Finn
El día que llegué a Roma fue terrible. Entre la clínica, la situación de Gia, las emociones de Andrea y la inusual atención de Giovanni, quien parecía más interesado en Andrea que en Gia, todo se convirtió en un torbellino de preocupaciones.
Para colmo, tuve una reunión crucial con Stephan, ya que él era mi contacto para llegar a la abuela de Andrea. Me sentí algo frustrado porque, aunque él y Kirril habían movido todos sus contactos, decían que Vladislav había aceptado reunirse conmigo, pero con la condición de que él vendría a mí. El hombre aseguró que se reuniría conmigo en los próximos días, pero que no lo buscara, que él me encontraría.
Regresé a la clínica cansado y estresado, y me esperaba la psicóloga de servicios sociales para una conversación, ya que ya había hablado con Andrea. A diferencia de la incompetente asistente social anterior, esta mujer fue mucho más profesional, y aunque la conversación fue extensa para mí, no se sintió tan agobiante.
—Muchísimas gracias, doctor. No veo ningún inconveniente para que cuiden de Gia. Su novia es una persona muy amorosa y denota amor por la familia, y usted me parece muy centrado y lógico. Pasaré mi informe hoy mismo, estaremos en contacto —se despidió estrechando mi mano y sonriendo. Al menos respiré aliviado, una cosa menos de qué preocuparme.
Al final, entre una cosa y otra, ya era la hora de la cena. Andrea seguía en la habitación con Gia, así que fui a buscarla. Para variar, Giovanni estaba allí riendo con ambas. Según él, solo pasó a verlas diez minutos, pero mi expresión creo que dejó claro que no estaba de acuerdo.
Me costó convencer a Andrea de que nos fuéramos, pero por suerte, Mónica llegó y le dijo que ella pasaría la noche con Gia para que Andrea descansara. Ya tenían divididos los turnos para cuidarla: por la mañana lo haría Gina, que trabajaba por la tarde; a la tarde, Andrea terminaba de trabajar y relevaba a Gina; hasta la noche, que se quedaría con Leonardo, Marco o Mónica. Gia estaba bien custodiada, y todos ellos le daban una sensación y calidez de familia, lo que hacía que la niña se viera mucho más relajada.
Llegué a casa exhausto. Andrea se puso a alistar la cena mientras yo me daba una ducha. En algún momento, quise recostarme en la cama, estaba realmente agotado. Llevaba más de veinticuatro horas sin dormir, y el cansancio me ganó. Sin darme cuenta, me quedé dormido. Solo sentí que Andrea me cubría con una cobija y se acostaba a mi lado abrazándome. No pude abrir los ojos, solo me dormí hasta el día siguiente sin siquiera cenar.
Los días comenzaron a pasar rápidamente. No hubo novedades muy importantes, excepto que el miércoles nos confirmaron que Gia podía quedarse con nosotros de manera provisoria. Esta noticia entusiasmó a Andrea y de inmediato se puso en acción para armar un cuarto para Gia en casa.
Quería que se sintiera a gusto y, aunque intenté moderar un poco su emoción, fue imposible. Andrea comenzó a decorarlo con la ayuda de Zoe, Gina, Lena y Vera. Por las noches, yo llegaba y también la ayudaba. Estaban creando una habitación de ensueño, pero no podía detenerlas, así que no me quedaba más que unirme y apoyar en lo que pudiera.
ESTÁS LEYENDO
Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomantizmEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...