía que tenía razón; no podía dejar que mis emociones me controlaran, especialmente en situaciones como esta.
Tomé una bocanada de aire, tratando de calmarme. Miré a Joel y luego a Nate, quien seguía intentando ocultar su sonrisa.
-Está bien, lo admito. Tal vez me dejé llevar un poquito, solo jalé su cabello. Si hubiese querido golpearla, créeme, Alice estaría muerta ahora. Y no seas ventajista, dijiste que debías venir -dije, tratando de sonar más tranquila.
Joel levantó una ceja, claramente escéptico.
-Debía, pero no lo haría. ¿Un poco? Andrea, sabes que no puedes ir por ahí asustando a la gente. Eso no soluciona nada y solo complica las cosas más de lo que ya están. Hay palabras o acciones que duelen más que un simple golpe -respondió, mientras tomaba su maleta de la cinta transportadora.
Suspiré, sabiendo que tenía razón. La impulsividad era uno de mis mayores defectos y, aunque solía actuar con buenas intenciones, a menudo terminaba metiéndome en problemas.
-Lo sé; Solo... me cuesta controlarme a veces. Especialmente cuando siento que alguien está tratando de perjudicar a Finn y a mí -confesé, sintiendo una punzada de culpabilidad. Joel asintió, mostrando una comprensión que no esperaba.
-Entiendo, Andrea. Pero necesitas encontrar una manera de canalizar esa energía de manera más constructiva. Finn y tú tienen mucho en juego. No puedes permitirte perder el control así; ella te podría haber demandado o a él -dijo, su tono más suave ahora.
Asentí, prometiéndome a mí misma que lo intentaría. Sabía que no sería fácil, pero por Finn y por nosotros, tenía que hacerlo. Tomé mi maleta y nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto.
-Espera aquí. No te muevas -le dije apresurada a Joel, y fui a un puesto de flores. Elegí un precioso ramo de lirios y regresé casi corriendo.
-Toma. Llévaselos a Zoe Ann. Le encantarán -se los entregué sonriendo. Él dudó en aceptarlas, me miró algo sorprendido antes de hacerlo.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...